El español había venido en 2008 para despedirse de los escenarios. El anuncio no fue cumplido, y la extensión de su actividad, por ahora, no parece la mejor decisión.
Foto: Claudio PobleteFue en 2008 cuando Camilo Sesto regresó a Chile en el marco de una gira con motivación confesa: Despedirse de los escenarios. Después de eso no habría más oportunidades de ver en directo a una de las mayores glorias de la música romántica en español, al artista que traspasó a generaciones con canciones que se transformaron en un sonido tan familiar como el viento, y que se aprendían tras escucharlas en la radio del propio hogar.
A la luz de lo mostrado entonces, la decisión no podía parecer menos que correcta, pero como varios otros que han hecho la misma promesa (desde Charles Aznavour hasta Faith No More), el hombre de "Perdóname" también se arrepintió, y de siguientes presentaciones con olor a desliz, pasó al retorno hacia una rutina regular como cantante activo.
Es en ese contexto que el español regresó esta noche de viernes a Santiago, ante una Movistar Arena llena con cerca de 12 mil personas, que presenciaron un show en el que las dudas se imponen por paliza a las certezas. La causa inicial es, desde luego, el estado vocal de Sesto, en quien sus mejores años ya no son ni siquiera un reflejo, sino un recuerdo amparado en un cancionero inolvidable y portentoso como pocos.
Pero un cancionero que también fue confeccionado para esa garganta extraordinaria de sus años de gloria, que hoy ya luce gastada y sobreexigida, lo que obviamente no se revierte con las inyecciones de bótox que evidencia su rostro. Ya en la largada, con "Con el viento a tu favor", lo deja entrever, al alero de una voz claramente inestable, y un esfuerzo evidente por alcanzar las notas más altas, a las que llega apenas, transmitiendo un incómodo vértigo.
Luego, los problemas se multiplican, y ya no se trata sólo de afinación, sino incluso de modulación, entre otros que el español intenta aplacar con trucos habituales: Reduciendo su voz hasta el susurro en versos como "evitarás la mirada mía" ("Donde estés, con quien estés"); ocultándola entre coro y orquesta en los clímax de "Terciopelo y piedra" y "Quieres ser mi amante"; o derechamente acudiendo a la mímica, en "Vivir así es morir de amor".
Pero Camilo Sesto, al igual que otras glorias de la canción hispanoamericana, es también una religión entre sus fans, que hoy como mañana y como siempre, son capaces de soslayar éstas y otras dificultades, en pro de ese bien superior que parece ser el reencuentro de frente con el artista y su legado.
Pero, ¿hasta dónde ese afán debe llegar? ¿Hasta dónde las ganas del reencuentro deben mantener en el ruedo a quien ya ha manifestado expresamente la conveniencia del retiro? Y, por otro lado, ¿tenemos derecho de mandar a pensionarse a quien, pese a no estar en condiciones, aún tiene ganas de seguir activo, y público dispuesto a verlo cada vez? Por ahora, dejémoslas como preguntas sin respuesta, llenas de esperanza...