Gobiernos de todos los colores políticos han usado bombas lacrimógenas para reprimir manifestaciones. En la imagen, una portesta bajo el mandato de Salvador Allende.
El MercurioSANTIAGO.- Eran los años de las primeras protestas contra Pinochet y el diputado del Partido Comunista, Hugo Gutiérrez, que participaba activamente en las manifestaciones, sufría los efectos de los gases lacrimógenos.
"El neoliberalismo ya estaba instalado a principios de los 80. No faltaba el que aparecía vendiendo limones y regalaba la sal, mientras la gente corría para evitar las bombas lacrimógenas", relata el parlamentario.
Gutiérrez fue uno de los políticos de oposición que esta semana planteó al ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, buscar otros métodos disuasivos para enfrentar las protestas, a la vez que expertos en la materia, como el toxicólogo de la Universidad de Chile, Andrei Tchernitchin, denunció que los compuestos químicos de estas bombas podrían producir abortos.
El gobierno optó entonces por suspender el uso de estos gases mientras no se descartara su peligro para la salud humana. Sin embargo, la medida se revirtió sólo tres días después bajo el argumento de que estudios nacionales e internacionales descartaban sus efectos abortivos.
Para figuras emblemáticas de las protestas no resulta una novedad que el uso de las bombas se repusiera tan pronto. Ya ni se acuerdan hace cuánto tiempo que estos gases, bajo gobiernos de todos los colores, les vienen dejando los ojos hinchados y la nariz más que congestionada por la picazón.
"Mis pulmones están vacunados contra las bombas lacrimógenas, muchísimas veces he aspirado esos gases represivos. Lo clásico de todo esto, es que siempre el carabinero es el primero en subir al ring", cuenta el ex senador radical Nelson Ávila.
"Esto es muy antiguo. Desde cuando tenía 17, en los años 70, las lacrimógenas eran parte de lo que usaban los guanacos", agrega Jaime Gajardo, presidente de los profesores, quizás el gremio más "bombardeado" en la historia de Chile.
En su caso, el malestar por las bombas es doble. "A mí me afectan mucho, porque tengo el problema de ser asmático", explica.
César Valenzuela, líder de la revolución pingüina, señala que si no "es por el clásico limón y las recetas caseras, como aspirar un poco de amoníaco", no hubiera podido enfrentar las bombas lacrimógenas durante el gobierno de Michelle Bachelet.
Pero dice que hay una diferencia con la represión en el último gobierno socialista y en el primero de derecha que le toca vivir. "Carabineros nos dijo que no le han cambiado ningún compuestos a las bombas. Son las mismas de siempre. Pero estamos seguros que ahora su uso es más frecuente", agrega el hoy presidente de la juventud PS.
A Roxana Miranda, una de las líderes de Andha Chile, agrupación de deudores hipotecarios conocidos por amarrase en lugares de altura para hacerse escuchar, le sigue preocupando la salud de sus asociadas, pese a que los estudios que maneja el gobierno descartaran los riesgos.
"Es preocupante porque nosotros salimos a protestar con los niños, que terminan vomitando por las bombas. También hay mujeres que protestan embarazadas", dice.
Lo que sí está claro, es que con o sin bombas lacrimógenas de las calles no los van a sacar. Por ello piden cambios en las políticas disuasivas.
"Cuando se reprime con lacrimógenas aumenta la agresividad. Carabineros tiene que ser más preciso para determinar entre quienes están cometiendo un delito y quienes ejercen un derecho, porque las lacrimógenas no discriminan entre uno y otros", concluye César Valenzuela.