SANTIAGO.- Por decreto emitido por la Junta Gubernativa que dirigía el país, se fundó el 19 de agosto de 1813 la Biblioteca Nacional.
El decreto decía: "Se abre una suscripción patriótica de libros y modelos de máquinas para las artes, en donde cada uno, al ofrecer un objeto o dinero para su compra, puede decir con verdad: he aquí la parte con que contribuyo a la felicidad presente y futura de mi país. Todo libro será un don precioso".
El aviso de este nuevo proyecto fue comunicado ese mismo día en el Diario Oficial de la época llamado "El Monitor Araucano", donde se especificaba que "el primer paso que dan los pueblos sabios es proporcionarse grandes bibliotecas".
Así, la Biblioteca Nacional se convirtió en una de las primeras instituciones republicanas de la Patria Vieja, constituyéndose en una de las más antiguas de América Latina. Su organización estuvo a cargo del Director General de la Renta de Tabacos, Agustín Olavarrieta, quien utilizó una de las salas de la Universidad de San Felipe, para la nueva tarea encomendada.
La colección de ejemplares se inició con la donación de distinguidos intelectuales de la época, y los libros dejado por los jesuitas tras su expulsión del país, durante la administración del gobernador Antonio Guill y Gonzaga, por instrucciones recibidas de la Corona española en 1767.
Pero la iniciativa se vio interrumpida por la derrota sufrida por los patriotas en la Batalla de Rancagua, el 1 y 2 de octubre de 1814, lo que dio origen a la época de la Reconquista, período en el cual, el establecimiento fue cerrado.
Posteriormente, al triunfar los chilenos en la Batalla de Chacabuco en febrero de 1817, ese mismo año fue reabierta por expresa disposición de Bernardo O’Higgins Riquelme, que con la ayuda de Manuel de Salas Corbalán, se recuperaron los libros de la campaña de 1813, teniendo por sede provisional la misma casa de estudios donde estaban los libros.
Luego, en 1822 fue designado Bibliotecario Primero fray Camilo Henríquez y José Miguel de la Barra López, Bibliotecario Segundo, mientras que Salas ejerció una función de supervigilancia del establecimiento con el título de "Protector".
Nuevamente los intelectuales comenzaron a donar libros, pero algo que no se puede dejar de mencionar, fue el dinero entregado por el General José de San Martín Matorras, para echar las bases de una biblioteca pública, por medio de una significativa nota.
Cabe consignar que, el dinero le había sido obsequiado a San Martín, por el cuerpo Municipal de Santiago, para sus gastos de viaje de regreso a Buenos Aires.
Luego, en julio de 1923, el Director Supremo Ramón Freire Serrano junto con el Ministro de Gobierno Mariano Egaña Fabres, decidieron trasladar la Biblioteca al "Edificio de la Aduana", abriendo sus puertas al público por primera vez, el 19 de agosto de 1823.
Posteriormente, a la muerte de fray Henríquez, fue nombrado Director de la Biblioteca Francisco García Huidobro, quien ejerció el cargo por más de un cuarto de siglo, hasta su muerte en 1852.
Bajo su mando se decretó el llamado "depósito legal", es decir que cada ejemplar impreso que salga de alguna imprenta, debe dirigir cierto número de copias a la Biblioteca.
También dictó la ley que creó el derecho de autor o propiedad literaria, el 24 de julio de 1834 y redactó el reglamento de organización y funcionamiento del servicio.
Finalmente, consiguió que las dependencias fueran nuevamente trasladadas al edificio que albergó a la Compañía de Jesús, Ex Congreso Nacional. Así el 25 de noviembre de 1834, la Biblioteca Nacional inició la atención en su nuevo domicilio.
Posteriormente, mientras ejercía como Director Luis Montt, la Biblioteca fue nuevamente trasladada. El edificio que albergó los libros se ubicó en las calles Compañía y Bandera, donde había funcionado el Consulado o Tribunal de Comercio.
Allí se instaló un taller de encuadernación y se crearon las secciones de Fondo General, Lectura a Domicilio, Impresos Chilenos y Canje, entre otros.
Durante el siglo XIX, la Biblioteca Nacional se consolidó como uno de los principales centros de reuniones intelectuales del país, incrementando sus bienes con importantes colecciones privadas entre las que se cuentan las del jurisconsulto y estadista Mariano Egaña Fabres, la del historiador Benjamín Vicuña Mackenna, la del primer rector de la Universidad de Chile, Andrés Bello López y la de Monseñor José Ignacio Víctor Eyzaguirre y del naturista francés Claudio Gay, entre otros.
Tras la muerte de Montt y la breve jefatura de Ramón Laval, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional Carlos Silva Cruz, quien ejerció su cargo entre 1910 y 1927. En este período se determinó que el lugar no era adecuado para la Biblioteca y su escasa capacidad impedía almacenar la documentación con que se contaba a esa fecha.
Entonces, cuando la Biblioteca Nacional cumplió 100 años de fundada, en agosto de 1913, se iniciaron los trabajos de construcción para su nueva y actual ubicación. La edificación llegó a su fin el año 1925, abriendo definitivamente sus puertas a la cultura.
Luego, en 1929, ya instalada en su actual edificio, la Biblioteca Nacional pasó a depender de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, DIBAM.
A su vez, en las primeras décadas del siglo XX, recibió en donación la que constituye su más valiosa colección: la Biblioteca Americana de José Toribio Medina, a la que se suman la del historiador Diego Barros Arana y la de Enrique Matta Vial.
En el último período, junto a la creación de nuevas secciones y servicios, se destaca el desarrollo del proceso de automatización de sus funciones, iniciado en el año 1985 con la formación de su catálogo en línea.