Ricky Martin volvió a lucirse en Chile.
El MercurioSANTIAGO.- Es un detalle, aunque significativo: Ricky Martin está vestido de un modo distinto durante cada una de las primeras nueve canciones de su show. Mediante una prenda menos o más, o con un cambio de vestuario cada vez, ese es uno de los elementos que evidencian y determinan el ritmo intensivo de su puesta en escena, tal como quedó desplegado en el concierto que dio esta noche en el Estadio Nacional de la capital.
Y ese está lejos de ser el único ingrediente dinámico de la jornada. Así como cambia el vestuario también se suceden las canciones, los ambientes, los ritmos, las coreografías, las proyecciones visuales, los lugares comunes y todo lo mucho que se mueve en el concierto con que el astro internacional puertorriqueño volvió este viernes 24 de octubre a Chile, tal como hizo en el Festival de Viña pasado, ahora para tomar posesión de un estadio completo que se entregó a los múltiples estímulos de su espectáculo.
Más de cuarenta mil personas, 45 mil según los productores, fueron testigos y partícipes del producto en vivo que Ricky Martin presenta sin errores, y que avanza como una máquina desde el momento en que él emerge desde el subsuelo en una aparición fantasmal y efectista para empezar. En adelante vendrán una hora y cincuenta minutos puntuados por distintas etapas, donde el ritmo sostenido del inicio, marcado por el pulso bailable de éxitos como "Come with me", "Adrenalina" y "Shake your bon-bon" es sólo una primera andanada de impactos.
Siguientes hits en desfilar son "Livin' la vida loca", con el cantante y su cuerpo de baile en avanzada sobre una tarima al frente del escenario y rodeada de público, "Dime que me quieres" y un amplio set de baladas en las que Martin se explaya con títulos como "Tal vez", "Te extraño, te olvido, te amo" y "Fuego de noche, nieve de día", muchos de ellos coreados en masa por las y los fans. Es el preámbulo quieto para una nueva sección bailable a punta de canciones como "Vida", "La bomba", "Pégate" o "La copa de la vida", guardada para el final antes de único bis con la balada "A medio vivir" y un cierre con pirotecnia, veinte minutos antes de la medianoche y tras veinticuatro canciones en directo.
"Muy buenas noches, Chile, cómo estás", "Esto es magia. Ustedes son magia" o "Venga, Chile, que se sienta el calor" son algunos de sus saludos, junto a otras palabras clave del discurso como "amor", "cariño" o "maravillosa tierra" que quedan confundidas con el cántico de "Mijito rico / lala lala lala lalala lalá" de parte de las miles de fans. Es un diálogo directo con ese Ricky Martin de torso perfecto, bíceps tatuados y sonrisa inmaculada e interminable de lado a lado, diálogo que hacia el final de la noche será reforzado por unos minutos de baile entretenido para las multitudes en "Por arriba, por abajo", mientras él dirige los brazos en alto del estadio completo.
"Livin' la vida loca" es uno de los símbolos de todo esto, con Ricky Martin y sus bailarines en movimiento sobre un auto de utilería, y con el cantante montado sobre unos sonidos de rock más de utilería aun. Y todavía más artificial suena ese rock en "Revolución", que es un remedo de The Kinks no sólo por la cita de la guitarra eléctrica sino por los versos de "You really got me" cantados sin disimulo por Martin al final de la canción, tal como en 1999, al cierre de "Livin' la vida loca", citó a "In a gadda da vida" de Iron Butterfly. "Esta noche ha comenzado la revolución", dice ahí el astro y se supera a sí mismo, porque es difícil imaginar un gesto más mercantil que ver a un cantante así de corporativo incluir el ítem "revolución" como parte de su stock. Y en un show auspiciado además por una cadena local de retail como éste.
Si esa es la "rock section" en el programa, luego vendrá la "romantic section", que es el momento apropiado para sumar buena conciencia al espectáculo. Como introducción para el compilado de baladas ya aludido, es proyectado en las pantallas un video sobre la fundación que lleva el nombre del cantante, con información sobre la campaña contra la prostitución infantil que impulsa y con más palabras clave como "derechos humanos" y "nueva esclavitud". "Unidos por ellos somos la semilla", es la última de esas idea-fuerza y entonces viene "Somos la semilla", una balada en plan unplugged y con las pantallas en conveniente blanco y negro para comunicar más solemnidad. "Chile, infórmate y ayuda. Sí se puede", dice al final Ricky Martin, sin temor a pedir prestado el slogan acuñado por Obama hace cuatro años, si se trata de ejercer el poder innegable del cliché para una buena causa.
Ya en la segunda canción, "Shake your bon-bon", el cantante ha pronunciado palabras como "latin lover", "desperado" o "Mata-hari", estas últimas dos con acento gringo, y así también viene a vender exotismo latino acá donde ser "latino" nunca será exótico. Pero traer a estas tierras un producto cuyo target tan obvio es el Primer Mundo ni siquiera suena fuera de lugar ni contradictorio, porque Ricky Martin no sólo es global: además pone a funcionar al consumidor global que hay en cada fan, qué importa si está en un país subdesarrollado. "Latin lover" o "vida loca" al final son expresiones de un léxico que no pertenece a ningún lugar específico y que pertenece a todos, tal como suenan neutros los aires flamencos de "Tu recuerdo" o los pianos salseros de "María", por más que Martin la presente con la frase "Un poco de sabor latinoamericano para mi gente". Más certera es otra frase suya: "He perdido todo, hasta la identidad", canta en "Te extraño (...)", aunque no es exactamente así. Ha renunciado a una identidad, pero es porque las quiere todas.
A fin de cuentas tiene sentido que el auspiciador de este concierto haya sido una megacadena de multitiendas local. Por todos los argumentos contundentes expuestos en su show, Ricky Martin es, en su tiempo, el cantante internacional que mejor ha entendido las reglas para vender un espectáculo global al mundo, sólo acompañado por Shakira. Luis Miguel elige vender "romanticismo". Chayanne apuesta al "romanticismo" y al ritmo "latino". Arjona se inclina por esos dos y por el "contenido social". Enrique Iglesias lo intenta pero es el que peor canta de esa liga. Martin en cambio las hace todas, sin fronteras, con los distintos elementos en venta disponibles como si se tratara de una tienda por departamentos. Ritmo, baladas, seducción, letras bilingües, dance, remedos de rock, saborizantes latinos, una cuota de responsabilidad social empresarial, confeti, llamaradas, fumarolas, fuegos artificiales y un constante llamado a la fiesta: todos los artículos están en su lugar y debidamente organizados a lo largo de un show sin pausas. Ricky Martin instaló su multitienda propia esta noche en el Nacional, y lo vendió todo.