SANTIAGO.- Los "mocosos revoltosos" que han hecho de las suyas en los últimos inviernos no actuarán este año, según lo prevén las proyecciones
climatológicas.
Es decir, este 2003 no será ni seco ni extremadamente lluvioso, pues los fenómenos de El Niño y de La Niña dejarán de jugar en las costas chilenas.
Así lo afirmó a "El Mercurio" el jefe de Climatología de la Dirección Meteorológica de Chile, Jorge Carrasco.
Explicó que los últimos antecedentes indican que Chile enfrenta la fase terminal de la corriente de El Niño, pues está descendiendo la temperatura de la superficie del mar que afectó al país a partir de mayo-junio del año pasado.
De acuerdo a los modelos de predicción climática, dentro de dos meses más se restauraría la condición normal de la temperatura marina, por lo que en invierno habría precipitaciones, pero no temporales torrenciales como los del año pasado.
Por lo tanto, el fluviómetro llegaría a rango normal. Lo que implica, para Santiago, precitaciones de unos 312 milímetros como total anual, precisó Carrasco.
Bajo el efecto de El Niño, el año pasado el fluviómetro se empinó sobre los 600 milímetros.
Esto no quiere decir que no habrá lluvias —advirtió el meteorólogo—, pero los eventos lluviosos serán menos intensivos que los registrados el año pasado. Por ello, es recomendable que todas las comunas y los hogares se preparen de
igual manera para el invierno, limpiando canaletas y desagües y recojan las hojas, recomendó Carrasco.
Cada cierta cantidad de años, las costas del Pacífico y del norte del país sufren el calentamiento de sus aguas, aumentando la temperatura del aire en uno a dos grados sobre lo normal. Como consecuencia, el año se presenta más lluvioso y las actividades pesqueras quedan resentidas porque mueren muchas especies. Estas son las principales características y efectos del fenómeno
denominado El Niño.
La Niña es un fenómeno contrario, provocado por una intensidad de los vientos alisios que traen corrientes de aguas frías y la temperatura desciende en uno a dos grados. Esto redunda en un déficit de precipitaciones al disminuir hasta
en un 79% la pluviometría.
Así, el fenómeno genera graves consecuencias para otras actividades económicas del país, como la agricultura, la ganadería, el sector energético (disminución de recursos hidroeléctricos) y minería.