Para ocupar un término futbolístico, desde el buen continuo que armaron los discos Bajo el signo de Caín (1993) y Laberinto (1996), Miguel Bosé se puso "lagunero", alternando trabajos rescatables como Sereno (2001) con otros más bajos como Por vos muero (2004), amén de momentos francamente descartables. Cardio, en 2010, pareció traer de vuelta a la mejor versión del cantautor, pero el impulso ahí alcanzado fue rápidamente mandado al tacho ante la tentación de volver a pasar por caja, de la mano de esa insufrible fórmula llamada Papito.
Nunca se sabe, entonces, cuándo Bosé pueda volver a poner marcha atrás, así es que mejor aprovechar este nuevo vuelo que emprende al alero de Amo, disco lanzado esta semana, y en el que recuerda que detrás de los refritos de "Linda" y "Nena" aún hay lugar para el artista inquieto y propositivo. La receta esta vez no dista mucho de la empleada por el español en lo que va de siglo, cada vez que ha decidido viajar a las profundidades del pop y no quedarse en la comodidad de las baladas y los remixes. Es decir, inclinación por la electrónica, cuotas de misterio y elegancia, y resoluciones alternativas para canciones que aparentan ir por el promedio.
"Encanto" lo muestra en la apertura, en una de las piezas que pese a ser de las más rítmicas del volumen no renuncia a la brisa fría que atraviesa a buena parte del mismo, en parte gracias al tono grave y susurrante del cantante. "Amo" aprieta similar tecla, aunque desde los coros prolongados y múltiples que tanto gustan al artista. Los mismos, bajo fórmula U2 (incluida la guitarra), se aprecian en la más íntima "Sólo si".
Con los sellos particulares que permiten los cambios de ritmos y los efectos, ésos son los territorios que sigue recorriendo Amo en el resto de sus cortes, aunque puntos más bajos llegan cuando el español se pone algo sensiblero, como en "Libre de amores", y sobre todo en "Tú mi salvación", una canción con un piano preponderante que habla de lo mucho todo ha cambiado desde que el objeto de dedicatoria llegó a la vida del intérprete (¿una alusión a la paternidad?). En su defensa se puede argüir que esa pieza es una de las dos que no fueron compuestas por él, junto a "I miss your face", que tampoco está entre las más rescatables.
El saldo, entonces, es positivo, pero puesto este disco en perspectiva hay un dejo amargo que no deja de aparecer. Será que dan ganas de tener a Miguel Bosé al frente, y decirle que de una vez por todas se deje de escuchar sus viejos éxitos y planificar duetos con estrellas latinas de moda, para dedicarse con más regularidad a seguir desafiándose. Es cierto que cuando se involucra en ese proceso, no siempre llega al mejor de los puertos, pero al menos la posibilidad de que efectivamente lo haga aún permanece intacta.
—Sebastián Cerda