SANTIAGO.- Miles de católicos salieron hoy a las calles y caminos de ciudades, pueblos y campos para festejar la fiesta de "Cuasimodo", una tradición de hace cuatro siglos.
Los fieles, con trajes de huaso y con sus caballos, carruajes y hasta bicicletas engalanados de flores y guirnaldas, fueron encabezados por el cardenal arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, que cumplió con el rito en la comuna de Colina.
En diversas
comunas se organizaron las distintas actividades para celebrar la fiesta de Cuasimodo.
Historia de la celebración
Durante su visita a Chile, en 1987, el Papa Juan Pablo II definió la "Fiesta de Cuasimodo" como "un verdadero tesoro del pueblo de Dios" y se la ha llamado también "carga de caballería a lo divino", sobre la base de los escuadrones de jinetes que recorren los caminos al grito de "Viva Cristo Rey!".
La actividad tiene su origen en el cumplimiento de una disposición del Concilio de Trento, según la cual los sacerdotes deben llevar la comunión a los enfermos y ancianos el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección.
El nombre "Cuasimodo" proviene del texto latino de la antífona introductoria del segundo domingo de Pascua de Resurrección: "Quasi Modo geniti infantes" (como niños recién nacidos -busquen la leche espiritual-), tomada de la primera carta del apóstol San Pedro.
La costumbre comenzó cuando, en la época colonial, los curas, en sus recorridos, eran víctimas de bandoleros que les robaban los ornamentos, principalmente cálices y copones de oro, por lo que grupos de jinetes comenzaron a acompañarles como protección.
La historia remite las primeras cabalgatas de este tipo al año 1598, cuando tras una victoria de los mapuches sobre los españoles, en la guerra de Arauco, Chile quedó dividido en dos y grupos de guerreros indígenas realizaban incursiones en el territorio dominado por los españoles.
Hoy en día, existen en los pueblos, e incluso en numerosos municipios de Santiago y sus alrededores, cofradías de "Cuasimodistas" que se preparan durante todo el año para la ocasión.
En muchos lugares las bicicletas han reemplazado a los caballos como medio de transporte, pero, en uno u otro caso, los adeptos compiten por presentar los atavíos más vistosos, al punto que existe el dicho popular "más arreglado que bicicleta de cuasimodista".
Pese a ser una fiesta sin música, se caracteriza por el jolgorio y la alegría de los participantes, que antiguamente solían beber copiosamente, lo que llevó a la Iglesia, en más de una ocasión, a tomar medidas para devolver a la actividad "el orden, el decoro y la devoción".
Además de los gritos y cánticos de los fieles, el único sonido es el de la campana que anuncia la llegada de Jesús sacramentado a las casas de los enfermos.
Por esa y otras razones, la fiesta ha tenido cambios a través del tiempo: los pañuelos que cubren las cabezas de los fieles (los huasos no usan sombrero, en señal de respeto) ya no son multicolores, sino que predominan los colores blanco y amarillo.
Por razones de seguridad han desaparecido los fuegos de artificio que se empleaban hasta mediados del siglo pasado y ya no hay dramatizaciones de la Pasión de Cristo ni se ven jinetes o ciclistas con la corona de espinas y la Cruz a cuestas.