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Chile en llamas: Las horas más difíciles de los brigadistas de Conaf

En una temporada que ha estado marcada por la alta proliferación de incendios forestales en el país, un brigadista de la Región Metropolitana y otro de La Araucanía cuentan cómo es trabajar al borde de la muerte.

11 de Enero de 2014 | 09:30 | Por Ramón Jara A., Emol

SANTIAGO.- Pedro Parada tiene 52 años y 30 de ellos los ha dedicado a luchar contra los incendios forestales. Actualmente es el jefe de la Brigada Conaf de Curacaví y como cada temporada de siniestros arriesga su vida en estas labores.


"Lo más difícil de estos días ha sido cuando el incendio en Melipilla saltó a la Ruta 78 y se vio involucrado un bus de pasajeros. Al estarse quemando un bosquecillo de eucalipto, las llamas adquirieron una altura de 20 metros y se acostaron sobre la ruta, haciendo como una ola de fuego sobre el bus, y el chofer trató de echarse para atrás pero no pudo porque detrás de él estaban todos los vehículos que están formando el taco".


"Así que hubo que correr a la ruta, meterse y hacerle señas debajo de las llamas al chofer que estaba en shock, y hacerlo reaccionar para que se corriera al lado contrario de las llamas. Gracias a Dios también llegó la gente de la mantención de la ruta y pudimos sacar las barreras centrales y empezar a devolver el tránsito. Fueron momentos de mucho estrés, pero se hicieron bien las cosas, ya que no se nos quemó ningún vehículo y no murió ninguna persona y no hubo siquiera un accidente leve".


"Fue bastante caótico, pero gracias a Dios pude mantener la calma y pude tomar decisiones e indicar en forma clara, casi a gritos, para que la gente saliera del estado de shock y reaccionara. Fue un momento muy estresante, pero a la vez tenía muy claro lo que estaba haciendo. Lo único que me daba miedo era que estaba contra el tiempo y contra la radiación que en ese momento salía del bosque hacia los vehículos, así que había que moverlos de forma rápida y logramos salvar a toda la gente que estaba ahí, sacarlos y tenerlos a resguardo".


"Haber salvado todo ese montón de gente en la ruta fue bastante agotador psicológicamente, pero a la vez muy satisfactorio al final de la jornada saber que de alguna forma se cumplió con el deber que uno lleva impreso en el alma. Uno no puede entrar en pánico ni tampoco ponerse nervioso, porque eso puede hacer que uno se equivoque en las decisiones que va a tomar, de tal forma que uno debe mantener la calma y ser rápido mentalmente. Ordenar a la gente y dar instrucciones que sean al 100 por ciento aceptadas".


"Otra situación extrema fue cuando tuvimos que evacuar a unos abuelos de 90 años y ellos nos decían 'pucha, estoy tan viejo que no sirvo ni para agarrar una pala', y se recriminaban entre ellos. Entonces eso había que revertirlo diciéndoles 'oiga, qué más va a dar usted si ya dio todo lo que tenía que dar, ahora somos nosotros los que tenemos que ayudarlo a usted, salgamos de acá' (...) Gracias a Dios tampoco ahí se nos quemó alguna casa ni tuvimos personas accidentadas, aunque estuvimos bastante cerca de que se quemaran las viviendas".


"Lo que pasa es que los de este año han sido incendios muy violentos en su evolución, en su propagación. Han sido vientos muy fuertes, ráfagas que pueden alcanzar fácilmente los 20-30 kilómetros por hora, y las temperaturas son muy altas, la radiación del incendio por las mismas temperaturas alcanza una alta temperatura que muchas veces a nosotros no nos deja acercarnos al incendio y tenemos que hacer la línea a mucha distancia".


"En la brigada a nosotros nos llega mucha gente de distintas partes, sobre todo de estratos muy bajos, gente que viene del sur. Y muchos de los míos son hijos de papás separados, o no han tenido un papá que les haya dado un consejo o han tenido un papá alcohólico que solamente se ha dedicado a golpear y que nunca se ha sentado a conversar con ellos. Cuando tú tienes esa posibilidad de acercarte y conversar, después se te acercan y te dicen 'Jefe, sabe qué, tengo este problema, quiero tomar esta decisión, quiero que usted me aconseje, y cuando ya se van y te dan un abrazo medio llorando y te dicen 'el próximo año quiero volver', también son indicadores de que este trabajo tiene una gran satisfacción en cosas que son impagables, que ningún otro trabajo te lo va a dar, porque este trabajo es muy extremo (...) esas cosas son impagables, la gente te respeta y te llega a querer como un papá".


"Se podría decir que tengo mi familia en mi casa y en el trabajo. Nosotros estamos prácticamente 24 horas viviendo juntos, habitamos en una tremenda casa donde lavamos la ropa, comemos, dormimos, nos levantamos a la misma hora y compartimos las conversaciones en la tarde, al final de la jornada, entonces se llega a formar prácticamente un grupo familiar".


"El jueves estábamos en la Cuesta Barriga y nos tocó caminar por la Ruta para cambiarnos del lugar del incendio, y era satisfactorio cómo los camioneros tocaban sus bocinas y nos hacían con el pulgar para arriba y nos saludaba la gente, entonces eso es un indicador de que estamos haciendo la pega y la estamos haciendo bien. Cómo no voy a seguir trabajando en esto, si alguien lo tiene que hacer y si alguien lo está haciendo con ganas y tiene la vocación, bueno, tenemos que seguir en eso".


En la zona de conflicto


Más al sur, Ricardo Martínez se dedica a combatir los incendios en una zona muy compleja, no sólo por su geografía, sino también porque se trata del territorio afectado por el denominado conflicto indígena, donde muchas veces se registran enfrentamientos.


"Llevo 18 años trabajando acá. Entré de brigadista el año 1996 después de rendir el Servicio Militar, y de ahí no he parado más. Primero lo hice por un tema económico, después fue algo que a uno lo va tomando, porque uno se va metiendo en el tema de proteger las casas en riesgo, de evitar que se quemen".


"Yo soy supervisor de brigada, pasé por todos los cargos. Entonces, ahora aparte de cuidar mi integridad física, tengo que velar por la integridad física de toda la brigada. O sea, uno tiene que tomar una decisión, y si esa decisión de repente no fue bien tomada, puede poner en riesgo la integridad física de algunos integrantes de la brigada. Es bien complejo trabajar en los incendios forestales".


"Yo no sé si soy afortunado porque he entrado en hartas oportunidades a muchas comunidades mapuche y no he tenido ningún tipo de inconveniente ni problema alguno; siempre trato de llegar bien a las personas, llego y saludo cordialmente, les explico el tema por el que estamos ahí, así que no he tenido nunca un conflicto mayor".


"En Angol el incendio fue de grandes proporciones, se quemó harto, lo más terrible fue que las llamas amenazaban las casas. Entonces ahí hubo que aplicar todo para defender y evitar que el fuego llegue a las viviendas, y afortunadamente no llegó".


"Un hecho que me marcó en toda mi vida aquí fue ver a una persona muerta producto de un incendio forestal. Eso a uno como humano le marca, no puede quedar ajeno al dolor de ver una persona quemada. Eso fue el año 2003 en la zona de Victoria".

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