SANTIAGO.- Lunes 12 de agosto de 2002. Millones de santiaguinos se levantan al alba para iniciar con energías una nueva semana, pero preocupados por que saben que el traslado hacia sus destinos será algo más difícil de lo normal: El día anterior, el Consejo Superior del Transporte decidió detener sus actividades, por lo que esperaban un complicado desplazamiento por la ciudad.
En la víspera, el Gobierno de Ricardo Lagos preparó un plan para enfrentar la escasez de buses, pero al comenzar la jornada Santiago quedó colapsado por el paro, debido al bloqueo estratégico de sus principales arterias preparado por los microbuseros liderados por Manuel Navarrete, Orlando Panza, Marcel Antoine, Armando Huerta y Demetrio Marinakis.
Este domingo, se cumplen 10 años de la huelga, la cual, por sus consecuencias, se transformó en una de las protestas más graves y polémicas en la historia reciente del país. Huerta y Marinakis, protagonistas de aquella jornada, recordaron con Emol los detalles de la movilización que provocó el golpe final a las "micros amarillas" y el primer paso para la implementación del cuestionado Transantiago.
A pesar de que ya ha pasado una década, ambos dirigentes aún expresan con rabia e impotencia la pugna que mantuvieron con las autoridades de la época y disparan con fuerza en contra del actual sistema que, finalmente, terminó por sacarlos del negocio que sostuvo a sus familias por más de 90 años.
Marinakis recuerda con exactitud el origen de la crisis. "El problema se suscitó porque por primera vez en un país sudamericano se abren las bases para que empresas extranjeras vengan a licitar, eso detonó la gran protesta. Un gobierno socialista, en vez de proteger a los operadores, le dice a las grandes empresas que no podíamos competir con ellos. O sea, fue una expropiación la que sufrimos", cuenta.
"A nosotros en ningún momento se nos consideró, siendo los actores principales, en lo absoluto. Al revés, nos dijeron un día 'tienen que poner cobradores automáticos', ahí partió todo. Gastamos US$ 80 millones y al final quedaron botados", añade Huerta.
Operación "candado"
Estas peticiones del Gobierno más la "campaña de estigmatización", de la que a su juicio fueron víctimas, fueron colmando la paciencia del gremio, el cual al advertir el cambio que se venía, decidió dar un golpe de fuerza. Sin embargo, la decisión de bloquear las calles no fue compartida por todos los dirigentes.
"Yo nunca fui partidario de lo que pasó, yo andaba fuera del país, pero como era dirigente responsable, asumí. El gremio sabía cual era mi postura, mi postura era hasta las últimas consecuencias, o sea, una paralización larga de al menos 30 días, para reventar el nuevo plan de transportes", confiesa Marinakis.
"A mi nunca me gustaron los bloqueos, me gustaban los paros. El bloqueo de calles nunca se tuvo que haber hecho, pero la mayoría quería, así que me sumé a las mayorías. Pero yo, con la experiencia que tenía, sabía que eso era lo que quería el Gobierno, que cometieramos una estupidez. Y caimos en la trampa", agrega.
Las consecuencias del bloqueo fueron nefastas para los dirigentes, ya que el Gobierno invocó la Ley de Seguridad Interior del Estado en su contra y quedaron detenidos en la Penitenciaria de Santiago (ver recuadro). Además, el amplio rechazo ciudadano que provocó no hizo más que acelerar la puesta en marcha del plan de modernización del sistema de transportes.
Críticas contra Transantiago
Ambos dirigentes fueron y serán férreos detractores del Transantiago, plan que desde un comienzo denunciaron que sería un fracaso estrepitoso y del cual culpan principalmente a los políticos, tanto de la Concertación como de la Alianza.
Según Marinakis, esto "fue un negocio de los bancos, de la elite política del país. Aquí están los políticos, los legisladores están metidos, porque yo con Armando fuimos diez veces al Congreso a decirles que sería un fracaso y no nos creyeron. Lamentablemente, todas mis predicciones sobre el sistema de transporte fueron ciertas".
Al hablar sobre la comparación de las micros amarillas con el Transantiago, Huerta señala que "a nosotros aún nos preguntan en la calle ‘y cuándo van a volver las micros amarillas’, y aunque quieran minimizar que no es así. No, es así. Nosotros con sueldos fijos y corredores exclusivos hacemos el transporte sin que nos pague un peso el Estado".
Marinakis agrega que "cuando nos pedían mejorar, nos pedían que mejoraramos más la flota y yo les decía ‘ustedes vienen de Europa y en Europa toda la locomoción era bonificada por el Estado. Ahora están bonificando, y el transporte que tienen es más malo que el que tenían con nosotros".
"Estamos hablando de 6 mil millones de dólares, qué explicación tiene la desfachatez de estar perdiendo tanta plata, porque ahora dicen ‘no andamos tan mal’, ¡pero andamos mal po! El otro día mostraron cifras del Transantiago y son aberrantes, por eso lo que me duele a mi que en 90 años no nos dieron ni un cinco a la pecera", fustiga.
Además, Marinakis despotrica también en contra del actual gobierno, al cual apoyó durante la campaña presidencial. Dice que se equivocó al creer en que Sebastián Piñera pondría fin al Transantiago. "¿Por qué Piñera no lo ha terminado? Porque están metidos políticos de todas las tendencias, ellos se protegen. Ellos si que son cartel, no nosotros", dice.
"Cuando un sistema no funciona hay que acabarlo y el gobierno tenia los fundamentos para terminarlo, por incumplimiento de las empresas, muchos motivos, pero no. Hay muchos intereses cruzados, cuando yo hablo de poderes facticos aqui hay una mezcla de intereses politicos, bancos y empresas extranjeras. ¿Y quien se atreve a denunciarlo? Nadie", concluye.