Ha sido fructífera la historia compartida entre Inti-Illimani y Patricio Manns, con especial foco en el equipo que forman Manns y el director histórico del conjunto, Horacio Salinas, una de las duplas de autor y compositor más valiosas de la música chilena. Es una historia marcada por el exilio y la dictadura, época en la que estos hombres iniciaron un trabajo que ha quedado patente desde entonces en canciones tan reconocidas como "Samba landó", "Vuelvo" o "Medianoche" entre decenas de otras. Y de partida ahí está una de las varias virtudes de este nuevo disco. Lejos de reproducir parte de esa historia ya escrita, aquí el grupo se interna en un terreno del autor que nunca antes había explorado, y es un descubrimiento en más de un sentido.
Aquí están las canciones tempranas de Manns, es decir las de su época inicial en plenos años '60. Siete de las diez composiciones datan de 1965 a 1967, sólo dos corresponden a las décadas siguientes, "El pacto roto" (1972) y la "Balada de los amantes del Camino de Taverney" (1983), e incluso está la primera creación del autor, "Bandido", compuesta ya en 1956 según los créditos del disco. Pero si aquí no están las obras ya conocidas de Manns con Inti-Illimani, hay una segunda salvedad, porque tampoco figuran los mayores éxitos de esa época primera del cantante, como "Arriba en la cordillera" y "El cautivo de Tiltil", sus canciones más universales. Del continente Manns, Inti-Illimani elige primero una época de nueva para el grupo y luego escoge parte del repertorio menos advertido de esa época.
Lo que no impide que sean melodías populares por definición. Estas composiciones traen muchas veces consigo un eco de la llamada "Nueva Ola folklórica" o Neofolklore que estaba en boga en la época en que fueron compuestas. Son canciones que remiten a un Chile donde en las radios sonaban Los Cuatro Cuartos mucho antes de la aparición de los propios Inti-Illimani, que recién se formaron como un conjunto universitario en 1967, cuando Manns llevaba ya una buena década de recorrido. De hecho son Los Cuatro Cuartos los que en 1964 graban una versión de "Bandido" en su primer LP, según consignan los autores González, Ohlsen y Rolle en su libro "Historia social de la música popular en Chile" (2009). Y en canciones como "Bandido" o "El andariego" (1965) está ese ADN, entre arreboles, relumbros y otras palabras de viejo cuño al servicio de la figura romántica de un viajero que canta "A mí me gusta ser libre / si vivo de andar y andar / llevando la herida abierta / y aquí en mi pecho por su mirar".
En paralelo al sello de una época está el sello personal, tan o más poderoso, de Manns como creador. Es un sello que no cuesta llamar literario, y no sólo porque el autor sea además un prolífico novelista, sino porque en estas estrofas delinea una galería de personajes como el protagonista de "Bandido" o los pescadores de "Los mares vacíos", junto a la melancólica poesía del amor desdichado que se escucha en "Elegía sin nombre" o en "Valdivia en la niebla". También está el Manns más épico que ya en 1967 grababa un segundo disco como El sueño americano, considerado un antecedente de las cantatas populares que luego iban a proliferar en la música chilena. Esa voz comprometida se escucha en "Canto esclavo", canto a la emancipación americana en versos como "Los tristes sueños del indio" y bien transcrita por el grupo a un compás afroperuano, a partir de la denominación de baguala original impresa por Manns en su LP del '67.
Y además del espíritu de una época y del sello de Manns está la identidad de Inti-Illimani Histórico. El grupo viaja en el tiempo a buscar esta música para traducirla a su lenguaje ya reconocible de timbres latinoamericanos, siempre rico en armonías y sustituciones de acordes, pero al mismo tiempo para mostrar innovaciones en los arreglos. En ese plano Camilo Salinas es un integrante clave con instrumentos como el piano de "Ya no canto tu nombre" o el acordeón evocador de "El andariego", y cuando el trío de integrantes jóvenes entre Salinas, Fernando Julio y Danilo Donoso queda a cargo, en "El pacto roto", transforman a Inti-Illimani Histórico en un sorprendente trío de jazz con piano, contrabajo y batería tocada con plumillas. Sin instrumentos ni compases del folclor, en ese punto el grupo parece alejarse como nunca antes de su estilo conocido, sin por eso perder su naturaleza.
La flauta traversa del más reciente integrante Hermes Villalobos juega un rol relevante en varias de las canciones, y el frente de voces mayores entre Horacio Salinas, Horacio Durán y José Seves permanece al frente del característico canto al unísono del grupo en "Elegía sin nombre" o "Canto esclavo", aunque también se multiplica en "Ya no canto tu nombre". El percusionista Danilo Donoso debuta con propiedad en la voz principal en "La guitarrera que toca", y Seves, solista por naturaleza del grupo, halla a menudo además una voz nueva, menos vehemente y más introspectiva, antes respetuosa que apasionada en una canción erótica por definición como la "Balada de los amantes del camino de Tavernay" y en cambio entregado por completo en su interpretación conmovedora de "Valdivia en la niebla". Es la antesala de la emoción auténtica que trae consigo el mismo Patricio Manns invitado a cantar la última canción de este trabajo, revelador en todo sentido. Pocas veces un disco de diez canciones sonó tan inmenso. Inti-Illimani Histórico canta a Manns es pura historia transportada hasta el presente.