Se decía que el cráneo de Carrera era milagroso.
Patricio Ulloa, El MercurioEL MONTE.- Hoy, jueves, se cumplió el 243° aniversario del natalicio de José Miguel Carrera y Verdugo, prócer de Chile. Pero no sólo por eso este es un día histórico. Cerca del mediodía la familia Díaz de Valdés -descendiente directa del prócer- le entregó el presunto cráneo de Carrera al Servicio Médico Legal. Un día muy lejano al 4 de septiembre de 1821, cuando el patriota fue decapitado y también muy lejano a 1828, año en que la osamenta llegó a Chile. Desde entonces, la calavera ha pasado por varias manos y una que otra anécdota. Esta es la historia del cráneo de Carrera.
El protagonista es Toribio Rojas. El hombre, una especie de secretario personal de José Miguel Carrera, cruzó la cordillera para rescatar el cuerpo de su patrón, asesinado en Argentina. Era 1828 y Rojas habría utilizado lo que entre los lugareños de El Monte se conoce como el "Paso de las 24 horas". En rigor, no se conoce porque nadie que haya estado ahí lo ha registrado. La leyenda cuenta que durante el período de las guerras de independencia, los hermanos Carrera habrían construido un camino para llegar desde El Monte hasta Mendoza en sólo un día.
Sin embargo, la historia señala que el enviado tardó cerca de tres semanas. Lo cierto es que Toribio Rojas llegó a Argentina y recuperó el cráneo de Carrera gracias a una mujer federalista que lo había rescatado y conservado tras su muerte, en septiembre de 1821.
Todo partió con Javiera, hermana de José Miguel. Ella fue quien le encargó a Rojas partir a Mendoza y fue quien recibió la cabeza del primer General en Jefe del Ejército chileno. Y Javiera entregó lo que quedaba de su hermano a la parroquia de El Monte, apelando a la cláusula papal que tenía el entonces monasterio franciscano: nadie podía invadir, allanar o profanar el lugar, que debía ser el lecho final del cráneo, cuenta el actual párroco del pueblo, Juan Carlos González.
El otro protagonista es el cráneo, que con el paso de los años se transformó en la “calavera milagrosa". El último resto de José Miguel Carrera descansaba en una caja de vidrio -de unos 80 centímetros de largo por 30 de ancho y 30 de alto- y un buen día alguien la trasladó desde la parroquia de El Monte hasta la capilla de El Paico, una localidad a diez minutos hacia el poniente. Según el padre González, no hay explicación para el pequeño viaje del huesudo retazo. Pero la respuesta llega en la voz de Carmela Navarro, antigua sacristana de la capilla, quien hoy tiene 75 años: "Habían peleas políticas, sociales y la trajeron para acá para esconderla".
Y el cráneo quedó en El Paico, descansando en la caja de vidrio, pero no estaba solo. "Tenía harta plata, puras monedas de plata, hartas, hartas", relata Carmela. Las monedas representan la evidencia de la devoción que provocó la calavera en El Monte y sus alrededores durante los primeros años luego de su llegada. "La gente decía que hacía milagros", asegura la mujer.
Pero el cráneo también sufrió. "La calavera andaba para allá y para acá. A mí me daba pena eso, ver a esa cabeza dando vuelta y vuelta; después ya no tenía dientes, después los dientes andaban dando vueltas con las monedas", recuerda Carmela Navarro, afirmando que el cráneo estaba completo cuando ella lo cuidaba.
Hoy, según el prefecto de la PDI, Gilberto Loch, falta la mandíbula inferior.
Una argentina
Pero ese no es el fin del periplo del cráneo. En 1960 una mujer argentina llegó a la parroquia de El Paico a pedirlo. Llegó con una carta sellada. "Me entregó la carta y un paquete de galletas y se llevó la calavera", es la información que entrega Carmela, que en ese entonces tenía 26 años.
Según el padre González, la carta –cerrada- pasó de las manos de la sacristana a la secretaria del párroco y de ésta al cura. Y la carta se perdió, pero el actual sacerdote afirma que la misiva habría incluido la firma de siete descendientes de los Carrera que solicitaban que la osamenta fuera llevada al Museo Histórico Nacional de Chile.
La mujer argentina, Liliana Pellegrini – fallecida en la década del ‘80-, cumplió. "Quedó por muchos años en la sección prehistoria, tirada en una caja de cartón", afirma González. Ahí se corta la historia. Y se retoma cuando el protagonista –el cráneo- llega a manos del médico Héctor Díaz de Valdés Hurtado. Tras la muerte del galeno, su hijo Hernán se quedó con su casa, dentro de ella estaba la "calavera milagrosa".
La intención de los Díaz de Valdés es que el cráneo quede en la Catedral de Santiago, donde yacen los demás restos de José Miguel Carrera. La intención de la gobernación de Talagante y de la parroquia de El Monte es que este pueblo vuelva a ser el hogar de los Carrera, a través de la creación de un museo y la recuperación de un túnel que conecta la parroquia del pueblo con la hacienda de los hermanos. Un túnel que la PDI está a punto de encontrar, luego de semanas de trabajo. Pero esa es otra historia.
La Historia y la leyenda coinciden en que la calavera que hoy fue entregada al Servicio Médico Legal perteneció, efectivamente, a José Miguel Carrera. Lo mismo supone un peritaje visual a cargo del prefecto de la PDI Gilberto Loch y un médico forense de la institución, realizado hace cerca de dos meses en la casa de los Díaz de Valdés.
Sin embargo, para comprobarlo científicamente, la osamenta viajará a Austria para ser sometida a exámenes de ADN –junto a muestras de sangre de los descendientes- en el laboratorio Innsbruck. Será la palabra final.