Las dos tienen un recuerdo compartido de esa primavera del '65. Silvia Lamadrid y María Eugenia Meza eran unas liceanas santiaguinas y ésa fue la estación en que salió a circular una nueva revista juvenil: "Ritmo" se llamaba, y ambas fueron asiduas lectoras. De vuelta al presente, en 2015 se cumplirá medio siglo de esa publicación, una de las más importantes revistas juveniles chilenas. Y en los últimos años tanto Lamadrid como Meza volvieron a esas lecturas, destinadas esta vez a dejar por escrito en un libro el análisis del rol histórico de "Ritmo".
Es "Ritmo revisitado - Representaciones de género en los 60" (2014), un trabajo publicado a fines del año pasado por Cuarto Propio con el apoyo del Fondo del Libro. La autora, Silvia Lamadrid, socióloga, master en ciencias sociales y doctora en historia, inició el libro a partir justamente de esa tesis de doctorado en la Universidad de Chile. Y la editora es María Eugenia Meza, periodista que a partir de ese texto académico dio forma a un libro orientado a todo público, en consonancia con el impacto generacional de "Ritmo", la revista de mayor tiraje nacional en su momento.
La teoría de género y la historia social son las herramientas teóricas con que Silvia Lamadrid relee "Ritmo" y enfoca el acontecer cotidiano reflejado en esas páginas para adolescentes de los años '60, época de cambios sociales sin precedentes en Chile y el mundo. Es la historia impresa por ejemplo en las secciones de cartas o de consejos impartidos por la directora María Pilar Larraín a las lectoras y lectores de "Ritmo", respecto de las que la teoría de género es útil para analizar los contenidos más valóricos difundidos por la revista.
Le dijeron que no tenía sentido: los inicios
Pero el inicio es más vivencial que teórico para Silvia y María Eugenia. "Ritmo" sale a la calle el 9 de septiembre de 1965, consigna la autora del libro. "Y con la María Eugenia esperábamos la revista con ansias, nos pareció súper entretenida", dice. "Las dos éramos de cultura de revistas, de comprar ciertas revistas semanalmente, era una costumbre", agrega la editora.
"Ritmo" fue una idea original del periodista y dibujante Alberto Vivanco, quien dibujaba la tira "Lolita" en el diario "Clarín", trabajó en medios como "La Chiva" y fue luego editor de revistas de Quimantú, según documenta Lamadrid. Y la primera iniciativa de Vivanco había sido proponer esta revista juvenil a la editorial Zig-Zag. Sin éxito.
"Le dijeron que no tenía sentido porque ese segmento de población no iba a comprar la revista", explica Lamadrid. Sí se interesó María Pilar Larraín, y por su intermedio la revista fue lanzada por Lord Cochrane, la editorial iniciada en esos días por Roberto Edwards. Ziz-Zag, que para entonces editaba la revista de cine y espectáculos "Ecran", de todos modos inauguró en 1965, y poco antes de "Ritmo", una publicación para adolescentes a partir de una sección destinada en "Ecran" al movimiento de la Nueva Ola: "Rincón Juvenil".
-En ese tiempo Zig-Zag estaba en manos de la Democracia Cristiana, y también el gobierno. Y en cierto sentido "Rincón Juvenil" fue bien programática del esfuerzo editorial que estaban haciendo los demócrata cristianos -dice Lamadrid-. Tiene algo de pedagógico, mucho más texto y propone temas, más interesantes. En cambio "Ritmo" fue mucho más liviana desde el principio, mucho más marcada por María Pilar Larraín.
La carpetita de una revista juvenil: 1965
Con Larraín como directora, Vivanco como subdirector y redactoras como Graciela Torricelli, según destacan Lamadrid y Meza, "Ritmo" fue un éxito editorial juvenil sin precedentes. Llegó a vender cien mil ejemplares, según la autora, quien refiere también las tensiones existentes al interior del equipo. Vivanco fue subdirector sólo hasta 1968, año de su alejamiento de la revista. Larraín fue directora hasta diciembre de 1970, porque se fue de Chile tras la elección del Presidente Allende, y la revista continuó dirigida por Luz María Vargas.
