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Las sociedades sin Dios terminan muriendo

Luis Hernán Paul Fresno, profesor Universidad Católica de Chile, se refiere a la visión que ha surgido en Chile que cuestiona la necesidad de Dios en la vida de las personas.

14 de Agosto de 2005 | 07:29 | Luis Hernán Paul Fresno, Profesor Universidad Católica de Chile
Columna de Carlos Peña.

El Papa Juan Pablo II al enterarse que un hombre no era cristiano se le acercó amablemente y tomándolo de los hombros le dijo: "qué difícil debe ser vivir sin Dios". Cuento esta anécdota para plantear mi inquietud a propósito de la visión que ha surgido en Chile recientemente que cuestiona la necesidad de Dios en la vida de las personas. En efecto, me preocupa el hecho que cada vez es más común encontrarse con gente y ver en los medios de difusión pública personas que sostienen y/o actúan acorde a esta visión. Se tiende a pensar, erróneamente, que la actitud creyente es algo propio de las sociedades poco desarrolladas, menos avanzadas y por lo tanto corresponde al pasado.

En mi caso personal yo soy católico, por lo cual los planteamientos que hago a continuación tienen relación fundamentalmente con la situación que enfrenta en nuestro país la Iglesia Católica, la cual no hay duda que está siendo afectada por la visión antes planteada. Prueba de ello son las estadísticas existentes que indican que en la actualidad sólo el 10% de las familias en Chile asisten a misa, en circunstancias que alrededor del 72% de la población se declara católica.

Este antecedente lo considero extremadamente grave porque la misa es el centro y la raíz de la vida de los católicos. Por ello, creo que uno de los principales desafíos que enfrentamos en nuestra iglesia es probablemente el de atraer y motivar a la gente a participar nuevamente en este importante sacramento.

El punto al que quiero referirme en este artículo en mayor profundidad, no obstante, es la necesidad que tenemos los católicos de utilizar también otros medios para dar a conocer el mensaje de Dios a la población católica y a la sociedad en general. Me refiero en concreto a la televisión, diarios, revistas, radios, libros y por cierto uno que está tomando creciente importancia, internet.

Vale la pena recordar que el Papa Juan Pablo II nos dejó un valioso legado respecto de como captar el interés de la gente a través de este tipo de medios, al igual como en muchos otros ámbitos. En efecto, él fue una persona que sin lugar a dudas concitó el interés de los medios -y en definitiva de las personas- hablando básicamente de Dios. Y si hay un mensaje que él nos dejó que corresponde resaltar es la vigencia de Dios en el mundo actual.

La verdad es que no hubo medio que dejó de utilizar. Escribió libros, participó en programas televisivos, dio entrevistas, hizo clases, visitó prácticamente todos los países del mundo y se reunió con innumerables líderes de opinión. La impresionante cobertura que recibió al momento de su muerte fue en cierta forma un homenaje y un reflejo del significativo rol que cumplió en los medios.

El ejemplo que nos dejó en esta línea de acción creo que es válido en cierta medida para todos los católicos. Cada cual acorde con las responsabilidades y circunstancias que enfrenta debe buscar la forma de propagar la palabra de Dios a través de los medios privados y/o públicos que estén a su mano.

Por esto mismo es que me parece especialmente valioso y necesario el trabajo que desarrollan algunos sacerdotes católicos en Chile que han logrado abrirse un espacio en los medios para hablar de Dios.

En cambio, creo que los laicos católicos en general, con algunas excepciones, hemos adoptado una posición muy pasiva en este frente. Si bien es muy probable que no nos corresponda referirnos públicamente a temas doctrinales, sí podemos aportar testimonios de nuestra vida como católicos y hacer ver nuestros puntos de vista de un modo más consistente.

En este sentido, puede ser útil que hagamos ver, por ejemplo, las razones por las cuales vamos a misa, el sentido que tiene para nosotros el bautismo, la primera comunión, la confesión, el matrimonio y a porque buscamos que nuestras familias crezcan en un entorno católico. Ello puede ser una forma práctica de mostrar el camino que lleva a Cristo. Es posible que nuestro testimonio anime a otros a seguirlo y a llevar la alegría y la paz del Señor a los que la necesitan.

También es fundamental que salgamos en defensa de los valores y principios básicos que guían nuestro actuar, sobretodo en un período como el actual en el que se están gestando múltiples cambios en nuestra sociedad, algunos de los cuales son positivos y otros por desgracia negativos.

Requerimos reaccionar frente a la indiferencia religiosa que se está incubando en mucha gente. Dicha indiferencia, cabe hacer notar, no nace en las personas normalmente como consecuencia de haber hecho una reflexión profunda sobre la conveniencia o inconveniencia de la fe, sino más bien producto de un abandono gradual y progresivo de los sacramentos. Al principio tienen conciencia de estar perdiendo algo que hasta entonces consideraban importante, pero que cada vez valoran menos al no estar viviendo la fe. Es una especie de somnolencia que conduce al adormecimiento del espíritu. Este distanciamiento de la iglesia es doblemente delicado en el caso de los padres de familia, en la medida que ello probablemente también conduce a que sus hijos tengan mucho menores posibilidades de conocer debidamente a Dios.

No tiene sentido quedarnos inactivos frente a ésta tendencia a desconocer la necesidad de Dios y caer como consecuencia en una postura pesimista y de desesperanza frente al futuro de nuestra iglesia. Nuestra fe cristiana se opone al conformismo.

Sigamos el ejemplo del Papa Juan Pablo II y mostremos en los medios la vigencia del mensaje cristiano. No dejemos que nuestra sociedad se muera lentamente por quedarse sin Dios.
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