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Smoke + mirrors

Un potencial de éxitos reforzado para renovar el éxito de su disco debut y una historia sobre la ingrata vida del rockstar es lo que trae el segundo álbum de la supervendedora banda estadounidense.

21 de Febrero de 2015 | 12:26 |
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Una música tan comercial como ésta será el opuesto a una búsqueda experimental, pero justo por esa razón Imagine Dragons resultan ser un buen experimento. Porque son reales superventas. Es el test de ver cómo reacciona un grupo luego de facturar un disco debut tan mega exitosos como Night visions (2012), en especial con el impacto de la canción "Radioactive". Y esta banda iniciada en Las Vegas responde en dos sentidos, entre el potencial de éxitos reforzado que renueva en Smoke + mirrors (2015), si es por el sonido, y el argumento de la desdicha que trae consigo la fama, si se trata del guión.


Será pop rock, pero el sonido de Imagine Dragons sigue siendo tan ampuloso como sugiere el nombre de la banda. Hay grandes dimensiones en la cantidad de ingredientes a los que echan mano y en los resultados que obtienen con ellos. No por nada se ganaron comparaciones con gente como Coldplay: "Smoke and mirrors", la canción, parte efectivamente como si el cantante Dan Reynolds fuera Chris Martin y además hubiera contratado para tocar la guitarra a The Edge, de U2, esa antigua banda de rock del siglo pasado que en 2014 hizo el ridículo en iTunes sobre la que los fans de Imagine Dragons pueden averiguar más con sus padres.


Pero es apenas una parte del total. Imagine Dragons hacen pop rock de sintetizadores en "Shots", una combinación épica de coros y percusiones en "Gold", una balada de piano dramática en "Dream", un rock de guitarras que no disimula su cercanía con Black Keys en "So sorry", un viaje kitsch a un supuesto Lejano Oriente de plástico en "Friction" o un himno medio bíblico en "I bet my life", que está como para alabar a alguien. A ellos mismos por ejemplo, cuando toquen esta canción en vivo para las masas. Más allá de esos devaneos, consiguen buenos resultados cuando rompen el consabido compás de batería rockera en la citada "I bet my life", en "Dream" o en el atractivo patrón rítmico de "Summer".


La especialidad de la casa es otra vez la voz de Reynolds, capaz de alternar diferentes tonos graves, altos y falsetes con los que a ratos llega a un nivel Modern Talking, otro nombre que los fans pueden investigar con sus padres. Con esa voz el cantante despliega el relato de este disco, en el que habla de terapias, maldiciones y disculpas. Lo primero que canta en Smoke + mirrors es "Disculpas por todo lo que he hecho", en "Shots", y luego no canta, sino grita, "Lo lamento tanto"", en "I'm so sorry". "Primero viene la bendición de todo lo que habías soñado / Pero después llega la maldición de los diamantes y anillos", nos cuenta en "Gold". "No es la imagen de una vida perfecta / No lo que tenía en mente", agrega en "Hopeless opus", una canción que desde la palabra "opus" suena grandilocuente. Así con la pobre vida del rockstar.

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