-Vivanco relata que siempre hubo una tensión porque María Pilar quería que la revista fuera para "jóvenes como uno", y él opinaba que tenía que ser para todos los jóvenes -explica Lamadrid-. Y por ejemplo tuvieron peleas internas en términos de qué cantantes preferir para la portada. Lo que él relata textualmente es que la disputa clave, central, fue porque él quería poner a Palmenia Pizarro, que vendía discos como loca, y María Pilar encontraba que Palmenia Pizarro no correspondía a la imagen de la revista. Finalmente él se impuso, y dice que ahí sintió que la relación se estropeaba.
Una vez en Quimantú como editor de revistas, Vivanco fue responsable de publicaciones como la revista femenina "Paloma". "Y fue un exitazo también. Era la revista que vendía en Quimantú. Vivanco lograba combinar la soltura con el contenido y ser lúdico, popular y creativo junto con el interés de expresar a la gente", comenta Lamadrid. "Un tipo súper inteligente, con mucha capacidad de percepción de los públicos posibles y con esta visión editorial. Hay que pensar que era muy chico cuando se le ocurrió la idea de 'Ritmo', fue antes de la universidad", agrega Meza. "Vino del liceo de Quilpué a estudiar periodismo a Santiago, con su carpetita de una revista juvenil".
Ser una muchacha encantadora
En buena medida la revista "Ritmo" ha sido asociada con el movimiento musical y juvenil de la Nueva Ola, cuyos cantantes fueron protagonistas constantes en las portadas de la revista. Pero sus alcances van más allá, dice la autora del libro.
-Tenía toda la información de los cantantes, pero también una buena cantidad de artículos prácticos, secciones de consejos de desarrollo personal, por así decirlo, y una sección de cartas donde María Pilar contestaba la inquietudes del público, que era claramente adolescente. Con preocupaciones de esa edad, quince a diecisiete años.
"Las cosas que la gente preguntaba, y que también uno se preguntaba en esa época, eran qué hacer cuando un chico te gustaba, si esperar, si dar el paso, ese tipo de cosas que uno no conversaba necesariamente con la familia", agrega Meza. "O bien cómo vestirse para ir a un malón", dice Lamadrid. "Tampoco le ibas a preguntar a la mamá porque no tenían idea".
-La Nueva Ola, que es de antes del '60, ¿ya había instalado añois antes ese gusto generacional diferenciado de los adultos? ¿No fue tardía esta reacción editorial en el '65?
Lamadrid: Sí, pero también es singular si uno se fija sobre todo en el primer año y en el '66 (de la revista): la facha de los cantantes no es particularmente disruptiva respecto de los cantantes antiguos…
Meza: … en relación al crooner.
Lamadrid: O sea, Larry Wilson: terno. Alan y sus Bates: terno, pelito corto, pero corto.
-Más corto que los Beatles.
Lamadrid: Los Beatles eran el pelo largo, larguísimo.
Meza: Los Beatles cambian eso. Y ellos llegan a Chile el año '64, no antes.
Lamadrid: Efectivamente antes de eso los cantantes se presentaban así. Incluso los más rockeros, como Peter Rock, en sus presentaciones a lo sumo estaba de jean. Y cuando actuaban estos cantantes siempre estaban de gala.
-¿No había nada revolucionario en apariencia, o para la época sí es revolucionario que aparezca una revista así?
Lamadrid: Era moderno, diría yo, más que revolucionario. De hecho María Pilar era una mujer bien conservadora políticamente. La visión de ella empalma totalmente con la de las mujeres de clase alta de la época, como que "la política es sucia y nosotros tenemos que hacer la vida armónica y grata". Era una cosa de mucho respeto, caballerosidad y cortesía entre hombres y mujeres, pero con mundos muy aparte. Complementarios pero bien aparte. Y ese modelo es el que ella transmite a las y los jóvenes que leían "Ritmo": cada quien en su rol.
