SANTIAGO.- Un curso al menos inusual en el mundo editorial es el que siguió el chileno Mario Valdivia, hasta llegar a obtener el timbre definitivo en el oficio de escritor. Sin querer reconocerse como tal, pero asumiendo su gusto por la escritura, ni siquiera pensó en la opción de contactarse con un sello cuando terminó su primera novela, hace ya algunos años. Simplemente, subió su obra a internet y la dejó ahí, a disposición de quien quisiera leerla.
De ese modo continuó publicando nuevos títulos a partir de 2010, hasta que ese "quien quisiera leerla" un buen día encarnó en una editorial multinacional. Una de las grandes.
"Me preguntaron si quería que me leyeran en serio uno de los títulos que tenía allí", recuerda. Y aceptó. Salto rápido al final feliz de esta historia: Ese mismo libro que los editores leyeron, y que Valdivia había dejado disponible en la red en 2012, es el que ahora llega a todas las librerías de Chile bajo el nombre de "Crimen de Barrio Alto" (Planeta, $12.900).
El escritor, nacido en Santiago y con infancia en Chillán, aún intenta acomodarse a este nuevo estatus. "Es como haberme lanzado a un mar tormentoso, movido. Me están pasando cosas nuevas", cuenta, aunque las enfrenta con una mezcla de curiosidad y satisfacción por llevar al gran público a su creación más consistente: El detective Óscar Morante.
Porque ése es el protagonista no sólo de ésta, sino de otras tres historias policiales que Valdivia ha escrito, y en las que Morante se lanza a la tarea de investigar crímenes que, por cierto, no son nada sencillos y atraviesan varias capas sociales.
En el caso de "Un crimen de barrio alto" todo se detona con el hallazgo del cuerpo de Clarisa de Landa, una brillante ejecutiva bancaria asesinada en su propia casa, de la que además se han extraído cinco valiosísimas pinturas.
"Partió siendo un crimen pasional, pero lentamente fue transformándose en uno en que está metido la codicia, la corrupción. Y me gustó. Gracias a Morante, que como buen policía tiene derecho a meterse en todas partes, pude entender mejor hasta qué punto en Chile hay dos mundos opacos que no se conocen, porque Chile creció, y hoy las mangas ya no saben dónde están las bastillas", explica Valdivia.
-¿Para denotar eso había que instalar el crimen en la clase alta?
-Estoy tratando de escribir sobre uno (crimen) en el mundo de los empresarios recién surgidos, en ámbitos como el transporte y la mecánica. No sé cómo me va a salir, no conozco mucho ese mundo. Ahora, ¿por qué el barrio alto? Fíjese lo que está pasando hoy día: Yo partí hace cerca de seis años con esto, y la realidad de la clase alta hoy es un policial.
-Pero sin sangre...
-Wait a moment, como dicen los gringos. Espérese.
-¿Para allá vamos, dice usted?
-¡Por supuesto! Va a tener que pasar algo tremendo de repente. Si se ha empezado a suicidar gente del Puente de Roma. El Mapocho no da para eso, pero será en otra parte. Yo no predigo eso, pero es lo que puede pasar cuando se empiezan a destruir de tal manera las identidades, los prestigios, cuando la gente queda tan mal con los hijos...
-En su novela, cuando el director de la policía encarga la investigación a Morante le dice "Óscar, se trata de un crimen de barrio alto. Usted sabe cómo es esto. Pida los recursos que necesite". ¿El crimen de un rico importa más que el de un ciudadano común?
-No he hecho una investigación que lo confirme, pero no tengo la menor duda de que es distinto para la policía investigar un crimen de barrio alto que uno que no lo es. En el de barrio alto habrá presiones de todos lados, abogados complicados, asesores siniestrones... Está claro que para un policía que viene de General Mackenna, va a ser preocupante. Y tiene que manejarse políticamente, que es lo que le pasa a este Morante, que no sabe cómo moverse ahí.
-Mario, ¿cree que esta novela lo instalará como ejemplo de escritor que puede saltar de internet al papel por el valor de su obra, y no por contactos u otros elementos?
-Yo vengo de Chillán, y si hay algo que la gente de allá no entiende son los contactos. Somos muy pajarones. Pero siempre me enseñaron que uno tiene que producir la mejor empanada del barrio para que te la compren. No sacas nada con tener contactos. Y me puse a escribir en internet sin expectativas, sólo por la alegría de escribir, a mi tiempo, sin apuros. Y me llamaron para publicarla y aquí estamos. En una de ésas muero como escritor. Sería divertido.