PLAYA BLANCA, AISÉN.- Walter Fornet, el comandante de la FACh, se paró esta mañana frente a las tres casas destruidas en medio de los fiordos y gritó: "¿Hay alguien ahí?, y sólo le respondió la fuerza del viento y la fuerte lluvia que comenzó a azotar desde hoy la zona.
Era el panorama que presentaba hoy Playa Blanca... de desolación total.
Las boyas de las jaulas de las salmoneras, maderos que alguna vez fueron parte de una casa, ventanas rotas, botellas y una almohada rota, son parte de la visión que entregaba lo que ha sido descrito como el centro de la tragedia que enluta a la zona, una especie de "zona cero" aisenina.
Se podían apreciar al menos tres casas de lugareños completamente arrasadas por la fuerza de las olas. Una de las viviendas quedó de campana, sin que se advirtiera la presencia de sobrevivientes ni víctimas. Sólo un chaleco de lana bajo los escombros.
En Playa Blanca se podía apreciar cómo las olas irrumpieron 300 metros hacia los terrenos costeros. Una botella y la almohada rota marcaban el punto donde se había detenido la gran ola que arrasó con todo.
La FACh lleva desde el sábado en labores de rescate, pero hoy la situación parecía más complicada porque el terreno está reblandecido por el efecto de la marejada y por las lluvias de hoy.
Además gran parte de las riberas de fiordos se desplazaron. Una mancha café en las aguas de Playa Blanca constrasta desde el sábado con el verde turquesa que domina dichas aguas, y que se mete más de cien metros mar adentro.
El comandante Fornet dirigió esta mañana el primer descenso que realiza la FACh en el lugar, donde sorprende ver el nivel de destrución y la incomunicación. Ninguna señal logra romper el aislamiento.
La Fuerza Aérea está desde el sábado trabajando en la zona con tres helicópteros, tres Twin Otters, un avión ambulancia y un avión Hércules.
A ellas se han sumado embarcaciones de la Armada que siguen patrullando la zona por mar. Se estima que los operativos seguirán por lo menos una semana, buscando a las víctimas aún desaparecidas y acompañando a quienes han perdido a sus familiares.
La norma sigue siendo escribir Aisén con preferencia a Aysén, y Coihaique por Coyhaique. Para ello hay dos razones.
La primera es de autoridad, pues el Instituto Geográfico Militar, entidad que sanciona los nombres de los topónimos nacionales, así lo transcribe. Es cierto, sin embargo, que el propio Gobierno en sus páginas no sigue esta autoridad y así uno se puede encontrar indistintamente con las dos versiones. Asimismo, los habitantes de la zona tienen una predilección por la palabra con “y”, quizás porque es la forma más antigua de la palabra. Pero esta no es una razón que invalide la norma.
La segunda razón —y que permite diluir la posible arbitrariedad de la apelación a la autoridad— corresponde a la naturaleza de la ortografía castellana. No hay palabras en nuestra lengua (y que respondan a eso que los gramáticos llaman el genio del idioma) que tengan a la “y” como vocal al interior de una palabra. Si nos fijamos, lo mismo ocurrió con la voz aymará, que la RAE sancionó con la forma aimara. Este es el fundamento de por qué lo hizo. En el caso de las voces provenientes del guaraní se ha conservado la “y” sólo al final de la palabra —Paraguay, Uruguay— y jamás en su interior.