El "monstruo" de la Quinta se rindió ante Ricardo Arjona
VIÑA DEL MAR.- En este género aparte llamado Ricardo Arjona, los elementos puestos al servicio de las canciones (no vale la pena seguir ahondando en ellos) se han vuelto tan reconocibles que ya es dable hablar de fórmula. Es eso lo que le ha valido habitar un mundo bipolar poblado únicamente por dos clases de seres: Los fanáticos acérrimos y los que se ufanan de detestarlo.
Con mucho más de favorable que de adverso para sí, el guatemalteco siempre optó por moverse cómodamente en ese acotado rayado de cancha. Pero en su séptimo paso por el Festival de Viña del Mar, demostró que también es posible agrandar esos márgenes para mostrar algo más, aunque nunca tanto como para que Arjona deje de ser tan... bueno, Arjona.
No era tan difícil. Dejando fuera de la discusión el asunto de las metáforas (que simplemente se aceptan o no), el artista pulió su ensamblaje y subió en un par de grados el tonelaje de su banda, para recubrir a sus éxitos de nuevas lecturas que resultaron pertinentes y novedosas, y que aunque también miraron de cerca al exceso, no alcanzaron a caer en él.
Esos nuevos aires se respiran desde el inicio: Guitarras y saxo dialogan en un riff de aspiración rockera en la apertura con "El problema", pese a una mezcla que en el anfiteatro hace apenas audible la voz del cantautor, ataviado con chaqueta, sombrero y guitarra al cuello.
Son en total nueve músicos en escena, incluyendo percusiones, saxo y violín, en una formación no muy distinta de la que venía mostrando en sus últimas ocasiones, pero que ahora se mueven con una intencionalidad diferente.
Prueba de ello es una refrescada versión de "Te quiero", y otra de "Acompáñame a estar solo" desplegada entre percusiones y distorsiones, elemento que también sobresale en piezas como "Cavernícolas". "Historias de taxi", en tanto, resalta su borde tropical y sus aires arrabaleros, en un continuo que va del son a la salsa.
Pero quedarse en ello es parcializar demasiado a Ricardo Arjona. Porque el guatemalteco, lo sabemos, es también fenómeno entre sus fieles. O más bien "vicio, religión y filosofía", como lo describió una fanática de club en el video de presentación.
Ello llevó a una a arrojarle su sostén durante "Desnuda" —que el cantautor recogió obervando las bondades en la temperatura de la prenda—, y a otra a agigantar su carné de identidad con tal de hacerse visible de cara a "Señora de las cuatro décadas". Y tuvo su premio: Aunque Arjona casi se manda un numerito haciéndola subir, para luego cantarle a la esposa del periodista Iván Núñez, la favorecida finalmente se bajó del escenario hasta con beso y selfie a cuestas.
La recompensa del guatemalteco, en tanto, fue la esperable: Gaviota de Plata y de Oro, aunque desde el público se escuchó también clarita la palabra "platino". Y a este paso, para la próxima, más vale empezar a considerarlo, porque lo de Arjona con Viña del Mar simplemente no tiene fecha de vencimiento a la vista.