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El día a día de la mujer que imparte disciplina y orden en FF.EE. de Carabineros

Casi 400 hombres deben seguir sus instrucciones. Soporta ataques, gases lacrimógenos y largas jornadas de trabajo. La oficial Marcela Correa cuenta acá cómo es su vida bajo la extrema disciplina de su unidad.

09 de Noviembre de 2013 | 12:33 | Por Eric Ulloa Morales, Emol

SANTIAGO.- "¿Está listo el tango romeo ("zorrillo")?", pregunta, previo a iniciar la ronda nocturna acompañada de su conductor y un acompañante. "Nada puede quedar al azar", dice con la propiedad de ser actualmente la única capitán de Fuerzas Especiales de Carabineros.


Marcela Correa (31) ingresó a la institución en 2000 y 13 años después, junto a otros dos oficiales, tiene a su cargo a casi 400 hombres y 31 mujeres dispuestos a mantener el orden público en manifestaciones, estadios y en los alrededores del Palacio de La Moneda.


Chaleco antibala, casco, protecciones de hombros, brazos y piernas, además de guantes antiflama, componen su uniforme, el mismo que en 2004 calzó la teniente Mitza González, la primera carabinero en integrar FF.EE. Y a pesar de la dureza de su traje, la capitana no abandona su esencia.


"Mi uniforme es éste y con él represento a mi unidad. Por mi cargo no puedo andar despeinada ni desmaquillada, porque soy la referente que tienen acá las 31 carabineros y porque a ellas también se los exijo", dice.


Mujer de carácter


La capitán Correa llegó a FF.EE. en 2008. De teniente pasó a ser jefa de sección y luego de los equipos que resguardan la seguridad del ex Congreso y de la Cancillería. Cuatro años pasaron para que ascendiera a oficial y asumiera como subcomisario de control operativo y luego de "servicios 2".


"En Fuerzas Especiales la mujer se integró y llegó para quedarse", afirma, consciente que a su alrededor (y a cargo) tiene mayormente a hombres. "Ellos se acostumbran. Ven que hacemos todos los servicios a la par (...). Actúan normal y sin mostrar incomodidad ni envidia", asegura.


Su carácter fuerte fue clave en el respeto que consiguió en su unidad y con los arietes que lidera (un carro lanzaaguas, uno de gases y una sección de 20 carabineros).


"Cuando imparto instrucciones ellos saben que lo que yo digo se tiene que hacer (...). Acá no existe distinción de género. Hay un apoyo permanente, compañerismo, una cohesión y un trabajo en equipo", afirma la capitán Correa.


Disciplina familiar


Esa unión es la que aprendió en su "disciplinada" familia. Oriunda de Talca, sus padres le enseñaron -y a sus tres hermanas- que "jamás había que dejarnos pasar a llevar".


Se crió ligada al campo y sólo en enseñanza media asomó el interés por postular a Carabineros.


"Fue fuerte decirles", confiesa. "Mi papá sintió orgullo, porque quería que su hija fuese de orden y seguridad, y mi mamá tenía miedo al peligro que iba a enfrentar", cuenta.


"Me fui a comienzos de febrero y los volví a ver recién en abril. Fue impactante para ellos verme con uniforme, moño y bien maquillada. De ahí en adelante, me apoyaron en todos los momentos", añade.


Riesgosa exposición


A la capitán Correa no le importó la exigencia física, someterse a los cambios de temperatura, al agua o al gas lacrimógeno, ni los ocho kilos de peso de su uniforme. "Al principio, a todos nos costó. No es lo mismo correr con botas, buzo, canilleras, casco, chaleco, guantes y una radio, sea invierno o verano. Por eso quien está en Fuerzas Especiales es porque le gusta".


Las jornadas son muy extensas, dependiendo de la complejidad del procedimiento, como un 11 de septiembre o el Día del Joven Combatiente. Para descansos parciales, las mujeres cuentan con dormitorios y los hombres con colchonetas en el gimnasio.


Correa ha sufrido lesiones en dos ocasiones. En enero, barristas de Universidad Católica la golpearon con un tablón en una pierna y su casco la protegió de otro que "pudo hacerme perder el ojo". Y el 1 de mayo pasado, al final del acto de la CUT, un hombre la agredió de puño.


"Da impotencia, rabia y pena la reacción de la gente, sobre todo, de los jóvenes. Por el sólo hecho de nuestro uniforme, desatan su odio y resentimiento. No sé lo que pasó años atrás, pero yo soy de las generaciones nuevas", enfatiza.


La vida puertas adentro


La capitán de FF.EE. sabe que el traje antidisturbios "endurece nuestra imagen, pero detrás de él hay un carabinero normal y una persona".


Si le corresponde el primer turno en el Área Primaria de Seguridad (Palacio de La Moneda), llega a la unidad a las 07:30 horas, pero 60 minutos antes está en la ducha y luego peinándose y maquillándose. "Siempre digna por la vida", dice entre risas.


Correa vive con su hermana menor, estudiante de Medicina Veterinaria, y una perrita Schnauzer pequeña "que me demanda mucho tiempo, pero que es la más feliz cuando llego del trabajo". Sin uniforme y con el cabello suelto, tiene una rutina "como la de cualquier otra mujer".


"Voy al supermercado, a ver a una amiga, a comer, a la farmacia, a la peluquería. También soy media maniática del aseo, así es que mi casa debe estar impecable", detalla la jefa de FF.EE., que actualmente está separada de hecho de un oficial de Gendarmería.


Aclara que por ahora está completamente dedicada su trabajo, el mismo que la tendrá como capitán de Fuerzas Especiales "hasta que el mando lo disponga".

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