"María Pilar no tenía un discurso político explícito, pero era totalmente implícito", agrega. "Sobre todo después de que se deshace de Vivanco (en 1968) va mostrando cada vez más cara, y critica por ejemplo que los jóvenes participen en paros y en centros de estudiantes". Y esa aludida distinción de roles y géneros es constante.
-Hay coherencia en la revista en entender que hombres y mujeres son muy distintos. Irremediablemente y felizmente distintos. Y que además no hay otra cosa que hombres y mujeres. Cero posibilidad de situaciones intermedias. Proponen que la juventud es sana, alegre, una edad en la que, claro, se puede ser un poco irresponsable, pero hay que prepararnos para una vida de responsabilidad futura, entonces tienes que ser buen estudiante, buen amigo. Pero una vez establecido eso las diferencias son radicales. Se supone que los hombres tienen que concentrarse en estudiar, ellos toman la iniciativa en el plano sentimental, mientras ellas tienen que ser unas especies de agentes motivadores sociales de su entorno, y tienen que estar en todas partes, hacerse amigas de todo el mundo, hacer cosas encantadoras por los demás: ser una muchacha encantadora.
La gran actividad que era el "Ritmo Baby"
Lamadrid menciona ejemplos numerosos de esa visión de mundo en la revista, por ejemplo en artículos en torno a la iniciativa en las relaciones de pareja. "Y eso es línea editorial: la iniciativa es de los varones", cita. "Eso es parte de la personalidad femenina, que es estar dedicada a los otros: lo que tú tienes que hacer es lograr que el otro reaccione ante ti. Que se me caiga algo para que él me vea, que me recoja el pañuelo".
Alude a otra nota de consejos para conservar la ropa en los cambios de estación. "Tenías que lavar y arreglar la ropa que ibas a guardar para la siguiente estación. Esto para las chicas: 'los muchachos por supuesto le pasan sus cosas a la mamá'", vuelve a citar. O bien escoge una nota sobre qué hacer al ser invitada por primera vez a la casa del pololo: cómo vestirse, qué actitud adoptar, de qué hablar.
"Y ahí viene un consejo maravilloso: 'Por muy intelectual que seas, ni intentes lucirte con tus conocimientos. Porque no es justo, pero nadie aprecia los lucimientos intelectuales de una muchacha'", refiere. "Eso para nosotras era una aberración. Pero era entre comillas el mundo normal", dice Meza. "Eran tan normal que uno lo había oído. Entonces que lo dijera una revista no era raro", agrega Lamadrid. "Uno tenía que guardar todos sus reconcomios con la revista y con el medio porque efectivamente no era muy apreciado el intelectualismo en las mujeres".
-¿Todas esas son lecturas que puedes citar porque la hiciste ahora, o porque te quedaron en la memoria desde ese tiempo?
-Ambas (se ríe).
-¿Y hubo diferencias entre leer la revista en tiempo real y ahora para el libro? ¿Te "hacía ruido" entonces como ahora?
-O sea, claro. El ruido ahora es mucho más sonoro. Pero muchas de las cosas que decía la revista "Ritmo", de cómo debían ser las muchachas, yo me daba perfecta cuenta de que no quería ser así.
-¿Ya tenían una lectura crítica entonces?
Lamadrid: Claro. Era divertido leerla, pero nunca participamos de la vida social que proponía "Ritmo", de formar fans clubes, participar en concursos, escribir cartas, ir a la revista, conversar con la María Pilar y la gran actividad que era el "Ritmo baby", donde los cantantes eran los equipos de fútbol y las niñas era proto-cheerleaders, con plumeros y todas esas cosas. Jamás se nos hubiera ocurrido ir a eso.
