A continuación reproducimos la columna de opinión de Ignacio Walker publicada en El Mercurio el jueves 6 de mayo de 2004, en la que realiza cuestionamientos éticos a la doctrina justicialista.
"Nuestros vecinos argentinos"
Con este mismo título, Alejandro Magnet rebautizó y reescribió su anterior libro, "Nuestros vecinos justicialistas" (1953), en que relata de manera descarnada los rasgos autoritarios, corporativos y fascistoides de la llamada "doctrina peronista" y el movimiento al que dio lugar, el "justicialismo".
En lo económico, el reciente libro de Mauricio Rojas - chileno, miembro del Parlamento sue-co- "Historia de la crisis argentina" describe cómo el modelo de desarrollo nacional-populista condujo al déficit fiscal crónico, la inflación desatada, la demagogia, el populismo y la corrupción. Diríamos que desde que Perón se instaló en el poder, en 1945, el peronismo y el militarismo se han encargado de destruir sistemáticamente a Argentina.
Así, tras la época dorada de 1860-1930, que concluyó con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, Argentina era el país más urbanizado del mundo después de Gran Bretaña, con uno de los niveles de vida más altos del planeta y una próspera clase media. Sin perjuicio de los claros signos de agotamiendo del esquema de predominio oligárquico, fue la irrupción del peronismo, en la década de 1940, lo que ahondó esta vulnerabilidad estructural de la economía Argentina con el modelo de industrialización "de invernadero", basada en altos niveles de protección, en un esquema corporativo y clientelista, construido sobre la base de las prebendas y la influencia política sobre la economía.
La situación, desde entonces, sólo ha empeorado. Baste señalar que, hoy, mientras alrededor del 40 por ciento de los argentinos vive bajo la línea de la pobreza, en 1974, al asumir Isabel Perón, iniciando otro de los momentos de crisis, sólo el cinco por ciento de la población se encontraba en esa situación. Desgraciadamente, las políticas económicas llevadas a cabo por Raúl Alfonsín (Unión Cívica Radical) contribuyeron a ahondar la crisis en torno al "ciclo populista". Si bien muchas de las reformas estructurales llevadas a cabo por Menem apuntaron en la dirección correcta, lo fueron, en definitiva, en el esquema de "plata dulce", primero merced a las privatizaciones, y luego, al endeudamiento externo.
¿Y Kirchner? Bueno, fue uno de los tres candidatos peronistas en las últimas elecciones presidenciales y, a pesar de haber obtenido sólo el 22 por ciento de la votación, se encuentra empeñado en cuidar su único verdadero capital político: su popularidad, que bordea el 60 por ciento.
¿Respetar tratados y contratos? No, si ponen en riesgo esa popularidad, con cualquier pretexto. Así, su vocero señala que no cumplirán el protocolo de integración gasífera (1995) porque no fue ratificado en el Congreso, olvidando que este tipo de tratados, suscritos al amparo de la Aladi, no requiere ratificación parlamentaria. Tampoco fue ratificado en Chile, pero se encuentra plenamente vigente. Añade el vocero que en esta materia prevalece el derecho interno sobre los tratados internacionales, olvidando que, de acuerdo con la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados, "una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado". En fin, uno de los legados de la "doctrina peronista" pareciera ser su ignorancia y desprecio no sólo por las normas más elementales de la economía, sino del derecho.
Tiendo a pensar que el verdadero muro que se interpone entre Chile y Argentina no es la cordillera de los Andes, sino el legado del peronismo y su lógica perversa.