Después de casi cuatro décadas, Jeria se pudo reunir con el policía que la ayudó tras ser torturada.
Oscar Saavedra, El Mercurio.SANTIAGO.- Hace treinta y nueve años, Hildorfo Burgos, tuvo un gesto de humanidad con la madre de la Presidenta Michelle Bachelet, Ángela Jeria. El ex miembro de la PDI la cuidó, le ofreció alimentación y un lugar más digno para permanecer, cuando ella fue trasladada al cuartel general de la institución en 1975, desde Villa Grimaldi, el emblemático centro de detención de la DINA donde fue torturada.
La semana pasada ambos se reencontraron, luego que Jeria le solicitara al ex subsecretario de Investigaciones, Ricardo Navarrete, que tratara de ubicar al en ese entonces joven guardia "que la devolvió a la vida en febrero de 1975", según publicó el periódico Cambio21 en una extensa entrevista.
En esa fecha, Burgos tenía 22 años (actualmente tiene 61) y era un vigilante armado de la PDI, por lo que4 debía vigilar a los presos detenidos en los calabozos del cuartel general de la PDI en calle General Mackenna con Teatinos. Un día, cuenta, entre las prostitutas, "cogoteros" y "lanzas" que estaban recluidos, encontró a Jeria y decidió ayudarla.
"Un jefe me había advertido a la pasada que iba a llegar la viuda del general Bachelet (...) terminada la ronda con mi compañero, volví solo a los calabozos. Y me acerqué donde estaba la señora Ángela. Estaba con ese estado de suma fragilidad que denota en una persona que ha pasado por situaciones terribles. Que venía de un infierno", recuerda.
En esa fecha, Ángela Jeria, tenía 48 años y había estado detenida en unas celdas cerradas de dos por dos metros en Villa Grimaldi junto a su joven hija, Michelle Bachelet Jeria, que en ese entonces estudiaba medicina en la U. de Chile.
En su relato, el ex policía rememora que la sacó de la celda y la sentó al lado de su escritorio. "Teníamos un anafre para preparar café y una colchoneta, que la usábamos en la noche para dormir un ratito y una manta de Castilla para el frío. Ahí le pasé una, así que estuvo ahí sentadita conmigo", dice.
Consultado sobre si no tuvo temor de ser sorprendido por sus superiores, dice que "en ese momento no lo dimensioné. El jefe directo mío era difícil que llegara, porque a veces ellos no saben a quién está cuidando uno. No me sentía observado en ese momento. Pude hacerlo, estuve con ella permanentemente, conversamos, no me acuerdo de qué".
"Estaba muy cansada, muy agotada. No creo haber hablado mucho por las circunstancias. Tampoco la forcé a contarme nada, porque venía golpeada, traté de que pasará el día tranquilita. Recuerdo haberle preguntado si había comido y ella me dijo que no, que estaba con hambre, que no comía desde el día anterior".
Gesto humanitario
En ese momento, Burgos recuerda que salió a la calle, dejó sola a Jeria afuera de su celda y compró unas papas fritas con un pedazo de pollo asado. "Ella estaba feliz. Llegó la tarde, hice unas averiguaciones de qué iba a pasar con ella y me cuentan que se estaba yendo expulsada a Australia".
"A la noche le pregunté si estaba cansada. Me dijo que sí, entonces saqué la colchoneta y le dije que se acostara. Ella durmió tranquila, tenía que volver al calabozo, pero ya se iba luego, se lo comuniqué y ella estaba muy contenta, muy tranquila. Me imagino la felicidad de ella de encontrarse con su hija en el aeropuerto", indicó.
Después de cuatro décadas, Jeria se reunió con Burgos en el mismo cuartel, donde fue homenajeado por el director de la PDI, Marcos Vásquez. "Nos emocionamos mucho. Ella lloró, nos abrazamos. Yo me quebré. De reojo miraba como mi señora también lloraba, el director de la PDI y los jefes policiales también estaban emocionados".
"Recién ahí me di cuenta de lo que hice... Nunca pensé que ayudar a otro ser humano, que había sufrido tanto como la señora Ángela, tendría estas consecuencias (…) incluso pensé que no se iba a acordar, me sorprendió", declara.
Asimismo, Burgos sostiene que "después, leyendo más el tema y cuando ella me cuenta algunas cosas que pasó en Villa Grimaldi, que fueron salvajes, entonces uno entiende que el que alguien la haya sacado, le diera almuerzo, la tratara como persona, la marcó".
Hace unos días, Jeria invitó al ex policía a cenar. "Fue una cena espectacular, muy rica, y de repente me pregunta: señor Burgos, ¿qué le pareció la cena? Exquisita. Y ahí ella me dice: pero sabe, nunca como el pollo que usted me dio, nunca comí nada mejor que eso".