Meza: Pero la revista tenía otras cosas. Nos gustaba mucho la gráfica, y había también algo que curiosamente vuelve a estar de moda, que era el hacer las cosas por uno mismo: manualidades, tejer, bordar. Y se suponía, y era explícito, que podía ser un muy buen regalo para el pololo.
Lamadrid: Claro, todo lo que uno hiciera tenía que estar en función de eso, porque la meta era casarse, sin lugar a dudas. Y a la hora de elegir entre trabajo y familia, obvio que las muchachas tenían que elegir familia. No quería decir que eventualmente no trabajaran además, pero lo central era la vida familiar, mientras para ellos lo central era el trabajo.
Gloria aprende a cocinar: los matices
-¿En qué sentido es moderna la revista "Ritmo"?
Lamadrid: Es moderna en el sentido de decirte que tienes que estudiar, en la medida de lo posible llegar hasta sexto humanidades (actual cuarto medio), a la universidad y eventualmente trabajar. Pero siempre que subordinaras eso a la vida familia.
Meza: También era moderna en el sentido de planter que las mujeres no debían dejarse aplastar por los hombres, y en los textos de (Graciela) Torricelli es donde más se nota. Es decir si una chica quería usar minifalda tenía que hacerlo aunque el pololo no estuviera de acuerdo.
-Hay matices entonces, como en las tensiones entre Larraín y Vivanco.
Lamadrid: Eso es lo entretenido. Además hay otra contradicción obvia, porque te proponen que tienes que dedicarte a la familia, pero aparece el discurso sobre las cantantes. Porque las cantantes tienen carreras. Entonces ¿hasta dónde va a durar esa carrera? ¿Sólo hasta que se casen y tengan niños? ¿O es una carrera para toda la vida?
-¿Y eso está respondido en la revista?
Meza: En cierto sentido sí, porque Gloria Benavides se casa (con el cantante Pat Henry) y sigue de alguna manera actuando.
Lamadrid: Gloria Benavides era una cantante de hecho más exitosa que Pat Henry cuando se casan. Ella era La Gotita, tenía diecisiete años, y en ese momento es obvio, nadie lo discute, ni siquiera ella, que tiene que dedicarse a la casa. Y efectivamente las entrevistas en el primer año son "Gloria en la casa está aprendiendo a cocinar". Claro, venía del liceo la cabra, ni idea de cocinar, se estaba adaptando. Es decir, ella había sido una cantante exitosa, brillante, y de un día para otro estaba encerrada en la casa. Y después embarazada.
-¿De alguna forma la revista comparte esa opción?
Lamadrid: Sí, es bastante implícito. Y Pat Henry, si quería ser cantante y dedicarse a la música, tenía que ir al extranjero a buscar su vida. Si se quedaba acá tenía que sacrificar la carrera musical y dedicarse a otra cosa. Tenía que obedecer al mandato masculino, de que ahora debía ganar harta plata.
"Por ejemplo Larry Wilson opta por eso: se retira de la música, se dedica a otras actividades, negocios, y mantiene su hogar", continúa. "En cambio Pat Henry, que se fue al extranjero, por un largo tiempo no tuvo éxito económico, y no mandaba plata, entonces Gloria Benavides volvió a cantar. Ella primero se retira, pero ante la situación concreta, material, del matrimonio, se ve obligada a salir a trabajar de nuevo. Y es interesante cómo la revista acoge ese hecho, y que en realidad Pat va a tener que comprender esta decisión que ella ha tomado".
-Son muchas cosas, llega a ser contradictorio entre la instrucción de quedarse en la casa y la de salir a trabajar.
Meza: Porque era una época de instrucciones contradictorias.
Lamadrid: Desde luego la instrucción más contradictoria, aunque la más implícita, es que a las relaciones entre jóvenes, los pololeos (a los que se convoca con respeto en el sentido de tomar en serio al otro, y todas las autoras critican mucho el picafloreo) son obviamente sin intimidad. No atravesar la barrera de la intimidad.
