SANTIAGO.- "Mejor pegarle a un fondo que a una olla. Suena más amplificado", dice Roberto Fantuzzi, un experto en materia de cacerolazos por la fábrica de ollas y sartenes que hizo reconocido el apellido de su familia en los hogares chilenos.
De hecho, los comentarios en twitter del microempresario, celebrando esta forma de protestar, lo convirtieron en trendic topic después que partieron los caceroleos el 4 de agosto.
"Para todos los seguidores de las ollas Fantuzzi: denles como bombo en fiesta pq’ jamás se vencerán", recomendaba en la red social el eterno defensor de las pymes y presidente de la Asociación de Exportadores de Manufacturas (Asexma).
Esta forma de protestar partió en el gobierno de Salvador Allende, con las dueñas de casa del barrio alto molestas por el control de la distribución de alimentos. "Fueron ellas las que inauguraron este método de protesta. Hay que reconocer que de ahí surgió", explicó el historiador Gabriel Salazar.
Desde entonces, el caceroleo ha sido utilizado para protestar contra gobiernos de distintos colores. "Nuestras ollas le han servido a gente de izquierda y derecha. Y a 12 años de que cerró la fábrica, todavía existen porque las hacíamos más gruesas. Las chinas te duran dos semanas", cuenta Fantuzzi, orgulloso de que algunas de sus ollas también hayan salido a la calle a manifestarse estos últimos días.
¿Pero qué se necesita para hacer un caceroleo sin pasar vergüenza? Para la cantante y animadora de TV, Patricia Maldonado, la actitud es lo primero.
"Éstas no son iguales. Los de nosotros sí que eran cacerolazos. Todo Chile salía a la calle, porque la gente ya estaba cabreada, no cinco viejas locas gritando con unos rotos en la esquina como ahora", recuerda la acérrima defensora del fallecido general Augusto Pinochet, para quien el cucharón no sólo es fundamental para lograr que las quejas se escuchen.
"El cucharón sirve en caso de que haya que defenderse", advierte Maldonado entre risas, recordando lo polarizado que estaba la sociedad en los 70’. En esa época, la conductora salía a la calle asumiendo que podía enfrentarse con grupos que pensaban distinto. Pero las protestas de hoy son más transversales, la mayoría defendiendo una causa común, que es mejorar la educación.
Para la actriz Delfina Guzmán, quien caceroleó por el retorno de la democracia en la década de los 80', más que los implementos, lo importante es el mensaje.
"Yo salía con los niños, las nueras, las empleadas, amigos, un buen lote instalado para meter harto boche. No tenía ninguna conciencia de qué hacía sonar, quizás usaba un sartén o campanas. Siempre me ha importado más el contenido y la cosa era hacer sentir presencia", agrega.
La mamá del ex ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, tampoco quiso ser menos en las últimas protestas: "Hoy vivo sola, pero igual agarré una olla de la cocina y abrí mi ventana para apoyar", cuenta.
Lo que definitivamente no les gusta a Guzmán, Maldonado y Fantuzzi, es el caceroleo digital. Le hacen la cruz a las aplicaciones que imitan el sonido de las ollas.
"No tengo internet, no soy amiga de la tecnología", señala la actriz.
Fantuzzi agrega: "Nica el computador, es quitarle la esencia. La gracia es que las viejas salgan a la calle con los cabros. ¡No vas a sacar el computador a la plaza! Le quitas el romanticismo". Es que para el microempresario, "el caceroleo le da alegría a los barrios, que son la mayoría opacos, tristes, no se incorporan con sus vecinos".
En eso coincide Guzmán. "Cuando yo protestaba en los 80, vivía en un barrio muy convencional. El cacerolazo era mal mirado. Hoy es distinto. Pasé por una calle en Colón y estaba toda la gente caceroleando. De Plaza Italia pa’ arriba la gente se ha domestica más en el sentido político. Antes la gente estaba más asustada, estaban atomizados. Pero en esta protestas la gente lo hace entretenido, a cara descubierta en los balcones".
"Y si la olla queda abollada, no le va a pasar nada, a lo más se puede englobar por debajo con el fuego", sostiene Fantuzzi, quien espera que el conflicto se solucione pronto. "Están bien las movilizaciones. Pero ojo, no vamos a llegar a un punto en que vamos a necesitar la basénica para hacer cacerolazos, por ser menos productivos y dejar de trabajar".