SANTIAGO.- "Campesino, la tierra es tuya, no de los ricos" es el cartel que da la bienvenida al liceo A-131 de Buin. Dentro del colegio, una pila de sillas bloquea una de las entradas. Dentro de las salas aún están colgados algunos trabajos de clases de los alumnos, y junto a ellos, en unas colchonetas, se encuentra un grupo de estudiantes que, cubiertos con un par de frazadas, cumplen en promedio más de 20 días en huelga de hambre.
Aunque en un comienzo fueron ocho, hoy Francia Gárate (18), Felipe Sanhueza (18), Kamila Rubilar (17), Matías Ortega (18) y Gloria Negrete (19) mantienen con convicción el ayuno, acompañados cada uno de ellos por sus madres. La última de los huelguistas, hasta el jueves se encontraba hospitalizada.
Cuatro perros husmean en el casino del liceo buscando algunas de las últimas manzanas que hace dos semanas dejaron ahí las encargadas de repartir el almuerzo de la Junaeb. En este momento la toma pasó a ser controlada por completo por los alumnos, quienes se encargan de administrar la comida y el gas, recurso cada vez más escaso. En el patio central, numerosos carteles que reclaman por una reforma a la educación decoran las paredes.
Poco a poco, los huelguistas han ido disminuyendo la ingesta de líquidos. Aunque han sido criticados, a ellos no les importa. Creen firmemente que con medidas extremas como ésta podrán ver acogidas sus demandas: mejorar la calidad de los colegios técnicos, acceder a la TNE gratuita todo el año, invertir en renovar la infraestructura de los establecimientos y estatizar la educación, siendo este último punto el más importante de su petitorio. Los secundarios apuestan a que mediante la renacionalización del cobre, se podrían financiar todas sus aspiraciones.
Las consecuencias pueden ser graves. Lo que en un comienzo parte como un retorcijón, luego se transforma en un calambre. Poco a poco, cuando sus cuerpos dejen de depender de las grasas comenzarían a hacer uso de las proteínas, lo que puede afectar especialmente sus músculos.
Liceos de periferia
Buin se encuentra a una hora de viaje de Santiago Centro, comuna que acoge a algunos de los mejores liceos a nivel nacional. Francia Gárate reclama que dichos establecimientos tienen mayor atención por parte del Estado, ya que "nosotros que estamos en la periferia nos llevamos la peor parte". "La infraestructura del colegio es mala, no hay preocupación en ver cómo están los baños", agrega la estudiante que recibe el apoyo de sus compañeros. A juicio de ellos, si las condiciones en los liceos en general son malas, en zonas como ésta son aún peores.
Los estudiantes en Buin critican que a diferencia de un liceo emblemático, en los colegios rurales no hay un proceso de selección riguroso y las exigencias se reducen a que los estudiantes pasen de curso.
"Nosotros nos consideramos colegio de periferia, porque tenemos unas condiciones paupérrimas y una educación como las pelotas, hay que decirlo", reclama Ivania Yáñez, quien durante la toma ha dormido todos los días en el colegio y se dedicado a cuidar a sus compañeros. Estuvo tres días en huelga de hambre pero terminó deponiéndola, porque, según dice, "me necesitaban más afuera que adentro".
Felipe lleva tres semanas de ayuno y ha dejado paulatinamente también de ingerir líquidos. Pasó de estudiar en un liceo en Coronel, al sur del país, al A-131 de Buin, por motivos familiares. Cuando Felipe dio las pruebas para entrar a la Policía de Investigaciones, como tenía pronosticado, no las aprobó porque le fue mal en historia. "Todo lo que había visto de I° a IV° Medio, nada de eso me sirvió en las pruebas", se queja.
De los cinco huelguistas, Matías es el que lleva más tiempo (32 días). A sus 18 años ya tiene un hijo de dos, y a pesar de esa gran responsabilidad, está dispuesto a llegar "hasta las últimas consecuencias". "No quiero que mi hijo tenga la misma mala educación que yo", afirma. "Acá el único culpable de que estemos en huelga de hambre es el gobierno", añade el joven, que hasta ahora ha perdido 9 kilos.
"No vamos a estar quedándonos con migajas", sentencia Ivania, cuando recuerda el resultado de las manifestaciones del año 2006. Ahora apuesta al todo por el todo.
"Nadie sabe qué va a pasar"
Tres profesoras se agrupan afuera de la sala en la que desde hace un mes se mantienen los jóvenes en huelga de hambre. Todas coinciden en que apoyan el movimiento pero no la huelga de hambre, y desean que los estudiantes la depongan. "Es estresante ver todos los días que está pasando con los chiquillos, que uno se fue del hospital, que después volvieron y ves las respuestas que dan las autoridades que no tienen nada que ver con lo que los chiquillos están pidiendo, entonces es una situación de estar todos los días estresados", declara Elsa Olivares, profesora de Biología.
La mujer critica al alcalde de Buin por no haber visitado hasta ahora a los jóvenes. "Estamos a una cuadra, es cosa de atravesar y venir", dice.
Y la verdad es que no más de treinta pasos separan al liceo A-131 de la puerta de la Municipalidad de Buin. Nicolás Romo, encargado territorial del gabinete del municipio, asegura que están muy preocupados por la huelga de hambre y que las puertas de la alcaldía siempre han estado abiertas para dialogar. Pero aclara que las demandas que ellos pueden satisfacer sólo se reducen a mejorar la infraestructura de los liceos, ya que el problema de la educación es a nivel nacional.
La respuesta no deja conforme a José Francisco Vergara. El joven salió del colegio hace cuatro años y actualmente estudia Psicología en la Universidad Católica. Por estos días también estuvo en el colegio entregando apoyo a los huelguistas. "Yo estuve trece años acá, y sé el estado del colegio. Son 1.500 alumnos que están hacinados permanentemente en el establecimiento", sentencia. Por eso la realidad del A-131 no lo deja indiferente: cada vez los actores están adoptando una actitud más intransigente, y ninguna de las partes puede asegurar qué es lo que va a pasar.