-Sexo.
Lamadrid: ¡No nombre al demonio! El demonio jamás aparece en las púdicas páginas de "Ritmo". Pero para el año '65 el Gobierno Demócrata Cristiano había empezado a repartir los DIU (dispositivos intrauterinos) en los consultorios, y se vendían libremente los anticonceptivos. Entonces se extiende esta píldora, y por ahí por el '68 en la revista reciben una carta, o reconocen que reciben una carta, porque anda a saber tú cuántas cartas hubo en el mismo tono, en la que preguntan sobre el uso de la píldora. Y es impresionante, porque te das cuenta de que la revista se ha quedado sin el argumento clave, que era el temor al embarazo.
-¿Y la respuesta es…?
Lamadrid: Es "no (al sexo), porque nadie quiere a las chicas que han estado con muchos hombres". Obvio.
Meza: Creo que la revista no hace más que reflejar la época. Obviamente la píldora empieza a cambiar la mentalidad, pero en ese momento estamos en el inicio de proceso. No se podía haber pedido más a María Pilar, que además venía con una formación católica súper fuerte y su guía espiritual era el cura Hasbún, como la Silvia también recoge en el libro, con todo lo que eso implica.
La carta triste de una lectora de La Granja
"La revista llegó a todas las clases sociales, pero sobre todo a los sectores populares", comenta Silvia Lamadrid. "Tenía mucho de enseñar a los jóvenes a vivir en la ciudad, cómo ser adecuados en la sociabilidad de las ciudades. Es el tiempo de la gran migración entre campo y ciudad, y entre ciudad chica y ciudad grande. Son familias que vienen de lugares donde el control social era muy directo, donde los padres te veían, a una ciudad donde no te ven, y donde no conoces a nadie. Eso implicaba que la etiqueta en las relaciones sociales podía ser desconocida para estos jóvenes que se habían movido en este mundo tan cerrado".
-¿Hay un sesgo de clase también en "Ritmo"?
Lamadrid: Las Misses Ritmo siempre fueron blancas y tendían a tener ojos claros, cero atisbo de mestizaje. Y hay un par de cartas mencionadas ahí en que por ejemplo una lectora de La Granja pregunta por qué una niña de población no es Miss Ritmo. Y otra carta es tristísima, de un grupo de niñas de sectores populares que se morían de ganas de conocer Providencia. Parte el mundo popular a Providencia, circulan por ahí, por el Drugstore, Coppelia, y la carta dice "Nos sentimos tan mal, todos nos miraban y se reían de nosotros".
Meza: Entonces ella (Larraín) condena esta discriminación, dice que no toda la gente en el barrio alto es así. Ella lo saca de lo social a lo personal.
-A propósito de lo mismo ¿se puede entender a la Nueva Ola como un movimiento popular, y si es así la revista "Ritmo" fue un aliado de ese movimiento?
Meza: No un aliado, pero dado que la revista se hacía cargo de lo que estaba pasando, no podía obviar ponerlos a todos.
Lamadrid: Pero también promueve hábilmente a cantantes de sectores más acomodados. Ella (Larraín) tiene una relación súper intensa con Los Cuatro Cuartos y Las Cuatro Brujas, por ejemplo. Y es la gran promotora del Pollo (el exitoso cantante José Alfredo Fuentes), que como muy bien señala Juan Pablo González (musicólogo y coautor del libro "Historia social de la música popular en Chile, 1950-1970", con Oscar Ohlsen y Claudio Rolle, 2009) es muy interesante el reemplazo que se hace de Cecilia, que viene más del mundo popular, que es disruptiva, porque era conflictiva, defendía lo suyo. Y es reemplazada por un cantante que en cierto modo es del mismo registro, pero que es totalmente doméstico, manejable.
