Fue en algún período entre 2009 y 2012, según recuerda ahora, que José Jünemann tuvo una crisis. Más exactamente lo que él llama una potente crisis artística. Para entonces se había iniciado una década antes en Chile como baterista de la precursora banda de post-rock Mota, se había establecido luego en Barcelona, donde acuñó el nombre de Zigarettenpause para producir música electrónica, y entre 2007 y 2012 se había entregado al rock de nuevo en la batería del siempre estimulante trío Familea Miranda, formado también por chilenos con sede en Cataluña.
Eso hasta la crisis que afectó sobre todo su veta de productor de música electrónica, se acuerda. "Una de las razones por las que dejé de lado la música electrónica fue que entre los años 2009 y 2012 tuve una potente crisis artística y llegué a momentos en que pensé que había perdido la creatividad, esto como compositor y productor. Pero por otro lado tenía la banda, giras, conciertos y estaba tocando más batería que nunca, entonces igual me sentía muy activo artísticamente. Cuando pierdes la creatividad no es que simplemente dejas de crear porque no se te ocurre nada. Por lo menos lo que a mí me pasó es que nada de lo que hacía me gustaba y no lo consideraba digno de ser mostrado ni mucho menos editado".
Han pasado dos años desde entonces, y las pruebas del apropiado manejo de crisis de José Jünemann están disponibles. Y libres para descargar de Internet. Jünemann es June or July, nuevo nombre bajo el cual postula al podio de los músicos chilenos más prolíficos de la temporada recién pasada, habida cuenta de los tres discos consecutivos que grabó en 2014, siempre en Barcelona, publicados por el sello chileno de música electrónica Pueblo Nuevo: primero Drones, impros & scapes Vol 1, luego Vol. 2 y más tarde Volumen 3. Y aquí hace una retrospectiva de esos trabajos, habla de cómo hacer música electrónica sin abrir un solo computador y hasta de sus inicios en el circuito independiente chileno de hace más de una década, sin redes sociales, Lollapalooza ni auspicios.
La máquina del viejo Simeon: una inspiración
El origen de June or July se remonta a abril de 2013 en Ojalá Esté Mi Bici, un colectivo del barrio barcelonés de Roquetes que autogestiona conciertos de música underground afines al tipo de rock que tocan los citados Familea Miranda, con integrantes de bandas como Decurs, Maamut, Abobinable, Zonula y Zoozobra, explica Jünemann.
Él mismo inició allí un grupo llamado Ratpenat. "Y fue precisamente en un concierto montado por este colectivo que se les cayó una banda. Entonces al preguntarme si conocía a alguien que quisiera tocar, me animé a mostrar lo que estaba desarrollando como solista hacía un rato", dice. Es el origen inmediato del primer disco de June or July, Live at Rocketas (2013), grabado en vivo esa noche.
-¿Desde cuándo viene esta música? ¿Cuándo empezaste a componer solo de nuevo, o nunca dejaste de hacerlo?
-Es una historia larga. Con Zigarettenpause, mi proyecto electrónico anterior, tuve mucha actividad entre 2004 y 2006, y desde que entré a Familea Miranda en 2007 mi concentración se enfocó más en la banda y en la batería. Aunque di uno que otro esporádico concierto en solitario en los años posteriores, al proyecto lo tenía bastante abandonado. También me anduve hartando de la "escena" electrónica por distintos motivos, sobre todo por el nivel de superficialidad que manejaba cierta fauna perteneciente al medio. Pero hubo un evento que me abrió un poco los ojos, un momento inspirador. En una gira por Portugal coincidí con un concierto de Silver Apples, o bueno, lo que queda de Silver Apples. Así que me escapé a verlo y fue brutal.
