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Datos blandos

Con sensatez y sentimientos complementados como pocas veces pasa, el primer disco de este cantante y autor y su grupo es uno de los más promisorios estrenos chilenos del año.

08 de Diciembre de 2014 | 14:08 |

En la definición habitual de datos duros y blandos, los primeros se relacionan con factores cuantitativos, objetivos: números, si hay que buscar una palabra. Y los segundos se refieren a elementos subjetivos, cualitativos: sentimientos, si hay que buscar otra. Es un lenguaje aplicado a datos pero también a "competencias" o "habilidades", una jerga usual a nivel de gerencias, departamentos de recursos humanos o asuntos como "empleabilidad". El grupo chileno Pablo Morales y los Inmorales hace justamente el favor de sacar la idea de su entorno tecnócrata original y aplicarla al terreno blando y sensible de la canción. Y es una idea despierta para sustentar un logrado primer disco.

Los versos de la canción "Nadar", donde Morales canta sobre asalariados, ofertas navideñas y pasarelas de la burocracia, parecen anclarse en esa dualidad entre datos duros y blandos. Y en el fracaso operativo del mecanismo, por lo demás. "A pesar las nuevas computadoras y a pesar del cálculo eficiente de las horas / en el norte, el sur, el este y el oeste sudan una vez más las mismas camisas", dice ahí. Y la canción que da título al disco es una serie de interrogaciones sobre quién mide el descontrol del asesino, cuánto pesa la suerte jugada en el casino, quién calcula la razón de las canciones o quién mensura eso que el cantante y autor porteño Osvaldo Rodríguez, más conocido como el Gitano Rodríguez, llamó el miedo inconcebible a la pobreza, y que aquí Pablo Morales cita de un modo tal emotivo como natural.

"Ven a ver cuál es la dureza del problema / que desnuda la blandura de los datos", es la línea que sintetiza el sentido de esa canción y del disco. En Datos blandos hay también asuntos más íntimos, como en "La falta", donde el cantante habla de "labios cerrados por falta de besos", pero sobre todo es posible encontrar datos sobre la cotidianeidad, en las despiertas observaciones que recorren la primera canción como "La farmacia de la esquina no quiere menos enfermos", "Una mujer de tacones no puede correr con total alegría" o "Ni las filas de los bancos son precisamente juegos populares", o bien en los versos menos literales y más sugerentes de "Su cabeza", en torno al oficio de la música, o de "La misma canción", donde canta "Con qué colores vestimos un funeral que nunca ocurrió" y pone, otra vez, al alcance más cotidiano el dolor por las violaciones a los derechos humanos: una herida y una canción que no prescriben.

Noticias igualmente buenas hay en la música. Este grupo se pasea por los géneros, abundan aquí los instrumentos acústicos pero no por eso es siempre folk: el disco parte apertrechado en rock hecho a mano, incursiona en un reggae guitarreado a leña en "Lista de espera", propone un aire de zamba en "Datos blandos" y otro ritmo latinoamericano en "Su cabeza", guiña a un pulso mapuche en "La conquista del espacio" y sustenta la inspirada conjunción de melodía, armonía y letra de la citada "La misma canción" sobre un redoble sutil de ritmo nortino: un aplauso. Es una idea musical tras otra, desde los más mínimos detalles, como ese patrón rítmico exacto y minucioso de triángulo al final de "La falta" hasta el hecho de que en canciones como "Lista de espera" o "Chocan los autos" el autor escribe en líneas octosílabas, incluso con esdrújulas en "Nadar", métrica que de alguna forma vincula esta música con el universo hondo de la décima. Y por fin hay aquí además un cantante chileno que pronuncia las vocales y consonantes del castellano sin afectaciones, por si todo lo anterior fuera poco. Son datos, pero también habilidades, y Pablo Morales y los Inmorales las tienen. Con sensatez y sentimientos complementados como pocas veces pasa, Datos blandos es uno de los más promisorios estrenos chilenos del año.

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