El plan estrella en acción.
Juan Eduardo López, El Mercurio.SANTIAGO.- Esta mañana, los paraderos de micros eran los lugares más tensos de la capital. Caras largas y molestas, gente insultando al cielo y personas llamando a sus trabajos porque estaban atrasadas, era una imagen que se repetía una y otra vez ante la desesperación por no poder tomar las micros del Transantiago, el nuevo plan estrella del transporte capitalino.
Incluso, pasadas las 10 de la mañana, aún había personas esperando micros en algunos paraderos. Escuela Militar, por ejemplo, fue uno de los puntos más caóticos. Hasta mil usuarios "quedaron botados" en este sector en algunas horas de la madrugada. Algo similar ocurrió en las estaciones de Baquedano y Tobalaba, por nombrar algunas.
Definitivamente, no era necesario hacer una encuesta para comprobar que en su primer día hábil de funcionamiento, nadie estaba feliz con el Transantiago.
"Esta cuestión es más eredá"
Ni para Jorge Sanhueza, un trabajador ambulante que lleva dos años vendiendo sándwiches a la salida del metro Escuela Militar, fue un buen negocio. "Cualquiera podría pensar que porque hay más gente en los paraderos, uno vende más. Pero las personas andan tan apuradas, que ni siquiera alcanzan a comprar", reclamaba esta mañana.
La señora Rosa, un asesora del hogar de 50 años, lo graficaba de otra forma: "Esta cuestión es más enredá. Llevo 45 minutos esperando micros y cuando pasan, vienen llenas. Es difícil saber qué micro sirve", reclamaba.
Desinformación, micros muy chicas -sobre todo las locales o alimentadoras-, y demora en su frecuencia de paso por los paraderos, era el reclamo habitual.
Esto situación produjo que muchos usuarios perdieran la paciencia. En varios paraderos, se pudo apreciar como apenas se veía aparecer alguna micro, las personas se hacían espacio a codazos para poder abordarlas.
Tampoco hay que ser un experto en medios de transporte, para notar que los llamados buses locales o alimentadores, que se mueven sólo por sus respectivas comunas, son muy chicos para la alta demanda.
Éstos se repletan de inmediato en Vitacura, donde miles de personas llegan a laborar en casas particulares, empresas de la construcción y malls. Es decir, se mueven dentro de la misma comuna una vez que llegan a esta para presentarse en sus lugares de trabajo.
"Si hay que quemar una micro, voy a ser la primera en hacerlo", decía una usuaria en Apoquindo. De seguro, no es la única persona que pensó algo así esta mañana.
Los más favorecidos, siguen siendo los colectivos y taxis. Basilio Almendra, el coordinador de los colectivos de Escuela Militar, miraba con indisimulada alegría las dos largas filas de personas que esperaban por abordar algunos de los vehículo que se mueven por el sector oriente de Santiago.
"Esta mañana, el promedio de clientes es de 300. Otros días, no llegaban a los 20", sacaba cálculos alegres, Basilio.