SANTIAGO.- En el sitio web Astronomos.org, se define a las variables clataclísmicas como "estrellas que cambian súbitamente de brillo debido a una violenta explosión", que se produce luego de que uno de los dos astros que integran el sistema se dilata, momento en que parte de su material se desprende y precipita hacia su compañero. "El resultado es un incremento elevadísimo en el brillo del sistema", agrega la definición.
La astrónoma Margrethe Ekström no es indiferente a este fenómeno, pese a saber del peso específico que a estas alturas tiene en su profesión. "Deben estar entre los cuerpos más fáciles de encontrar en el cielo por los observadores sin entrenamiento. Su lista es tan larga que desde hace años se clausuró: A nadie le interesa ya catalogarlas. Pero a mí me parecían fascinantes", escribe en su diario.
Margrethe no lo ha enunciado de esta manera, pero entre su propia existencia y la de esas estrellas que tanto le fascinan existe un correlato, que el escritor chileno Patricio Urzúa se preocupa de desentrañar en una novela titulada precisamente "Las variables cataclísmicas" (Planeta, $12.900). En ella, la astrónoma es protagonista de uno de los cuatro relatos que la estructuran.
"Creo que las variables cataclísmicas son muy útiles en cuanto metáfora de lo que termina ocurriendo con los personajes de la novela. Cada uno se arroja en pos de una obsesión, de un deseo, de alguien", explica el autor, aludiendo no sólo a esta científica que envejece en una casa de reposo.
Un hombre recién abandonado por la mujer que fue su pareja en los últimos años, y con la que compartió su obsesión sexual por los cuerpos ancianos; un hijo que intenta comprender la ausencia de su padre, guionista de cómics, a través del diario de éste; y un carnicero neonazi, cuyo hermano con autismo forma parte de los ensayos de dos tipos en busca de una cura para la enfermedad.
Todos ellos completan el universo de la novela, en historias independientes que, según Urzúa, están conectadas "por un tono, por un par de episodios, por una sensación de extrañeza", y por "cierta ansia, cierta necesidad un poco enfermiza de saber algo, de poseer algo, de encontrar algo".
Los relatos "tienen que ver con la forma en que creo que nos relacionamos con el resto de la gente en ciudades como la nuestra, armando a veces tejidos que son muy tenues, y que en otras conducen a la obsesión o al desastre". Y aunque según el autor "pueden experimentarse como cuatro historias separadas", en rigor se combinan como un todo único, algo en lo que contribuye la narración alternada entre dos de ellas.
Esa opción fue una de las que ayudó a Urzúa a marcar diferencias con "Nunca", su primera novela —"que tiene una sola voz, y es muy lineal", dice— y la que lo insertó en el mundo literario después de años dedicado sólo al periodismo.
"Siempre me lo he tomado muy en serio", dice sobre su faceta literaria el columnista del sitio Súper 45 (dedicado a la música independiente) y periodista de radios. En ella, no se siente adscrito a alguna corriente específica de las letras locales, aunque precisa que "me gusta pensar que soy vecino de un montón de gente que creció desconfiando de las versiones oficiales, de las instituciones, de los grandes procesos".
"Todos nacimos a mediados o fines de los 70, crecimos durante la dictadura, éramos adolescentes durante la transición. Cada quien respondió a eso a su manera: Desde imaginar que la historia es una mentira, literalmente, hasta desmontar la prueba de aptitud y convertirla en una herramienta narrativa. Imaginar sociedades secretas que gobiernan el país o poner a Chile como el escenario de las andanzas telúricas de algún monstruo... No sé, me parece que son parte de lo mismo. Respuestas ante la realidad, formas de combatir algunos discursos".