SANTIAGO.- Cuando Ximena entró a trabajar como tripulante auxiliar de cabina (nombre técnico de "azafata") le gustó tanto que en ese momento se cuestionó todos los años que había pasado estudiando una carrera tradicional y después trabajando en horario de oficina.
A diferencia de otras niñas, dice que nunca soñó con ser tripulante, sino que llegó a trabajar a LAN Express por casualidad, cuando quedó cesante y, al ver un aviso en el diario, postuló sin pensarlo mucho. Cuando la línea aérea la seleccionó, le hizo un curso de unos tres meses, tras lo cual obtuvo su licencia y comenzó a trabajar. "Cuando empecé a volar me encantó. Me dije qué hice tantos años trabajando de diseñadora, con horarios fijos y todo", recuerda.
Según datos de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), en los últimos tres años se ha casi duplicado el número de auxiliares de vuelo en el país, pasando de 1.342 licencias vigentes en 2009 a 2.404 en 2012. Estas licencias se revalidan cada año, para lo cual se exige ciertas horas de vuelo, por lo que en la práctica el número de licencias vigentes se correlaciona con el de tripulantes empleadas.
El jefe del área de licencias de la DGAC, Carlos Stuardo, dice que estos datos apuntan a que "hay una mayor demanda" de las aerolíneas. "Uno podría deducir que ha aumentado el campo laboral en esa área, producto de que hay más aeronaves, mayores frecuencias y más vuelos", señala.
Viajes y buenos hoteles
Ximena dice que lo que más le gusta es que "la pega es muy entretenida" y "ningún día es igual a otro". "Trabajas todos los días con gente distinta, viajas, conoces lugares y de repente tienes que dormir en otras partes", cuenta.
Cuando eso ocurre, la línea aérea las hospeda en hoteles y les entrega un viático. Para Ximena, quien tiene dos hijos, ése es su momento de relajo. "Cuando me toca dormir afuera es el rato que yo descanso y te dedicas a ti", dice. Además cuenta que "siempre se arma buen ambiente" entre la tripulación y muchas veces salen a comer y pasear juntos.
El sueldo que recibe una auxiliar de cabina oscila entre $400 mil y $1 millón, dependiendo de las horas de vuelo, la línea aérea y el cargo que tienen, siendo más alto para las jefas de cabina. A eso se suma el viático que reciben cada vez que pernoctan afuera, que puede significar hasta $100 mil extra al mes. También algunas aprovechan los viajes para "matutear", es decir, traen productos del extranjero –como ropa, cremas y perfumes– que después venden en Chile.
Pero, por lejos, lo que más valoran las tripulantes son los pasajes aéreos a bajo costo que reciben por trabajar en una aerolínea. Éstos son ilimitados al año y generalmente pagan sólo el 10% del valor, más las tasas de embarque. Ximena cuenta que así ha viajando con toda su familia a Punta Cana, Estados Unidos y hasta a Dubai, en Emiratos Árabes.
Ra'a Rapu Cardinali, quien vive en Rapa Nui y por siete años fue tripulante en LAN, en la ruta Isla de Pascua - Tahiti, también aprovechó al máximo esta experiencia. Después de estudiar diseño gráfico, postuló a un trabajo que ofrecían en el aeropuerto Mataveri. Pero al llegar a la entrevista, cuenta que la encargada le dijo "no, tú tienes que volar". "Encontró que yo tenía como todo el look para trabajar como tripulante".
Asegura que "no era algo que había soñado hacer, pero era entretenido, bien pagado y con la posibilidad de viajar para donde quisiera con pasajes gratis". Por eso, apenas tenía algunos días libres, tomaba sus maletas y viajaba a algún destino. Así conoció Tailandia y recorrió Europa. También, con el dinero que ganó, construyó su casa en la isla.
Pasajeros complicados y "piropos"
Pero no todo es vida de famoso. Comentan que es difícil acostumbrarse a trabajar en horarios extraños, ya que a menudo deben volar de noche o levantarse de madrugada. Para Ximena el mayor sacrificio es estar lejos de su familia en fechas importantes. "Muchas veces te toca volar feriado o fin de semana, justo cuando los niños tenían un cumpleaños o alguna actividad en el colegio y no pudiste ir", cuenta.
