Cat Steven y Nano Stern los protagonistas de la última noche
SANTIAGO.- En este evento que siempre entrega la responsabilidad de subir los ánimos a reggaetoneros, bachateros y pachangueros varios, lo de Nano Stern esta noche de viernes fue como una ventisca refrescante.
El músico, una de las voces chilenas más inquietas y pródigas de nuestra otrora "nueva" generación de cantautores, demostró que esa legítima aspiración de este certamen puede también cumplirse desde vertientes tan diversas e impensadas como la psicodelia, la fusión latinoamericana y otras expresiones de la música de raíz.
Porque entre los que no partieron tras la presentación de Cat Stevens, no hubo quién se resistiera a la naturaleza nortina del "Carnavalito del ciempiés", el cover de Mazapán que Stern incluyó en su disco La Cosecha (2013), y que cierra con un complejo entramado de armonías en que se mezclan la escuela docta y la popular.
La jarana criolla la reforzó luego con "Tejequeteteje", tras una frase contra el empresariado y la clase política despachada rapidito, casi como una introducción con orden rítmico.
Fue un primer esbozo de su anunciada descarga discursiva, que el cantautor completó luego en forma de décimas, en las que se paseó entre los abusos de poder y los desastres ambientales, con versos como "más el lucro y sus afanes / no tienen capacidad de entender / la realidad de mapuches y yaganes".
Y aunque recibió con alegría las gaviotas que el público pidió con claridad, de todos modos aprovechó de dar una repasada al Festival, remarcando la línea "por favor no crean que somos todos tan hueones, yo prefiero el canto a toda esta vanidad", en el epílogo de "Dos cantores".
La descarga psicodélica de "Casualidad" y "La raíz", el optimismo de "Un gran regalo" y la carga festiva de "El vino y el destino" (con el ex JuanaFé Juanito Ayala) completaron un panorama con diversidad de emociones y tonalidades, que ratificó ante la señora que lo mira por tevé un despegue que, con o sin esta cita, Nano Stern ya tenía más que consolidado.