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Motörhead y Judas Priest inundaron de rock duro y heavy metal la noche de Santiago

Ambas agrupaciones, emblemas en lo que respecta a los sonidos más pesados del rock, congregaron a cerca de 15 mil fanáticos a un Movistar Arena que se vistió de colores oscuros para el evento.

06 de Mayo de 2015 | 00:53 | Por Felipe Kraljevich M, Emol
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Motörhead en el Movistar Arena.

Cristián Soto, El Mercurio

SANTIAGO.- En una jornada que de seguro la feligresía metalera recordará por meses, dos de los conjuntos más emblemáticos del género aterrizaron en la capital para mostrar que aún con el paso del tiempo, siguen manteniendo una vigencia y lozanía que rivaliza con los actos más jóvenes del estilo.

Esto, porque la llegada de Judas Priest y Motörhead los encuentra en un momento álgido en sus carreras. Los Priest, liderados por el cantante Rob Halford, llegan con el disco Redeemer of Souls bajo el brazo. Lanzado en 2014, el álbum volvió a poner a la banda en órbita cuando incluso ya habían anunciado su retiro unos años atrás. Ni hablar del trío liderado por el eterno Lemmy Kilmister, que en los últimos años se ha mantenido activo gracias a un nutrido calendario de conciertos, además de su última nominación a los Grammy de este año con el tema "Heartbreaker", del disco Aftershock, lanzado en 2013.

El presente ideal de ambas agrupaciones fue el marco perfecto para la cita, la que se inició a las 19:00 con la presentación de los nacionales Inquisición, histórica banda de heavy metal que mostró, en media hora y ante unas tres mil personas, un rápido repaso por su discografía.

A las 20:00 horas exactas Motörhead hizo aparición en el escenario del Movistar Arena. "We are Motörhead and we play rock 'n' roll" dijo Lemmy y el sonido potente del grupo cubrió cada sector del recinto. Por algo son el conjunto más ruidoso del orbe y exprimen al máximo esa cualidad, tocando con un volumen ensordecedor que, a pesar de todo, hace perceptible todo: desde el bajo distorsionado de Lemmy, pasando por el motor de la banda, el baterista Mikkey Dee, hasta llegar al guitarrista Phil Campbell, que reúne el virtuosismo y la eficacia del riff en su arsenal.

En una hora exacta de show, el trío decantó por presentar una acertada mezcla de clásicos como "Stay clean" y "Metropolis", ambas del álbum Overkill (1979), con temas pertenecientes a Aftershock, como "Lost woman blues". Asimismo, Lemmy y los suyos también se dieron el lujo de visitar algunas joyas perdidas del catálogo de Motörhead, como "Rock it", perteneciente al disco Another perfect day, de 1983. Y aunque la presentación fue corta, la sola presencia del bajista y vocalista bastó para que las 15 mil personas se rindieran al acelerado rock y heavy blues que muestra Motörhead. De hecho, uno de los momentos más emocionantes fue cuando el Movistar Arena comenzó a gritar "Lemmy, Lemmy", a lo que el aludido respondió diciendo "ustedes son el fucking mejor público del mundo y yo nunca digo eso por cortesía". La presentación de Motörhead finalizó con otros dos clásicos de fuste: "Ace of spades" y "Overkill", los que encendieron, literalmente, el ánimo ya que un grupo de los fanáticos sacaron unas bengalas a relucir en la pista del Movistar Arena.

Una hora de descanso y luego, Judas Priest ingresa al escenario con un set sencillamente demoledor. Uniendo sus clásicos de siempre como "Metal Gods" y "Victim of changes" con temas de su más reciente trabajo, los británicos armaron una propuesta que se eleva dentro de lo mejor que han realizado en su carrera en los últimos años. Gran responsable de ello es, sin dudas, Richie Faulkner, nuevo guitarrista que reemplazó al histórico K.K. Downing y que le ha brindado un sonido moderno al grupo, sin que se pierda una de sus claves, las famosas "twin guitars", el virtuoso duelo guitarrero que se planeta junto a Glenn Tipton.

Este nuevo estilo queda patente en los temas más actuales, como en "Dragonaut", pero al mismo tiempo se acopla bien a clásicos como los ya mencionado u otros como "Love bites". El estilo de Faulkner le da un nuevo aire a esos temas y incide, además, en la performance de Rob Halford. El vocalista, que siempre fue un portento, demostró en cada una de las canciones que presentó Judas Priest el por qué es considerado uno de los mejores cantantes de heavy metal del planeta, con un estilo que ha influenciado a muchos. En "Devil's child", por ejemplo, brilló como también en "Halls of Valhalla", donde pasó de los gritos agudos a vocalizaciones más guturales. Sin embargo, lo mejor quedó para el cierre del recital, con una soberbia presentación de "Breaking the law" y una performance no menor de Halford y compañía en el que quizás sea el último gran clásico de Judas Priest, "Painkiller".

De esta manera fue que culminó una velada metalera que reunió a una multitud en torno a dos verdaderos próceres del estilo, los que mostraron su mejor forma, lejos de cualquier sombra de autocomplacencia. Ambas agrupaciones, cada una en su nicho, desmostraron que pueden seguir manteniéndose vigentes y continuar siendo fuente de inspiración para otras bandas que quieran acercarse a eso que llaman metal o rock pesado. Y esa no es tarea que cualquiera pueda realizar.

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