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Fuerzas parejas

Vallenato, salsa, merengue y bachata. Las vertientes más exitosas de la música tropical en los últimos años, arribaron a Chile de la mano de sus tres exponentes más populares, en una jornada con pesos bien repartidos en todos sus momentos.

20 de Octubre de 2014 | 11:10 |
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Carlos Vives abrió una jornada que a las 19:30 horas ya contaba con casi la totalidad del público presente. Una muestra de que, en este cartel, el interés no fue monopolizado por nadie.

Foto: Claudio Caiozzi

Ya había un antecedente de esto y databa de 2012. Ese año debió haber festival "Gigant3s" en el Estadio Nacional, con Marc Anthony, Chayanne y Marco Antonio Solís en el escenario, pero terminó habiendo sólo "Gigant2s", tras la baja del mexicano.

Como sea, igualmente algo se mantuvo invariable en esa ocasión, y ése fue el sello latino-romántico que se quiso imprimir en la cita, por más que todos contaran con un amplio repertorio de canciones más moviditas a su haber.

Ahora, en cambio, fueron estas últimas las que predominaron sin contrapesos, para cuajar esta noche en el mismo recinto una segunda versión del evento marcada por la fiesta tropical, y comandada por Carlos Vives, Juan Luis Guerra y, nuevamente, el cantante de origen puertorriqueño.

La repetición no es gratis: Además de aportar con la salsa a una jornada que también tendría vallenato, bachata y merengue, Anthony una vez más dejó en claro, esta vez ante más de 35 mil personas (un público que no desmerece, pero que deja evidentes vacíos en el coliseo de Ñuñoa), que en el plano de la popularidad y el fanatismo es él quien la lleva.

Lo demostró en su turno como plato de fondo, a partir de las 22:40 horas, ocasión en que desplegó prácticamente el mismo espectáculo con que viene recalando desde que estallara como fenómeno en 2008, año en que abrió un régimen de visitas que lo trae por estos lados en más de una ocasión por temporada, religiosamente.

Sólo unos cuantos temas editados a partir de entonces (como el cover de "Y cómo es él") vienen a complementar una lista de canciones que tiene lugar asegurado para salsas como "Te conozco bien" y "Valió la pena", y para baladas dramáticas como "Abrázame muy fuerte" y "Ahora quién", además del bolero "Hasta ayer".

Sin embargo, la reiteración no hace mella en el alcance de Anthony. Por el contrario, su llegada aún parece ir en aumento, pese a esa aparente falta de renovación, rasgo del que sólo se salvan los duetos armados con Guerra en "Tu amor me hace bien" y con Vives en "Cuando nos volvamos a encontrar".

No es difícil entenderlo, en cualquier caso, y para muestra están los "mijito rico" que reiteradamente suenan en multitudinario coro. Lo bueno es que Anthony no descansa totalmente en aquello, y al menos sigue preocupándose de aterrizar con un show aceitado y encendido. Hoy no fue la excepción.

Con luz de día

Antes del salsero, Juan Luis Guerra fue el encargado de encender al público, y ese rol lo cumplió a cabalidad. Porque en una presentación despojada del culto a la personalidad que caracteriza a las de Anthony, las canciones logran fluir sin obstáculo alguno, permitiendo incluso que la actitud mute hacia la de una discoteca: Buena parte de la audiencia optó por bailar en pareja, antes que plantarse de frente al escenario.

Ese traslado del rol estelar se nota también en el tratamiento de Guerra hacia su repertorio, interpretado por una orquesta de moral docta que funciona como un reloj, sin espacio para ningún tipo de arranque particular.

Ello queda en especial evidencia en algunas de las bachatas que sonaron a partir de las 21:15, entre ellas la más reciente "Mi bendición" (que deja entrever como pocas el origen bolerístico del género) y un medley en el cierre con las más exitosas (incluida, por cierto, "Bachata rosa").

En los momentos más rítmicos, en tanto, sólo el ánimo de fiesta pone en segundo plano ese rigor, gracias a la amplia celebración que desde el público brota para temas como "El Niágara en bicicleta", "A pedir su mano", "El costo de la vida", "Las avispas" y sobre todo "Visa para un sueño", cuando la aparición de Anthony provocó un auténtico desborde.

Pero la jornada había comenzado mucho antes, cerca de las 19:30 con Carlos Vives, y el Nacional prácticamente en la totalidad del público que luego llegaría a contar, demostrando que en este evento pudo haber algunos que arrastraran más que otros, pero que el interés estuvo de todos modos más o menos repartido entre figuras de peso aproximado.

Lo que cambia, eso sí, es la manera de desempeñar la misión encomendada y el rol que cada uno tiene en esta escena. Porque si Anthony es el ídolo y Guerra el referente, Vives no puede ser otro que el alma de la fiesta, derrochando una energía sin par a sus 53 años, y una actitud de indestructible optimismo y afán de entretención. Eso, por cierto, lo contagia desde la cancha a la galería, aunque en su propio repertorio tiene buena parte de la tarea hecha. Porque tras una intro para sembrar expectativas, basta que el acordeonista Egidio Cuadrado haga el corte con el riff de "Pa' Mayte", para que el recinto de inmediato se encienda, y no se apague más.

"Pollo vallenato" fue el siguiente tema, y ya entonces se hace evidente cierto matiz rockero que hay en la propuesta del colombiano, bien afirmado en un cuerpo de percusiones comandado por una batería predominante, pero también en la polera negra, los ajustados pantalones lacados y el par de Chuck Taylor que luce.

"La gota fría" en empalme directo y "Fruta fresca" precedida de un duelo de gaitas, rematan el arranque, para que el show entre luego en velocidad crucero, aunque con un par de excepciones: La calma relativa en medio de la fiesta que representa "La foto de los dos", el reggaetón disfrazado que en rigor es "El mar de sus ojos", y la invitación a ver "Pituca sin lucas" ensuciando el cierre con "Cuando nos volvamos a encontrar" (adquirido por Mega como tema central de esa producción). Algo vulgar, pero bueno: De teleseries también se vive en este negocio.

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