"Y al Pollo lo promueve 'Ritmo', se cansa de darle portadas", continúa. "Mientras que con Cecilia era la guerra. Ella era muy rechazada (en la revista), de hecho el fans club protestó por el trato que le daban. Cecilia lo que tenía era que no se ajustaba al modelito, era una mujer mucho más intensa, de mucho movimiento, era un espectáculo cuando cantaba".
-¿De todos modos estuvo en la portada de la revista?
Lamadrid: Una buena cantidad de veces. Es que era inevitable. Nadie era más popular que Cecilia. Pero el sesgo es obvio. Cuando "Ritmo" parte, pone en la portada una foto de María Teresa, que era una cantante mucho menos popular o vendedora, pero muy monona. Ese año la portada debió ser para Fresia Soto. Ella se había ganado todos los premios en 1965. No le había quedado premio por ganar.
-Esas son las dos portadas reproducidas en la cubierta del libro: Fresia Soto y José Alfredo Fuentes. ¿Qué representa cada una?
Lamadrid: El chico bueno. Versus la latinoamericana morena, pero con los ojos celestes. Porque la Fresia Soto se puso ojos celestes un rato.
No la épica, sino lo cotidiano
"Se trata de una búsqueda que recurre a fuentes hasta hace poco no consideradas por la historia oficial, como los medios de comunicación, y que en la actualidad son tomadas en consideración por tratarse de vestigios vivos de la huella de los actores sociales", es parte de la reseña de la editorial para "Ritmo revisitado", a propósito de la historia social como disciplina de análisis.
-Claro, es la historia social y cultural en cierto modo, porque lo que quería era tomar no la épica, sino lo cotidiano -complementa Lamadrid-. Aquí no hay héroes, pero sí hay una propuesta que muestra cómo éramos en esa época, y cómo los discursos cambiaban para conservar. Es un modo de ver cómo en una sociedad súper conservadora se hace un tránsito muy lento hacia la modernidad. Que después, claro, con el Golpe se va a la punta el cerro la modernidad, porque el Golpe fue súper conservador en ese plano.
-¿En ese sentido es revelador usar una fuente "informal" como una revista juvenil?
-Y una revista además tan "insustancial". Porque culturalmente es muy expresiva. Habla hasta por los codos esa revista.
-¿Está validado a estas alturas acudir a fuentes menos oficiales como éstas?
Lamadrid: Dentro del mundo académico si, está validado.
Meza: Pero el otro día estábamos en un programa en la Radio de la (Universidad de) Chile y llamó un señor que preguntó para qué perder el tiempo analizando esta revista, ¿te fijas? A él le hubiera interesado, lo dijo como ejemplo, que se hubiera analizado el suplemento literario de "El Siglo". Claro, está esa cosa de la gran cultura por un lado, que es lo que importa, la cultura oficial, dijéramos, aunque esté reflejada en un diario como "El Siglo", que era la contracultura en su momento. Pero es la oficialidad de la contracultura. La revista "Ritmo" para ese pensamiento no es nada, no merece ser estudiada. Y sin embargo cualquier revista que tomes te da una cantidad de material enorme para entender los procesos de un país y el modo de ser de un pueblo.
-¿Y por su parte los estudios de género son también una herramienta reciente?
Lamadrid: En Chile desde los '80. En el mundo desde los '60.
-¿Y hay más literatura de este tipo, esta combinación de historia social y teoría de género?
Lamadrid: Fíjate que pensándolo bien tienes toda la razón, no hay.
Meza: Eso es lo inédito.
Lamadrid: Porque en general en el mundo académico se escriben kilos de cosas sobre género. Hay mucho trabajo, hay autoras consagradas, Katya Araujo, Ximena Valdés, pero no son, con la única excepción de "Madres y huachos" ("Madres y huachos - alegorías del mestizaje chileno", de Sonia Montecino, 1991), libros que lleguen al público.
