SANTIAGO.- Los estudios post elecciones han demostrado que los debates televisivos y la franja electoral en período de campaña no influyen mayormente en el electorado cuando éste ha definido su voto.
A partir de lo que ocurrió el 11 de diciembre pasado debiéramos suponer que buena parte de los chilenos no cambió su intención tras ver el último debate presidencial o por lo menos no lo hará el 75% de los votantes el próximo 15 de enero.
Sin embargo, Michelle Bachelet, candidata de la Concertación y Sebastián Piñera, candidato de la Alianza tuvieron claro que hay un 25% de votantes que estaban expectantes a ver qué es lo que iban a mostrar en este último enfrentamiento.
Ambos hicieron su tarea, Piñera dio claras señas al mundo popular y de centro para poder retener ese 23% de los chilenos que en la primea vuelta votó por Joaquín Lavín y que algunos han catalogado de “el voto popular”. Bachelet en cambio se concentró en mostrarse como una estadista, una dirigente política que sin importar el sexo tendrá la capacidad de gobernar.
Diferencias se dieron entonces en el tono
Y las diferencias se dieron entonces en el tono. Ambos lo subieron e incluso se confrontaron, pero lo hicieron en su propio estilo.
Así las cosas, las diferencias en el debate de esta noche estuvieron en el tipo de liderazgo que Piñera y Bachelet representan, uno más aguerrido, el primero, otro más calmado, la segunda.
Y tal como lo aventuró la candidata oficialista no corrió sangre; se enfrentaron con guante blanco, con diplomacia: Piñera fue tan cuidadoso que al hablar de gasto electoral no quiso repetir la infortunada frase de que Michelle Bachelet era “tuerta”; ella en tanto, fue suficientemente delicada como para decirle que no tenía una de las cualidades fundamentales para ser presidente, “saber escuchar”.
Un Piñera subido de tono
En el debate de esta noche el candidato opositor corrió evidentemente más riesgos que su contendora y la explicación está en que su tarea es mucho más ardua, él es el que tiene que recorrer el camino más largo para alcanzar el 50% más uno, y eso lo dicen las matemáticas.
Por eso subió el tono, el Piñera de esta noche fue más agresivo que el de los dos debates anteriores; no quiso dejarle nunca la última palabra a la candidata de la Concertación y por eso estuvo dispuesto a gastar tiempo de las preguntas siguientes para precisar contenidos anteriores.
Por eso también estuvo dispuesto a ser más duro con el Gobierno de Ricardo Lagos: en varias oportunidades lo emplazó directamente, en otra refutó a su ministro estrella –Nicolás Eyzaguirre- acusándolo de mentir, y finalmente intentó golpear la candidatura oficialista haciendo ver a todo el país que el ex ministro de Educación y hoy jefe de comando Sergio Bitar “abandonó el barco” y “no dio la cara” días antes de conocido los resultados de la PSU.
Una Bachelet más clara
Michelle Bachelet estuvo esta vez asertiva, mucho más precisa, se expresó con mayor claridad que las veces anteriores y la única vez en que se vio complicada fue cuando debió explicar su posición en la polémica sobre el tipo de formato que iba a tener este debate porque era su punto más débil.
En lo formal, nuevamente los chilenos no tuvieron mayor oportunidad de comparar los contenidos de ambos programas y si alguna diferencia pudieron marcar sería en el plano de la relaciones internacionales: la candidata señaló que “no estoy por la teoría de la demonización” de lo que ocurre en América Latina, mientras que Piñera expresó su preocupación por la “izquierdización” de los gobiernos de la región.
Las complicaciones que enfrentaron ambos
Piñera debió enfrentar mayores emplazamientos de parte de los periodistas en temas que lo complican como los falsos datos que habrían estado en su currículo, pero el peor momento que debió pasar Michelle Bachelet fue cuando se puso sobre la mesa el caso de cohecho y uso de dineros fiscales en la campaña oficialista en la Quinta Región. El abanderado de la oposición no perdió la oportunidad y por eso remarcó que en el terma de la corrupción hay que “ser más activo y no tan tolerante” y que de ahí la importancia en la alternancia de los gobiernos.
Ambos candidatos supieron salvar de manera inteligente sus pasados políticos cuando se les consultó quiénes eran los peores y mejores presidentes del Chile reciente. Michelle Bachelet reconoció los errores de Allende y aseguró que eso dignificaba a la izquierda chilena. Piñera marcó distancia frente a Pinochet y lo igualó con Allende al reconocerles a ambos cosas buenas y malas, pero se jugó una carta al asegurar que por afecto y por haberlos conocido personalmente en la casa de su padre Frei Montalvo y Patricio Aylwin tenían los galardones.
La despedida de ambos estaba preparada, Michelle Bachelet no salió del discurso en el que resalta sus capacidades, pero esta vez llamó a los chilenos a hacer historia “los quiero invitar a elegir a la primera mujer presidenta de Chile”. Piñera bajó el tono, se mostró aliancista y se dirigió al mundo popular, a esa pobladora y a ese trabajador que quiere mejores salarios y condiciones de trabajo más justo.