Silver Apples es la banda de música electrónica y psicodélica neoyorquina iniciada en la segunda mitad de los años '60 y reunida luego en los '90 y en el nuevo siglo, liderada por el músico Simeon Coxe. "El viejo Simeon tocaba con puras máquinas viejas. En medio del concierto tuvo que cargar samples con un floppy disc, lo que a él y a todos nos dio risa. Tenía también una máquina muy rústica, supongo fabricada por él, que era como una especie de sintetizador totalmente analógico, a transistores y tubos, que controlaba con una manivela y que hacía unos ruidos tan brutales y tan reales que nos dejó peinados para atrás y eso que íbamos con el pelo muy corto. Casi todos los temas eran en 2/2, lo cual generaba una sensación muy lisérgica y nos mantuvo volando en un estado psicodélico por un buen rato. Mucho tiempo después supe que efectivamente él diseñó y construyó esa máquina, y la bautizó con su nombre: The Simeon".
Incluye baterías: electrónica hecha a mano
Tras dejar a Familea Miranda a comienzos de 2012 y de vuelta de un viaje a Chile, Jünemann siguó tocando batería con Ratpenat y Deborah Mess, sus dos bandas paralelas, pero pronto le dio por hacer de nuevo música electrónica.
-O no electrónica propiamente tal, sino un proyecto mío, desde otro punto de vista, con otros parámetros y otro punto de partida. Antes había trabajado casi únicamente con samplers, secuenciadores y sobre todo con (el software) Ableton Live, y casi siempre que produje electrónica era con la intención de hacerla bailable. Ése era el concepto principal detrás de Zigarettenpause.
Y esta vez iba a ser lo opuesto, por intenciones y también por el equipamiento que consiguió.
-Lo primero que hice fue dar vuelta todo, cerré el computador y decidí profundizar mis conocimientos sobre síntesis. Me hice de un sintetizador VA, o virtual analógico, lo que significa que produce el sonido de forma analógica pero lo modula de forma digital. Un buen ejemplo es el Korg Microkorg, y después de investigar un rato me pillé un Akai Miniak de oferta. Con este instrumento empecé a sintetizar mis sonidos, a familiarizarme con conceptos como matriz de modulación, formas de oscilación, analog drift, y a desarrollar el concepto sonoro detrás de June or July.
Vinieron nuevas máquinas para su arsenal. "Adquirí un par de Kaoss Pads, los cuales uso para loopear, insertar y modular efectos en tiempo real; una MPC-500 para tocar las baterías y finalmente llegó a mis manos un DSI Mophokey, que es un sintetizador RA o real analog de Dave Smith –el padre del midi–, en donde toda la señal eléctrica es analógica, lo que da una personalidad y profundidad única al sonido", explica. Y otra diferencia es que la música electrónica según June or July incluye baterías. Las baterías análogas que toca Jünemann.
-Desde el comienzo quise incluir mi batería en el diseño sonoro. Para mí un sampler es la mejor herramienta para tocar tu batería en vivo al mismo tiempo que tocas un sinte, manejas efectos y trabajas con la mesa de sonido. Grabé en mi estudio librerías de baterías, con una técnica de dos micrófonos y una cuerda que te permite medir una equidistancia entre donde golpean la caja y el bombo con los micrófonos, y dar un sonido más vintage y más crudo a los tambores. Luego cargué todo a las máquinas y me largué a improvisar. El resultado inicial es lo que se escucha en Live at Rocketas.
-¿Entonces no hay softwares involucrados en June or July?
-No compongo con software, por lo menos no para June or July. Compongo con el piano, en este caso el sinte. Primero toco lo que quiero decir, luego voy grabando, editando. Con este sistema el software es irrelevante, ya que sólo lo usas para grabar. No dibujo ni escribo la música: la toco y la grabo. Aunque uso el secuenciador en casos muy puntuales, a la hora de componer trabajo sobre todo con los sintetizadores y la loopera del Kaoss Pad 3, que me permite cazar al vuelo ideas que nacen desde la espontaneidad, desde la improvisación, desde lo que esté pasando por mi cabeza en ese minuto. Actualmente el set se compone de sintes analógicos, samplers, pedales de distorsión y otros efectos que manejo en vivo. Casi todos los equipos los he pillado de ocasión.
Decepcionado por la tecnología: vergüenza ajena y propia
La improvisación es un punto de partida común a los tres discos recientes, explica Jünemann.