-¿Pero te das cuenta ahora, no era el propósito hacer este cruce para el libro?
Lamadrid: No, para nada.
Meza: Bueno, si ella no pensaba en hacer el libro.
Lamadrid: Estaba tan ocupada terminando la tesis que…
-¿Tú en cambio te diste cuenta de que había un libro ahí?
Meza: Pero de todas maneras. Cuando me cuenta que está haciendo esto y me muestra un capítulo le digo que esto no puede quedar ahí, hay que hacerlo de otra manera, para un libro de consumo general, no sólo de tesistas de historia o de género. Tiene la gracia de que, partiendo de un anclaje en algo que es una vivencia para mucha gente, para toda una generación, te permite como lector tener una enorme variedad de información.
Lamadrid: Ahora, lo más tenebroso de esto es que, en las veces en que he comentado el libro en presentaciones con público estudiantil, la reacción de la muchachada de veinte años es "Pero eso no es tan distinto a lo que nos enseñaron a nosotros, como valores".
-¿Te parece decepcionante?
-No. Preocupante más que decepcionante, porque no tengo muchas expectativas. Preocupante sobre todo porque, a pesar de que cambian muchas cosas, el cambio cultural está ahí, las concepciones básicas de los géneros no han cambiado tanto, excepto en sectores muy particulares de la sociedad. El cuento del romance Disney sigue absolutamente vigente.
-¿Qué pasa si uno aplica estas mismas preguntas, sobre los roles rígidos de hombres y mujeres por ejemplo, a los medios supuestamente progresistas, de izquierda, del mismo tiempo?
Meza: Para la izquierda no existió el tema de género.
Lamadrid: Eran más modernos en términos del papel público de las mujeres. Sólo en eso. En todo caso estábamos en los '70, en el mundo estaba el movimiento feminista, creo que efectivamente el Golpe cortó posibilidades de transformación en ese sentido.
Meza: Sí, pero chispazos no más, porque ni una misma dentro del mundo político se planteaba como urgencia los temas de género. Eso vendría después: primero había que solucionar los problemas de clase, ésa era la orden del día. Entonces la izquierda chilena fue una izquierda tremendamente machista. Si por algo el chiste era hablar del machismo leninismo.
-Por ejemplo hablábamos de "Paloma", una revista femenina de la editorial Quimantú. ¿Qué tan moderna era también?
Lamadrid: A ver, era moderna en el sentido de que daba mucho lugar a la mujer en el mundo público, pero a la compañera. En el obvio sentido de que fuera pareja de un hombre militante. O por lo menos de un obrero consecuente. Pero en ese sentido era mucho más abierta. Porque la "Paula" había sido así también, moderna en cuanto a que la mujer tuviera participación en el mundo público. Pero la "Paloma" estaba dirigida a otro sector social que era mucho más conservador. O sea, este planteamiento de que la mujer pudiera salir de la casa y hacer cosas, ¿en el mundo obrero? … ponía nervioso al personal. En las organizaciones de mujeres en los '80, que eran básicamente pobladoras, tú preguntabas cómo iban las cosas en la casa, si no tenían problemas con que las dejaran salir. "No, no tengo ni un problema, me arranco, me voy por la ventana", decían.
Meza: Y mucho después, para una gran cantidad de mujeres del mundo proletario, obrero, popular, la posibilidad de hacer sus vidas según lo que ellas piensan, profesional o espiritualmente incluso, implica una ruptura con el marido.
-Finalmente, ¿qué tan neutral se puede ser al investigar estas desigualdades, más allá de entender que es el contexto de una revista del año '65, al que no se pueden aplicar estándares de hoy? ¿Es todo comprensión o algo hay de indignación también?
Lamadrid: Yo creo que la indignación está, pero sobriamente. O sea, creo que si lo lees te vas indignando. Sólo contar la anécdota de la chica de La Granja que escribe ya es indignante. Era cosa de ponerlo.