SANTIAGO.- Vine a pedir perdón, dijo esta mañana el ministro Daniel Calvo Flores. Con tono humilde y la mirada triste el ex juez del caso Spiniak dejó esta mañana, en la Corte Suprema, el documento que podría salvarlo de la exoneración del Poder Judicial.
Hace poco más de dos semanas sus superiores ordenaron la apertura de un cuaderno de remoción, el proceso más difícil que puede enfrentar un funcionario judicial, porque consideraron que las visitas del magistrado a un sauna habían comprometido gravemente el decoro que la ley y el código de ética imponen a los integrantes de la administración de justicia.
Desde entonces y hasta ahora, el magistrado había guardado un riguroso silencio y ha evitado el contacto con los medios de comunicación, incluso cuando el lunes pasado tuvo que enfrentar cara a cara a Sebastián Rodríguez, el joven administrador del sauna que grabó una conversación que sostuvieron en la oficina que el juez tiene en el Palacio de los Tribunales.
Hoy Calvo volvió discretamente a la Corte Suprema
Ingresó por la puerta que da a callé Morandé y subió en ascensor hasta el segundo piso, donde están las salas y la secretaría del tribunal.
A simple vista, parecía el mismo hombre que hace 45 días corría y que los días lunes llegaba a las 5 de la madrugada a trabajar para aclarar los abusos de menores que se le imputan al empresario Claudio Spiniak.
Pero las tensiones de las últimas seis semanas han dejado sus huellas. Se le ve cansado y la falta de la barba que lo caracterizaba hasta los primeros días de noviembre muestra un rostro más joven, pero de expresión triste.
Ya en la Corte Suprema, Calvo ingresó directamente a la oficina del secretario, Carlos Meneses, a quien le entregó el informe que le pidieron sus superiores.¶
En ese documento aclara los antecedentes que recopiló la Comisión de Etica y que el pleno de ministros le envió para que respondiera.
Saludos en la Corte... ¡Qué bueno verlo, señor!
El trámite no duró más de cinco minutos. Mientras el secretario recibía el documento, los hombres que tienen el destino de Calvo en sus manos discutían otros temas en la sala de plenos, ajenos a la presencia de su subalterno.
Calvo salió de la oficina de Meneses con paso cansado. Pero, aunque tenía premura por dejar el recinto, contestó el saludo de algunos empleados que le reconocieron:¡Qué bueno verlo, señor!, le dijo un funcionario y Calvo retribuyó el gesto con una leve sonrisa.
En el ascensor otros empleados también trataron de alentar el ánimo del juez.
El gendarme que custodia la salida a calle Morandé abrió presuroso la puerta y despidió al ministro con saludo militar. El sonido de los tacos selló la visita del juez.
Calvo no quería preguntas, pero ya en la calle respondió brevemente a La Segunda:
Ministro, ¿entregó su informe?
-Entregué mis descargos...
¿Qué...?
-Vine a pedir perdón por si he causado algún problema. Eso es todo...
Con tranco rápido cruzó Bandera y caminó por la galería Edwards hasta perderse entre el gentío.
Calvo, según sus cercanos, sigue preocupado por aminorar al máximo el impacto de sus problemas en su familia.
El perdón que implora Calvo tiene un precedente. A comienzos de los noventa su colega Carlos Cerda también estuvo a las puertas de la exoneración, pero un ruego de último minuto a sus superiores lo salvó de la expulsión.
Ahora, Calvo espera la benevolencia de los supremos. La próxima semana, ellos podrían tomar su decisión.