Otra situación que con frecuencia deben enfrentar durante los vuelos son los pasajeros complicados. "A veces vienen molestos porque les bajaron la maleta o vienen estresados del trabajo. Pero al final se dan cuenta que tú no tienes culpa de nada y les ofreces algo para tomar o para comer y ahí ya como que se relajan un poquito", relata Ximena.
Pero hay algunos que se van al extremo. Ra'a Rapu cuenta que "a veces hay gente que viene 'encañada' o te piden y te piden trago y tú no puedes darles, por seguridad". También pasa que hay pasajeros que han bebido previamente y se empiezan a sentir mal o se desmayan.
Al contrario, también hay otros que las halagan durante el vuelo. "Te dicen 'ay, que está buena moza hoy día señorita'. Son bien amables, sobre todo cuando vas para el norte que van más vuelos de mineros, son más 'piroperos' esos pasajeros", cuenta Ximena.
Requisitos y exigente proceso de selección
Aunque existen algunas escuelas que forman a las tripulantes auxiliar de cabina, lo que ocurre en la práctica es que las aerolíneas primero las seleccionan y luego ellos mismos las capacitan para que obtengan la licencia. Así, varias veces al año realizan concursos para contratar nuevo personal. En el caso de LAN, varias tripulantes comentan que el proceso de selección es muy difícil y consta de varias etapas que las postulantes deben ir pasando.
Primero las postulantes participan en una entrevista grupal. "Ahí de 50 puede quedar seleccionada una o dos", detalla una tripulante. Luego les realizan una serie de entrevistas psicológicas y las enfrentan a situaciones que podrían vivir en el avión. También les realizan una prueba de conocimientos y deben aprobar un examen médico, que se realiza en el Centro de Medicina Aeroespacial (MAE) de la FACh, que indica que son aptas para volar.
Aunque los requisitos formales son ser mayor de 18 años y tener la enseñanza media rendida, las líneas aéreas también piden un mínimo de estatura (1,56 metros para mujeres y 1,70 para varones) y un cierto nivel de inglés, aunque esto no siempre es determinante, pues quienes no lo manejen pueden trabajar en vuelos nacionales. Personas que han postulado dicen que las empresas valoran que las postulantes muestren madurez, seguridad, adaptabilidad, psicología con los pasajeros, "espíritu de servicio" y alguna experiencia laboral previa.
En cuanto a la prueba que deben rendir en la DGAC para obtener su licencia, Carlos Stuardo explica que como la función de las tripulantes es "estar preparada para actuar ante una emergencia en vuelo" –y "no servir café", como se piensa–, las pruebas miden, entre otras cosas, que éstas conozcan las medidas de seguridad del avión, que sepan usar los extintores, los chalecos salvavidas, inflar las balsas, aplicar primeros auxilios y evacuar a los pasajeros en caso de emergencia, además de conocer elementos básicos de navegación, meteorología y aeronáutica.
Ra'a Rapu (32) dice que, en su caso, le funcionó ser tripulante mientras fue "más joven, más libre y sin compromiso". Pero una vez que tuvo a su hijo optó por renunciar para estar a su lado. "Fue una bonita experiencia, pero para mí los siete años fueron suficiente", dice.
En cambio, Ximena, a pesar de estar casada y tener hijos, dice que por nada se baja del avión. "No me cambio a horario de oficina ni a palos", afirma. Dice que las dos veces que tuvo que quedarse en tierra por estar con postnatal no se acostumbraba a los horarios y extrañaba volar. "No importa si estás casado, es una pega que yo la encuentro el 'descueve', no te pagan mal, aprovechas de conocer y te dan todo", afirma.
Al igual que en otras profesiones, existe el mito de que abundan los romances entre las auxiliares de cabina y los pilotos. La instructora de una de las escuelas de tripulantes dice que "es típico que llegan alumnas que te dicen 'yo quiero volar porque me quiero casar con un piloto'".
Ximena, la tripulante de LAN, afirma que sí ocurre que auxiliares de cabina se casen con pilotos, pero "porque es como cualquier pega, donde ése es tu ambiente y vas conociendo gente ahí". De hecho, su marido es piloto.
Ra'a Rapu también es pareja de un piloto, a quien conoció durante la ruta entre Isla de Pascua y Tahiti. "Él es del continente y nos conocimos en ese vuelo. Después, cuando a él le tocaba volar a Miami o a Nueva York y yo tenía libre me iba con él. Fue muy entretenido", cuenta. Ya llevan cinco años juntos y tienen un hijo de dos años.