Madariaga siempre destacó por su carácter fuerte, una cualidad que le permitió enfrentar su batalla contra el cáncer.
Archivo El MercurioSANTIAGO.-En noviembre de 2006, Mónica Madariaga dio su testimonio sobre la enfermedad que la aquejaba. En "El Mercurio", habla de su cáncer con una tranquilidad que impresiona. Por momentos, parece que se estuviera refiriendo a la enfermedad que padece otra persona.
Informada, segura, luchadora y tranquila, Mónica Madariaga testimonia sin rodeos lo que le ha sucedido.
"A raíz de la menopausia, inicié un tratamiento con hormonas. Por seis años no me hice ningún tipo de chequeo y asumo mi responsabilidad. Fue la doctora Flor Fernández, amiga mía, quien me motivó a controlarme. Fui a la consulta y en la mama derecha me palpó un nódulo grande y en la izquierda nódulos pequeños. Me hice la mamografía correspondiente y el examen arrojó cáncer in situ, es decir, localizado en un solo punto. Lo mismo indicó una ecotomografía con biopsia".
Se descubrió que el cáncer se había extendido y había comprometido los ganglios. "Estaba generalizado. Había 38 ganglios afectados. Los sacaron todos menos dos porque era de alto riesgo. Antiguamente, cuando los médicos se encontraban con un panorama así, cercenaban el brazo. En mi caso he quedado operada y rehabilitada, sin que mi brazo haya sido afectado".
Recuerda con total claridad ese día. "Era el Jueves Santo de 2004. Me operé ese día porque necesitaba cuatro días para la cirugía y la recuperación, y de esa forma no tenía que faltar a mi trabajo. De hecho, el lunes fui a trabajar con drenaje".
Desde entonces, su vida ha cambiado. Se le han buscado metástasis en otras partes del cuerpo. Se ha sometido a scanners y a otros exámenes, como cintigramas óseos y PET, que se realiza con líquido de contraste. No se encontró nada, hasta marzo de este año. "Un examen mostró metástasis en mi columna vertebral y en mis caderas, lo que significa que he retomado el cáncer y que estoy con tratamiento".
Alto costo
Después de la operación de su mama, la actual directora de la Escuela de Derecho de la Universidad UNIACC debió someterse a quimioterapia de la intensidad más elevada. "Perdí mi pelo, y por eso me rapé. Se me cayeron las cejas, las pestañas; no tuve un 'pelo de vieja' en la barbilla, ni en el bozo, ni en las piernas, los brazos o el pubis. La enfermedad fue muy cara. Gasté hasta el último ahorro de mi vida. Fueron 30 millones de pesos. Cuando estuve en el gobierno de Pinochet, no robé. Este dinero era lo que ahorré toda mi vida fruto de mi trabajo".
Con esa suma costeó la cirugía, los exámenes y las 16 sesiones de quimioterapia a las que fue sometida. Sin embargo, ese escenario no la dejó en condiciones de hacer frente a otro cuadro de cáncer como el que ahora está viviendo.
Mónica se ha venido controlando con la doctora Pilar Gazmuri, quien la atiende gratuitamente por una relación de antigua amistad y porque tiene equipamiento de alta tecnología. "A través de ella, llegué al doctor Gastón Cerda, de Oncomed, que también me atiende gratuitamente y me recomendó que entrara al AUGE. Lo hice y puedo decir que hago mi actual tratamiento con costo cero gracias al sistema público de salud. Adquiero en el consultorio de Peñalolén mis medicamentos. El tratamiento es con Zometa, un nuevo medicamento anticancerígeno fabricado por Novartis, que ha obtenido luz verde de la FDA y cuyo costo es de $200.000. Me lo entrega gratis.
Cada vez que la ex ministra pisa el consultorio es un acontecimiento. La gente se le acerca, le pide autógrafos y la saluda. "Voy con alegría. La gente que me ve es modesta y al verme en un lugar público se da cuenta de que compartimos los mismos problemas y que la atención es igual para todos".
- ¿Tiene miedo?
"He tenido el cáncer más agresivo. No le tengo ni el más mínimo temor a la muerte. La energía vital no se pierde. Uno vuelve a la casa del Padre en su cuerpo energético y se integra al orden cósmico. Creo que uno regresa en otro cuerpo. Cuando se tienen las manos limpias como yo las tengo, no se teme a la muerte. Creo que esta vida es el purgatorio y que lo mejor que a uno le puede pasar es irse de aquí. He llorado en mi vida por la muerte de mi madre, pero jamás por mi cáncer. Otras cosas me hacen llorar, como la pobreza o las carencias de la gente. Eso me conmueve hasta el fondo. Estoy satisfecha. Dios me dará la vida suficiente para hacer lo que me falta. Podría decir: misión cumplida".