-Experimentando con las máquinas, conectando y desconectado y conectando otra vez cables y explorando diferentes ruteos, desarrollé un sistema, un flujo de trabajo que me permite improvisar desde cero, cosa que con la música electrónica es casi imposible, y comencé a tocar y a tocar y a tocar estos "volones". También les tomé el tiempo, porque una de las cosas más increíbles cuando uno toca música es que pierdes totalmente la noción del tiempo. Casi todos duraban entre siete y diez minutos y ninguno se parecía al anterior. Ya cuando tenía bastante claridad de cómo montarlos y suficiente práctica los grabé. Hubo un momento en que tenía acumulados casi ochenta minutos de material, así que me largué a editarlo.
El primer disco en salir fue Drones, impros & scapes vol. 1. "Casi no tiene baterías reales, pero lo poco de electrónica que se escucha está tocado en tiempo real con un pad y loops tomados al vuelo, no secuenciados. Vol. 2 explora el mismo concepto y añade las baterías reales para que no se aleje de June or July sonoramente hablando. Con el Volumen 3 sigo con el mismo principio y añado el bajo eléctrico para acercarme a un sonido más influenciado por el rock (psicodélico), aunque la electrónica predomine. Éste me tomó más tiempo ya que es más rico en instrumentación y por ende más complejo de editar.
-En uno de los temas de Vol. 2, "An observation part 1" es como si superpusieras dos compases distintos, uno de tres tiempos en la base electrónica y uno de cuatro en la batería. ¿Te interesa ese tipo de combinaciones?
-Supongo. Ésa es una modulación métrica, una bien básica en la que tomas el valor de una negra con punto y lo transformas en el de una blanca, pero bueno, como batero siempre busco hacer cosas raras con el tiempo. A veces me resultan, otras veces no.
-Y es interesante el título "Disappointed by technology". ¿De dónde viene, alguna experiencia personal?
-Hay veces en que siento que la tecnología existe sólo para hacerte perder el tiempo. Y sí, ha habido veces que los computadores, por más de marca que sean, me han hecho pasar vergüenza, ajena y propia, arriba del escenario.
Serigrafía y cinta analógica
Ambient, krautrock, noise y folktronica, o sea música ambiental, rock progresivo alemán, ruido y electrónica con folk, en otras palabras posibles, son algunos géneros a los que el sello Pueblo Nuevo echa mano para identificar esta música. Son sonidos que vienen interesando desde distintos momentos a Jünemann.
-Cuando estudiaba en el (instituto de música chileno) Projazz hace años, la gran Berni Martínez (Bernardita Martínez, entonces bajista de la banda de rock Guiso y solista debutante en 2014 con su disco Bernardita), con la que éramos compañeros de clase, me mostró (al grupo alemán) Can y su increíble baterista Jaki Liebezeit. También con ella descubrí Boards of Canada, pero no fue sino hasta ver a Silver Apples que se me ocurrió extrapolar a la electrónica sonidos de vieja escuela. June or July, a diferencia de todos mis anteriores proyectos, mira más hacia atrás que hacia adelante. Otra gran influencia son los discos que editó Oneohtrix Point Never (el músico estadounidense Daniel Lopatin) por el sello Software Recording Company: discos como The fall in to time (2013), entre otros, mucho antes de lo que hizo con (el sello londinense) Warp. También lo que está haciendo Pye Corner Audio (el músico Martin Jenkins), sobre todo sus series grabadas en cinta analógica; últimamente Datasette y lo que hacen los chilenos Föllakzoid.
En la reseña de uno de los discos de June or July es posible leer que en esta música el productor "explora la temática de la inocencia y la pérdida paulatina de ésta, pasando por la curiosidad, el descubrimiento, las primeras decepciones, la soledad, el miedo y el perdón".
-¿Cómo es abordar todo eso en una música abstracta, sin letra por cierto?
