SANTIAGO.- Lo que surgió como una broma, rápidamente adquirió otro cariz cuando un estudiante de Derecho creó un grupo de Facebook para rendirle honor a María del Pilar Pérez, condenada a 60 años de cárcel por contratar a un sicario para matar a tres personas, incluido su ex esposo.
Y es que la asociación virtual no sólo sumó detractores, sino también algunos seguidores que defendían la supuesta inocencia de la denominada "Quintrala".
"Era una broma destinada más que nada a los amigos, pero la cosa fue agarrando vuelo", explicó el responsable de la idea, Joan Montt. El grupo en honor a "La Pili" tiene nada menos que 4.750 seguidores.
El culto a criminales de alta connotación pública no es un hecho ajeno a Chile. Cuando la pena de muerte no estaba abolida y alguien era condenado al paredón de fusilamiento, su violento fin, en la creencia popular, expiaba sus pecados y el ajusticiado por lo general terminaba siendo venerado.
"Quienes condenados a la pena capital asumen la muerte con entereza, gallardía, la fe popular les rinde homenaje", explica Oreste Plath en su famoso libro "L'Animita, Hagiografía folclórica".
Dubois, el criminal más recordado
El caso más conocido es del asesino en serie de Valparaíso Emile Dubois, un inmigrante francés de tendencia anarquista que llegó al puerto con la fama de aventurero: trabajó como minero en Bolivia y fue guerrillero en Colombia.
En el país alcanzó notoriedad por cuatro asesinatos a prestamistas de ascendencia extranjera. Los justificó diciendo que sus crímenes no eran contra chilenos y que con ellos buscaba "justicia social". El 26 de marzo de 1907 fue fusilado en la cárcel y de inmediato se creó una leyenda. Hasta hoy su animita en el cementerio de Playa Ancha recibe muchísimas visitas de quienes llegan a pedirle todo tipo de favores y milagros.
En la misma línea se encuentra el "Chacal de Nahueltoro" (Jorge del Carmen Valenzuela). Alcohólico y analfabeto, la tarde del 20 de agosto de 1960, mató a su conviviente y a los 5 hijos de ésta porque la mujer no pudo cobrar una pensión de viudez.
Como no tenía dinero para seguir bebiendo, se enfureció, hiriendo a la mujer con una guadaña y ahorcando a los niños con sus propias manos.
En los 32 meses que pasó en la cárcel, el "Chacal" aprendió a leer, a hacer guitarras y pidió perdón por sus crímenes. Dijo que lo había hecho porque nunca había recibido educación. Su caso generó una fuerte controversia por el contrasentido de rehabilitar a un criminal que de todas formas iba a recibir la pena capital.
El indulto nunca llegó, pero nadie se olvidó de la historia del "Chacal", que hoy es un verdadero atractivo turístico. Cada 1 de noviembre (Día de Todos los Santos) se realizan romerías en su tumba en el cementerio de San Carlos, Octava Región.
Una devoción parecida es la que existe en el Cementerio General por las tumbas de Francisco Cuadra (43) y Luis Osorio (30), acusados de matar, junto a otros delincuentes, a dos ancianas millonarias y a su asesora del hogar, ultimándolas a golpes y con un arma de fuego (1964).
Otro caso que se mantiene fresco en la memoria es el del delincuente Mario Lecaros, quien se suicidó cortándose las venas, en septiembre de 2007, mientras era buscado por la policía como el único sospechoso de asesinar al empresario Mauricio Saba.
El antisocial, de nutrido prontuario, había agendado un cita con el dueño de Montaña Sport para venderle una moto. En vez de eso lo mató para robarle los cuatro millones y medios de pesos que cerrarían el negocio. En vida, Lecaros mandó a construir un santuario, con flores, asientos de madera y cemento, y una cruz de madera de más de dos metros con vista al río Mataquito y al pueblo de Hualañé.
Tras su muerte, mucha gente va a ese lugar a rendirle honores. Porque aunque no tiene acceso para autos, las visitantes llegan con flores, fotos y hasta motos todoterreno de juguete, para recordar la afición de Lecaros por estos vehículos.
A estos criminales "el pueblo les reconoce ciertas facultades milagrosas", señala el sociólogo especialista en sectas, Humberto Lagos. Pero no todos se ganan el fervor popular. Una tumba que yace en el completo abandono en el Cementerio Metropolitano es la del violador y asesino en serie, Roberto Martínez Vásquez, alias el "Tila".