La señal inicial es dudosa. Este disco a dúo entre el legendario cantante Tony Bennett y la estrella pop Lady Gaga se llama Cheek to cheek y es notorio cómo ella no llega a la nota aguda que define la primera frase de la propia canción "Cheek to cheek": Gaga sustituye esa nota por la misma pero una octava más grave. Y no pasa una sino dos veces. La duda queda despejada pronto porque la cantante sí es capaz de alcanzar notas más agudas en la misma canción, pero ese detalle da luces sobre cuál es el destino de este tipo de discos, en los que el repertorio representará siempre la apuesta segura mientras la interpretación será cada vez la prueba por superar.
Bennett, de 88 años, y Gaga, de 28, interpretan aquí una selección de composiciones de la edad dorada de la canción estadounidense, con páginas de Cole Porter ("Anything goes"), los hermanos George e Ira Gerswhin ("They all laughed"), Duke Ellington ("Sophisticated lady", "It don't mean a thing"), Irving Berlin ("Cheek to cheek", "Let's face the music and dance") o Jerome Kern y Oscar Hammerstein II ("I won't dance"). Bennett es el mayor exponente vivo de la era que representan estas canciones, y lo poco que tiene que probar a estas alturas está resuelto con una voz siempre en buenas condiciones y una familiaridad a toda prueba con el repertorio. Gaga ya había hecho con él una tarea preparativa en la versión de "The lady is a tramp" (de Rodgers y Hart) que compartieron en el disco Duets (2011) de Bennett, y en su actuación recae el mayor interés de Cheek to cheek.
Y no parte del todo mal, con el vibrato cálido que logra en la primera canción, "Anything goes", tal como se muestra sutil en "Firefly" y sale airosa de las exigentes escalas a las que obliga la partitura de "I won't dance". En "Let's face the music and dance" en cambio canta como si un resfrío le hubiera tapado la nariz mal y es su nivel más bajo, pero sobre todo termina por imprimir su estilo sobre las canciones, para bien y para mal, entre el tinte casi R&B en "But beautiful" y el arrebato que impone en "Bang bang". El resultado completo se resume en "Lush life", donde combina por igual la voz de una lady crooner con la de la cantante pop que ha sido hasta ahora. El resto lo hacen los arreglos orquestales siempre solventes y la participación del saxofonista Joe Lovano entre otros músicos. Gente como George Michael en Symphonica (2014), Michael Bolton en Swings Sinatra (2007) o Rod Stewart en la serie completa The great American songbook (desde 2002) ya han hecho el mismo negocio antes de una o de otra forma, y la conclusión siempre es la misma. No hay egos que valgan con estas canciones. Es la música la que no tiene edad.