-Creo que la explicación es bastante abstracta también. No creo que estos sean discos conceptuales ni mucho menos, pero a la hora de componer y registrar el material ha habido una clara dirección. El arte de Solange Dalannais también ha influido. Por ejemplo en Vol. 2 llevaba uno o dos temas en curso cuando vi por primera vez la serigrafía que terminaría siendo el arte del disco. Musicalmente lo que había hecho ya me evocaba inocencia, por las notas y ritmos que había elegido, pero al confirmar el arte el disco se cerró en ese tema en particular. Es bastante subjetivo la verdad, pero prefiero siempre tener un concepto claro en la cabeza, me ayuda a definir lo que quiero decir.
-Con estos discos es posible recordar las veces en que tocabas solo acá en Santiago, ya en la época de Mota, por ejemplo en el subterráneo de La Trova, frente al Parque Forestal. ¿Han Solo te llamabas en ese tiempo?
-Han Solo, qué risa, ja ja. Primeros intentos, ignorancia total, tratando de imitar a Fila Brazilia…
-¿Ves alguna relación entre lo que tocabas entonces y ahora? ¿Qué música hacía Han Solo?
-Yo creo que Han Solo es como el abuelo de Zigarettenpause. Y June or July es como el arqueólogo que encontró las ruinas con los fósiles de los dos.
Lo vendíamos por cinco lucas y lo encontraban caro
Dos viejos conocidos de Jünemann figuran en los créditos técnicos de los discos de June or July. Uno es Rodrigo Gomberoff, con quien integró Familea Miranda: Katafú (guitarra y voz), Gomberoff (bajo y voz) y Jünemann (batería). Y el otro es Rodrigo Rammsy, con quien años antes formó Mota, esa aludida banda de post-rock que a comienzos de siglo prensó en los discos Motademo (2001) y Motadisco (2002) su sonido hipnótico y siempre instrumental: Ricardo Halabi (guitarra), Luis Felipe Saavedra (teclados), Rammsy (bajo) y Jünemann (batería).
-Por un lado con Milo Gomberoff nos topamos regularmente en el estudio y siempre que podemos nos ayudamos en lo que sea -dice hoy el baterista-. Y Rammsy vive ahora en Barcelona, vino a hacer un máster en sonología en la Universidad Pampeu Fabra y nos hemos estado viendo todo este tiempo. Con él es con quien más me comunico de los Mota y es un agrado tenerlo aquí en Barna. Hemos hecho varias cosas juntos, como tocar en vivo, electrónica él con su proyecto y yo con el mío, y también lo invité a participar como guitarrista a Ratpenat. Así que once años después volví a tener el placer de tocar con el excelente músico que es. Tuvimos algunas presentaciones en vivo con la banda y alcanzamos a grabar cinco temas. Fue en una de esas que me ayudó con lo de June or July.
-¿Escuchaste el EP The light (2013) que sacó por el sello Discos Pegaos? ¿Qué te pareció?
-Debo decir que aunque no es exactamente el tipo de música que escucho en estos momentos, el disco está increíblemente bien hecho y suena notable. Es que el gato es un capo.
-¿En qué fecha fue tu última actuación como baterista de Familea Miranda?
-La última vez que toqué en vivo con la Familea Miranda fue en Zaragoza, en la sala Arrebato, en la que son anfitriones un grupo que se llama Picore, que es una de las mejores bandas de la península. Para mí fue un muy buen concierto, Katafú estrenaba guitarra y yo estaba tocando con la potente batería Santa Fe de Pablo, el baterista de Picore. El público cantaba las canciones, gritaban, bailaban, lo pasamos increíble. Creo que en ese momento ninguno de los tres sabía que sería nuestro último concierto juntos. Yo no fui ni el primer ni el último baterista de Familea Miranda, el tema va mucho más allá de ese simple detalle. Familea Miranda fue, es y será una gran banda y siempre habrá un espacio para ellos mi corazón. Aparte que siempre me va a dar risa haber quedado inmortalizado de travesti en la portada del Dramones (el disco que el grupo grabó en 2010).
-Ya van más de diez años desde que fue grabado el disco de Mota. ¿Cómo lo ves a la distancia?
