SANTIAGO.- La visión tradicional del duelo marcado por una serie de etapas, universales que se van sucediendo unas a otras hasta recomponer el equilibrio inicial está siendo fuertemente cuestionada.
En parte porque esta teoría ofrece muy poco apoyo tanto a quienes han experimentado la pérdida como a quienes tratan de ayudarle, más allá de decir que la turbulencia de emociones es "normal" y que con el tiempo los estragos del dolor profundo disminuirán. Pero también porque considera a quienes los viven pasivamente, desestima el valor del apoyo que puedan dar familiares y amigos, y porque los intentos por rigidizar y categorizar el comportamiento humano no siempre parecen adecuados.
Así es como desde la psicología constructivista ha surgido una teoría que lo considera como una fractura en la identidad de las personas, un quiebre en su continuidad narrativa, es decir en la historia que cada cual elabora de su vida. Se trata de procesos independientes, tanto individuales como sociales y otorga gran importancia al rol de la familia, amigos y otros grupos sociales en apoyar o dificultar la adaptación de quien ha sufrido esta pérdida.
El psicólogo norteamericano, Robert Neimeyer PhD., profesor de Psicología en la Universidad de Memphis, ha sido uno de los pilares en el desarrollo de este enfoque:
"Existe una gran cantidad de prueba que apoya la visión de que la capacidad de encontrar sentido a las experiencias de pérdida predice una adaptación positiva, mientras que una lucha persistente y sin éxito en esa búsqueda del sentido, se asocia con formas de duelo complicadas, intensas y crónicas. Estudios llevados a cabo con gran cantidad de personas que han perdido a alguien en muertes violentas (por ejemplo, suicidio, homicidio y accidente) demostraron que la falta de capacidad para lograr entender la pérdida del ser querido, es quizás el factor principal que los aleja de aquéllos cuyas pérdidas fueron anticipadas bajo el contexto de una enfermedad terminal", señala.
En Chile el psicólogo Marco Antonio Campos, director del Máster en psicoterapia Cognitiva Constructivista de la Universidad Central y director de la Sociedad Chilena de Psicología y Psicoterapia Constructivista ha avanzado en el tema tanto a través de investigaciones y como de la práctica clínica:
"En general existe un gran desconocimiento del proceso del duelo, lo que produce un gran desconcierto y suele llevar a errores en quienes lo viven como en su entorno. Hablar con la persona como si estuviera viva, o tenerle un puesto en la mesa, por ejemplo, son actividades normales y hasta habituales de quienes han perdido a un ser querido. También el mantener el buen ánimo en los primeros días y semanas tras la muerte, algo que muchas veces los cercanos confunden con negación y los inducen a entrar en momentos de pena profunda que sobre-angustian a la persona", señala Marco Antonio Campos.
Pensando en esto la Sociedad Chilena de Psicología y Psicoterapia Constructivista y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central organizaron el Seminario Internacional de Psicoterapia y Duelo el día Miércoles 3 de mayo entre las 8:30 y 18:30 hrs. con el psicólogo Robert Niemeyer.
La idea es apoyar a psicoterapeutas y quienes trabajan con personas en duelo: médicos y profesionales de la salud en general, asistentes sociales, antropólogos y quienes quieran conocer más de este proceso. La idea es entregar las herramientas para propiciar procesos positivos de duelo, puesto que se reconoce que la influencia de las personas que rodean a quien a sufre una pérdida es decisiva.
Factores de riesgo
Los efectos psicológicos de una pérdida afectiva han sido investigados, descritos y explicados desde hace varios años. Y aunque no es una enfermedad el dolor y la desolación que experimentamos tras la pérdida de alguien que amamos, es evidente que hay factores que pueden complicar nuestro proceso de duelo. El primero de éstos se relaciona con las pérdidas traumáticas como en el caso de homicidios, accidentes o muertes sin sentido; o violaciones donde se pierde el sentido de inocencia o de libertad. En segundo lugar están las muertes que ocurren en discordancia al ciclo de vida como ocurre tras la muerte de un hijo.
El tercer factor que puede hacer del duelo un proceso que no llegue a permitir un ajuste o una adaptación sana a quien lo experimenta se refiere a las características de la persona que sufre. Si el sujeto no posee desde antes hábitos de autocuidado y estrategias de afrontamiento para lidiar con el dolor, la angustia y la desesperación este proceso puede tornarse en un desencadenante de hábitos más dañinos como beber alcohol en exceso o consumir drogas ansiolíticas o hipnóticas.
Por último, algunos factores contextuales como la falta de apoyo afectivo, familiar o social así como casos en que se experimentan pérdidas múltiples y/o sucesivas pueden llevar a una persona a ser incapaz de resolver el duelo de un modo saludable, como en el caso de perder a dos o tres miembros de la familia en un accidente o tras la muerte de otro miembro de la familia al poco tiempo de haber sepultado al anterior.
Sin embargo, siempre, cualquiera sea la naturaleza de la pérdida, ésta desafía todo un sistema de creencias personales en relación al modo de concebir el mundo y nuestra propia existencia. De hecho la muerte de un hijo nos pone en una situación tal que la aceptación de la misma puede resultar casi imposible, a pesar del paso de los años. Esta viene a contradecir todo lo que esperábamos de la vida y de nuestro rol como padres, pueden emerger sentimientos de culpa inmanejables y vivenciar la pérdida con un sentimiento de frustración, castigo e injusticia.
"Lo importante después de la pérdida es cómo seremos capaces de lograr reordenar este sistema de creencias y de volver a darle un sentido de continuidad a nuestra propia identidad de modo que esta experiencia, por más dolorosa que resulte, se transforme en una oportunidad y en el motor para la movilización de todos los recursos personales que sean necesarios para el crecimiento personal y nuestro propio desarrollo", enfatiza Campos.
En algunos casos situaciones ligadas a la muerte dejan enseñanzas positivas a las personas. Por ejemplo, el haber estado a cargo de su cuidado en la enfermedad puede llevar a un acercamiento que no se habría producido de otro modo, dando paz y consuelo. O, al cuidado del enfermo permitir a la persona desarrollar nuevas habilidades que potencien su auto-valoración e incluso posibiliten la búsqueda de un empleo.
"El duelo y la amplia gama de emociones disruptivas que experimentamos tras un pérdida, no constituyen en sí mismas una enfermedad o una psicopatología, pero debemos considerar que puede ser importante pedir ayuda bajo circunstancias tales como el abuso de sustancias; sentimientos de culpa más o menos intensos sobre lo que se pudo o no haber hecho para evitar la pérdida; un sentimientos de depresión y/o angustia demasiado prolongados, pensamientos o impulso a quitarse la vida; dificultades que le impidan desarrollar su trabajo (o actividad) de manera satisfactoria y sobre todo si puede llegar a estar en riesgo de perderlo", enfatiza Marco Antonio Campos, psicólogo, director de la Sociedad Chilena de Psicología y Psicoterapia Constructivista, quien organiza el seminario.