SANTIAGO.- "Ellos no son el cambio, no son el futuro. Eduardo Frei y Sebastián Piñera se parecen demasiado". Con estas palabras, Marco Enríquez-Ominami descartó de plano el endosamiento de sus votos para el balotaje entre los abanderados de la Concertación y de la Coalición por el Cambio.
"No hay nada que negociar (...). Si quieren el voto de quienes han votado por nosotros, escuchen sus demandas. Así de simple", afirmó tajante el ex PS.
En un discurso que duró poco más de veinte minutos, el postulante independiente llamó a sus partidarios a votar en consciencia el 17 de enero próximo. "Ustedes, responsables, como adultos libres y soberanos, sabrán qué hacer en segunda vuelta", declaró.
Aun cuando reconoció su derrota, Enríquez-Ominami aseguró que el 20% que, según las proyecciones que maneja obtendría hoy, constituye una nueva fuerza política y una nueva mayoría para el país.
"Esta ha sido una campaña histórica. Es inevitable: el debate que hemos propuesto está para quedarse", sentenció, anunciando que seguirá trabajando para fortalecer este nuevo referente que a su juicio se ha creado.
El diputado aprovechó la ocasión para pedir la renuncia de los líderes de la Concertación, con el fin de dar paso a nuevas ideas en la política.
La trastienda de la derrota
Cerca de las nueve de la noche, un grupo de personas comenzó a subir por la escalera que lleva a la azotea del Palacio Concha y Toro. Era una hilera compuesta por los miembros del comando de Marco Enríquez-Ominami y parte de sus invitados a la jornada eleccionara del 13 de diciembre.
La hilera era interminable. Carlos Ominami, Camilo Feres, Leonardo Véliz, el actor Rodrigo Muñoz y la actriz Claudia Pérez. Parecía la asunción de un equipo de fútbol desde el camarín hasta la cancha. Y Manuela Gumucio y las hijas de ME-O. Los rostros lucían relajados y las sonrisas se desplegaban con generosidad. Y la hilera continuaba, hasta que subieron Álvaro Escobar y Esteban Valenzuela-Van Treek. ¡Vaaaaamos! Era la consigna. Cual futbolistas.
Al final, tras casi cincuenta personas, apareció el candidato presidencial. Sonreía e intentaba dominar el mechón que siempre le cae sobre su frente. Pero eso fue casi al final de la jornada eleccionaria. Antes, la sonrisa fácil del abanderado independiente parecía extinta.
Marco Enríquez-Ominami llegó a la casona de la calle Concha y Toro cerca de las 18:00 horas. Entró con el rostro endurecido por la angustia de los números. Dentro del comando también se respiraba la derrota. Ya se sabía que la segunda vuelta era imposible.
Alrededor de 150 personas, entre invitados y miembros del comando, llenaban el segundo piso de la sede de turno, entre ellos el embajador de la República Oriental del Uruguay. Se comentaba la caída, se oían los lamentos. Los labios apretados y las miradas hacia el suelo de madera se repetían.
Enríquez-Ominami se encerró en una sala aparte, junto a sus colaboradores más cercanos. Max Marambio y Esteban Valenzuela y Álvaro Escobar, entre otros. Y, minutos más tarde, se reunió con el comité de contenidos. Matías Zurita, Javier Sajuria, Camilo Feres y Andrea Sanhueza eran parte del panel.
Esa fue la plática que marcó el punto de inflexión, que devolvió la sonrisa al diputado. Se miró el lado medio lleno del vaso. La conclusión era una sola: no se perdió, se ganó un 20 por ciento de los votos.
De ahí, la arenga al resto de los invitados. Que se formó una nueva mayoría y que hay que seguir trabajando y que fue una campaña histórica. Y los aplausos y vítores de su gente. Y que no hay que perder de vista los objetivos y que gracias y, de nuevo, que hay que seguir trabajando. Y más vítores y aplausos.
Y comenzó a subir la hilera por las escaleras que llegan a la azotea del Palacio Concha y Toro. Y subió al escenario, flanqueado por cerca 50 de sus colaboradores, que a cada tanto, gritaban "¡Nueva mayoría, nueva mayoría, nueva mayoría!"