-Lo de Mota fue un verdadero piscinazo, lo único que teníamos eran temas, porque tampoco era que tocáramos tanto. Los cuatro estudiábamos en ese tiempo y cuando uno es estudiante piensa que la vida funciona de otra forma. A través de Marcelo Buscaglia (gestor de la productora Astrocaglia en la época) conseguíamos tocatas principalmente en La Trova, que posteriormente se llamó La Salita, y Roberto Oyarzún (guitarrista de la banda de rock instrumental Griz) también nos invitó a tocar junto a Griz en la Peña del Nano Parra y otros lugares. Mucho antes de que se grabara con un computador y una tarjeta de sonido grabamos el demo de cinco canciones con Pablo Muñoz (integrante del actual dúo De Janeiros junto a Milton Mahan, de Dënver) y su portaestudio de doce pistas, y luego Super 45 nos dio el segundo lugar en el Concurso de Nuevos Sonidos.
Ha sido un párrafo lleno de referencias al circuito de música independiente santiaguino de la década pasada, en el fue incubada buena parte de la actual escena pop chilena.
-En ese tiempo casi no había escena, se hacían tocatas esporádicas, por supuesto no había buenas salas, ni dinero, ni marcas, ni megafestivales ni nada por el estilo. Internet estaba en pañales, así que tocábamos en lugares minúsculos, compartíamos la combi con los Guiso para llevar los equipos, mucha distorsión, mal sonido, pasteleos varios… Luego con Roldán Valenzuela y nuevamente Pablo Muñoz grabamos el disco (Motadisco) en nuestra sala de ensayo en (la calle) Roger de Flor y ahí quedó. Lo vendíamos por cinco lucas y casi nadie lo compraba porque lo encontraban muy caro.
-¿Cómo ves ese tiempo en contraste con la situación actual de algunos de esos músicos y de otros más recientes?
-La verdad es que once o doce años después de eso me alegra un montón ver que mis amigos músicos de esa época ahora tienen sellos, como los hermanos Gómez con Algo Records, o viajan tocando, y me gusta que para las bandas nóveles haya más oportunidades que las que tuvimos con Mota, como lo que están haciendo Oliver Knust y Aldo Benincasa (gestores de productoras actuales como Discos Río Bueno y Trenza), consiguiendo buenos estudios para grabar, como lo de Miss Garrison en Nueva York, o que las marcas les subvencionen equipos de calidad que a veces los músicos no nos podemos permitir.
"Me alegra que las bandas salgan de Chile y muestren su trabajo en festivales como el Primavera Sound (en Barcelona), que hace dos años contó con cinco bandas chilenas, todo un record, incluidos Matías Cena y Congelador, que estuvieron tremendos. O en el festival Fusion, en Alemania, donde el año pasado tocó Foex y hace un tiempo estuvimos con la Familea. O ver los vinilos de Föllakzoid destacados en las disquerías de Europa, ver cómo el público canta las canciones de Dënver, coreografía incluída, o se goza a los Astro. Este es un muy buen momento para la música chilena. Lo único que falta, en mi humilde opinión, es que en Chile mismo se le dé la importancia que merece. Estoy totalmente de acuerdo con la ley del veinte por ciento de música chilena en las radios, creo que es un buen punto de partida. Y por otro lado estoy en total desacuerdo con las políticas artísticas neocon (neoconservadoras) de que 'el arte tiene que ser rentable'. ¿Te imaginas a Arjona tocando en el Municipal? ¿O siendo citado por un personero de la UDI? ¿O eso ya pasó?"
-No sé si lo de la UDI, pero lo de Arjona sí que pasó. En 2014.
-Es el camino perfecto a que el arte deje de ser tal y sólo se convierta en entretenimiento, vacuo e irresponsable. Las políticas públicas deberían estar orientadas a la creación sin considerar el factor económico de la propuesta. Eso es la perdición.
-¿Qué planes tienes con June or July, viene tal vez un cuarto disco pronto o alguna posible visita a Chile?
-Ahora estoy terminando un EP para el sello catalán Bestiar, y luego de eso quiero enfocarme en el directo, invitar músicos, etcétera. ¿A Chile? ¡Claro! ¿Cuando quieran! Opciones siempre habrá.