SANTIAGO.- Aunque los servicios de urgencia de las clínicas y hospitales están habituados a recibir las emergencias más complejas, cada cierto tiempo llegan casos que logran sorprender hasta al más curtido de los médicos.
Personas que tragan o meten por la nariz los objetos más insólitos, comen vidrio o sufren accidentes inexplicables son parte de la larga lista de excentricidades que deben atender.
Por esto, junto a sus conocimientos e instrumental médico, muchas veces deben recurrir al ingenio o echar mano a la caja de herramientas para solucionar las emergencias.
Acá presentamos algunas de las historias más curiosas –con final feliz– recopiladas en la Urgencia Escolar de la Clínica Alemana –especializada en la atención de menores- y la Posta Central -el principal centro de urgencia del país-.
"Pelela" de sombrero
Uno de los casos más insólitos que ocurrió en la Urgencia Escolar de la Clínica Alemana fue el de un niño de unos 3 años de edad que llegó con la cabeza atrapada en una bacinica. "Estaba jugando y se la puso de sombrero y vino otro y le pegó en la cabeza y se le incrustó y ya no se la pudo sacar", cuenta el Dr. Guillermo Correia, médico jefe de la unidad. Dice que los padres llegaron a la clínica con el menor llorando y que los médicos tuvieron que usar un alicate para poder cortar el plástico. "Le quedó la marca, pero salió", afirma el médico.
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Llegó a la clínica ¡con el lavamanos!
Que los niños lleguen a la urgencia con una tuerca u otro objeto apretado en el dedo puede ocurrir, pero que lo hagan ¡con un trozo de lavamanos! sorprende hasta un gásfiter. Así ocurrió -tal cual- en el mismo centro asistencial. "Un niño metió el dedo en un hoyito del desagüe de un lavamanos de aluminio, se puso a jugar y se le quedó atrapado, y el papá tuvo que cortar la cuestión y llegaron con el chiquillo y con el lavamanos y el dedo metido a ver si se lo podíamos sacar", recuerda el Dr. Correia. Esa vez también tuvieron que utilizar la caja de herramientas para romper la estructura y poder liberar el dedo. "A veces hay que pedir a mantención que nos presten una llave inglesa o serruchos, no hay otra manera", reconoce el médico.
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Niño traga imanes
Otro pasatiempo de los niños es introducirse objetos por la nariz y la boca. Pilas, clavos, alfileres... "Los niños son capaces de tragarse todo", afirma el médico. Dice que generalmente estos objetos llegan al estómago y siguen el curso digestivo, incluso si se trata de alfileres o clavos. "Es curioso, pero los alfileres hasta se dan vuelta, nunca salen de punta. El organismo es mucho más inteligente que el que se tragó el clavo". Sin embargo, reconoce que lejos lo más complicado es cuando comen imanes. "Puede ocurrir que un imán esté en una tripa y otro en otra y, cuando pasan frente a frente, como se atraen, se quedan pegados apretando la tripa y se rompen", explica el médico, quien asegura que han tenido casos de perforación intestinal y hasta peritonitis por esta causa. En esta situación la única solución es operar.
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Ojos pegados con "la gotita"
Además de los enchufes, la cocina, la tierra, los imanes, las pelelas y los lavamanos... uno de los principales enemigos de los niños más pequeños es la famosa "gotita". El jefe de la urgencia escolar cuenta que no son pocas las veces en que han debido lidiar con el lema "lo que la gotita pega, nada, nada lo despega" y atender a menores que llegan con los ojos pegados, pero no por una conjuntivitis severa, sino por efecto del popular engrudo. "Al papá se le queda por ahí encima y los niños se ponen a jugar, se lo echan en la cara, se pegan un ojo. Los cabros chicos hacen cosas que no son lógicas", sostiene.
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Despedida extrema
Uno de los episodios que más convulsionó a la urgencia escolar ocurrió un fin de semana en que fueron invadidos por decenas de jóvenes intoxicados, con alergias, infecciones y un olor desagradable. ¿La explicación? Una despedida de cuarto medio, protagonizada por alumnos de un colegio del sector oriente ansiosos por el mechoneo. "Llenaron una piscina de puras cochinadas, desde vómitos a gatos muertos, hicieron una sopa de cochinadas y ahí tiraban al curso", relata el médico. Reconoce que la situación fue compleja. "Tuvimos que montar un box especial y atendimos durante una tarde como a 70 cabros, con lesiones en la piel, en los ojos, infecciones, reacciones alérgicas, que tragaron agua y estuvieron con diarrea", dice. Incluso tuvieron que conversar con el colegio para que tomaran medidas.
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