Columna de opinión: Educación en el farewell de Piñera
El presente gobierno ha conseguido importantes avances en términos de crecimiento económico y generación de empleo. Se trata de progresos materiales incuestionables y necesarios para el desarrollo de Chile.
22 de Mayo de 2013 | 09:26 | Por Ernesto Treviño, Centro de Políticas Comparadas de Educación UDP
Por alguna razón, Chile no entiende el éxito del gobierno o, tal vez, el gobierno no ha entendido las demandas más sentidas del Chile de hoy. Este desencuentro se explica por la distancia en los valores e ideales de la elite económica y los del resto de la población respecto al país que se anhela. Los ideales de la elite están fuertemente permeados por la agenda del 1% de chilenos que posee el 30% de la producción nacional. De allí viene la férrea defensa de las libertades económicas, de enseñanza y de elección de colegio. Esto sucede, primero, porque este es el grupo que puede ejercer la libertad dada su posición privilegiada y, segundo, el concepto de libertad usado sirve para defender intereses particulares en mercados oligopólicos que afectan también a la educación.
Los párrafos anteriores son un contexto indispensable para comprender el discurso presidencial de este 21 de mayo en materia de educación. El presidente planteó que la educación tiene tres problemas: a) calidad baja y desigualmente distribuida; b) acceso inequitativo y segregación social; y c) carga económica sobre las familias. A renglón seguido, el primer mandatario defendió la libertad de enseñanza y de elección de los padres, dos ejes de su reforma que han sido profundamente cuestionados por generar graves desigualdades y segregación.
Los avances de este gobierno en materia de financiamiento de la educación han sido notables. Ha aumentado el valor de las subvenciones en todo el sistema escolar. También se aumentaron los recursos para créditos favorables y becas para la educación superior.
A pesar del terreno ganado en cuanto a los recursos destinados a la educación, existe descontento social que se explica por tres razones. En primer lugar, estos recursos no han ido en apoyo de la educación pública de forma preferencial, lo que es una sentida demanda. En segundo lugar, estos recursos no han garantizado educación gratuita y de calidad para todos, sin distingo de clase social—como lo expresó el presidente. En tercer lugar, los recursos públicos para educación se pueden convertir en lucro privado, por distintas vías legales y cuasi-legales. En suma, se han destinado más recursos a un sistema educativo cuestionado por desigual y segregador, que requiere una transformación para responder a los desafíos del Chile del mañana.
La obligatoriedad del kínder y la creación de una subsecretaría de educación superior fueron los anuncios más relevantes de este mensaje. El primero implica mejorar el acceso (y ojalá la calidad) a este nivel educacional que puede aminorar las desigualdades de origen. El segundo porque la envergadura y desafíos del sistema de educación superior nacional lo requieren.
Por último, los temas pendientes son los más deseados por la población. No se ha creado una Superintendencia de Educación Superior que impida el lucro en las universidades (la propuesta actual lo permite). Tampoco se ha transformado el sistema de financiamiento a la demanda que debilita a nuestras escuelas. Existe aún letra chica en la distribución de becas y créditos que afectan enormemente a la clase media y media alta que tienen dificultades para pagar la educación superior más cara del mundo. Finalmente, la educación municipal, como en periodos anteriores, ha sido dejada de lado.