Con veinticinco años de experiencia cumplidos desde su primer disco, Lenny Kravitz sabe de rock y sabe cómo sonar familiar con ese conocimiento. Ha sido la historia de su vida, siempre orientada por el soul y el rock como puntos cardinales, y no iba a ser distinto ahora que con Strut llega a su disco número diez. Es un buen intento partir con "The chamber" como primer single del nuevo álbum, porque es la única canción más sofisticada de todas, casi sin electricidad de guitarras y provista en cambio de un patrón de batería y unos teclados que la tiñen de pop. Por todo eso es la creación menos lennynista de Kravitz aquí. Pero no basta para torcer el rumbo de una vida.
Ese rumbo está escrito desde sus nueve discos previos, desde el mero inicio con Let love rule (1989), seguido por el primer contraste entre el funk eléctrico de "Always on the run" y el soul cálido de "It ain't over til it’s over" en Mama said (1991). Se extiende por la tetralogía de guitarras de funk y rock de "Are you gonna go my way" en el disco de igual título (1993), de "Rock and roll is dead" en Circus (1995), de "Fly away" en 5 (1998) y de "Dig in" en Lenny (2001). Se traduce en los dos polos a dúo entre Kravitz y el rapero Jay-Z para "Storm" en Baptism (2004), o en el desfile de influencias de James Brown, Rolling Stones o Led Zeppelin que pasa por It is time for a love revolution (2008), y en nuevas dosis de rock como la de "Come on and get it" en Black and white America (2011). Y Strut ahora es un modo de tomar esa posta.
El rock de este disco parte sonando glam incluso, porque si Bowie hizo una declaración sobre la moda en "Fashion", en el mismo plan Kravitz hace aquí otra sobre sexo en "Sex" para empezar. Y para seguir firma un verso como Take your knickers down and give me that treasure, algo así como "Quítate las pantis y dame ese tesoro", o sea 50% literal y 50% metafórico. Eso es "Dirty white boots", otra canción rockera y con solo de guitarra incluido y anunciado por Kravitz. Un ritmo desenfadado, elástico, flexible y funky sustenta su declaración de amor a Nueva York en "New York City", y luego es soul con bronces y órgano Hammond lo que pone a sonar en "The pleasure and the pain", tal como una armónica sobre coros de tinte góspel se oye en "Frankenstein". Todas muestras de una producción bien lograda.
Para cerrar el disco hay un cover de Smokey Robinson and the Miracles, un emblema de la música soul de los años '60 asociada al sello estadounidense Motown. Y el espejismo inicial de Bowie tampoco está solo. En la mitad de la balada "She's a beast" Lenny Kravitz halla el modo de transformarse en Aerosmith, y sobre los acordes de "Strut", la canción, no cuestra trabajo imaginar las estrofas de "Are you gonna go my way", con el mismo estilo y desparpajo original de esos versos del 93. Más de una vez han criticado a Kravitz por citar a otros. Ahora Kravitz cita a Kravitz. Es entretenido, en primer lugar. Y funciona como una forma de inducirse a su propio salón de la fama del rock.
—David Ponce