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El brusco cambio de vida en el edificio donde joven quedó al borde de la invalidez

Residentes no pueden usar ninguno de los ascensores de la torre de 33 pisos mientras no se determiné por qué uno de los aparatos falló. Bajar y subir escaleras se ha convertido en un deporte obligado.

22 de Junio de 2014 | 15:33 | Por Leonardo Núñez, Emol

SANTIAGO.- Lina Martínez, con ocho meses de embarazo; Matilde, de 65 años, profesora de gimnasia rítmica; y Gonzalo González, con una lesión leve en una pierna. Los tres vivieron de cerca una tragedia y comparten un problema en común.

Hace dos semanas, José Vergara, vecino del edificio en el que residen, se hizo tristemente célebre por un accidente insólito registrado por las cámaras del ascensor al que ingresó para subir a su departamento. El aparato se descontroló y se elevó como una bala desde el piso 16 hasta el 31, donde, antes de detenerse, literalmente se estrelló en medio de un gran estruendo.


El elevador, con las puertas abiertas, recorrió 5 metros por segundo, cuando la velocidad habitual en Chile es de 1,5 metros por segundo. "El impacto fue tal que saltaron algunos escombros a la caja del ascensor contiguo", explicó el inspector de operaciones de rescate del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, Esaú Otero. 

El choque dejó a Vergara con lesiones medulares graves, por lo que podría quedar inválido Actualmente permanece internado en la Clínica Santa María.

En tanto, Lina, Matilde y Gonzalo, y otras 245 familias, que aún no superan del todo el shock por el accidente, deben lidiar con el hecho de haber quedado prácticamente atrapados en la torre de 33 pisos del Condominio Mirador Norte, en Ñuñoa (Avenida Matta con Bustamente).

La Fiscalía y la PDI impidieron el uso de los ascensores de la torre por seguridad y para realizar los peritajes del accidente, cuyas causas no han sido aclaradas. Así, los residentes, arrendatarios, propietarios y personal de servicios, están obligados a subir y bajar escaleras todo el día.

"Subir tres pisos te demora entre 5 y 10 minutos en el caso de las personas mayores. Saca la cuenta cuánto les llevaría subir las escaleras desde el subterráneo al piso 33", relata una persona encargada del aseo en el edificio.

No todos soportaron el acarreo por las escaleras. "El 30 por ciento de los residentes optaron por irse mientras no vuelva todo a la normalidad. Parte del personal de servicio ya no quiere subir más a pie. Algunos terminaron con dolores de espalda intenso", dice otro trabajador de la torre.

La pelea con los escalones es la que debe a dar a diario Lina Martínez, a semanas de tener su bebé. "Se hace un poco insoportable. Quiero que arreglen cuánto antes los ascensores porque debo subir y bajar. Se me hace muy pesado en mi estado y me complica con las compras. Pero no me puedo ir, llegamos hace poco a arrendar, tenemos contrato vigente. Estábamos con toda la ilusión. Ya habíamos montado la pieza del bebé", dice, agregando que está muy preocupada por el día del parto en caso de que se encuentre en el octavo piso.

Por su parte, Matilde, que ya superó los 60 años, explica que gracias a las clases de baile que imparte está en buen estado físico para afrontar a diario la difícil misión. "Vivo en el piso nueve y he debido adaptarme. Nadie está contento. ¿Quién podría estarlo? Me encontré con una amiga en la escalera del tercero. 'No doy más y voy al 25', me decía. De todas formas me sigue gustado el edificio. Compré mi departamento al contado. La ubicación es excelente, con parque, metro al lado. No me voy", enfatiza.

Una batalla que recién comienza

Gonzalo González es abogado y residente de un departamento en el piso 15, por lo que está prestando asesoría al Comité de Administración. A su juicio, lo ocurrido derivará en una larga batalla judicial, tanto por el accidente como por los daños colaterales generados.

"El cambio ha sido drástico en cuanto a calidad de vida. Yo tengo una lesión leve en una pierna, no es más que eso, pero tenemos gente bien vulnerable: embarazadas, gente de edad avanzada o con lesiones previas que se han recrudecido", explica.

El Servicio Nacional del Consumidor señala a Emol que no tienen competencia en este caso y que los afectados deben regirse por la Ley de Copropiedad para solicitar eventuales compensaciones.


Según indica González, ya ha habido acercamientos con la Inmobiliaria Fernández Wood, responsable de la construcción. "Estamos organizados aunque es difícil en una comunidad con 245 familias. Los desechos pesados se bajan en la mañana y los livianos, en la tarde. La inmobiliaria ha cooperado. Pusieron sillas cada cinco pisos y bidones con agua, cada diez. En el caso de una mujer embarazada que iba a dar a luz, fue trasladada a un hotel. Las personas con problemas serios deben acercarse para ver su caso. Claro que hay diferencias, no todos están de acuerdo con la forma en que se está llevando. Por ahora no se han ejercido acciones legales, excepto las que corresponden a las acciones penales que tienen que ver con la investigación por el accidente", precisa.

En esa línea, el profesional agrega que "determinar la responsabilidad dependerá de la investigación que está haciendo la Fiscalía y el peritaje de la PDI. Aún no sabemos si la causa del accidente es mecánica, eléctrica o de software. Mientras no sepamos los problemas, no podemos asignar responsabilidades. Para nosotros, la responsabilidad es de quien nos vendió directamente: en este caso, Fernández Wood. Pero la responsabilidad penal es del agente directo que causó el daño. La PDI y Fiscalía determinarán si esto será responsabilidad de la inmobiliaria, la empresa que mantiene el ascensor o de una persona en particular que no manipuló correctamente los ascensores".

En cuanto a las compensaciones, lo más complicado es para los arrendatarios, dice González, que deben resolver tema de contratos con los propietarios. Lo claro es que los residentes del edificio deberán tener la paciencia. La inmobiliaria contrató a una universidad para que examine los ascensores. Los residentes tienen un perito y la empresa responsable de los elevadores, también hará su propio estudio.

De todas formas, González dice que falta tiempo para la solución definitiva, considerando además que psicológicamente va a ser difícil que los residentes se vuelvan a subir a los ascensores sin temor.

"Si los pusiéramos a funcionar en este momento, sin ningún tipo de certificación, claramente la gente se va a asustar. Por eso la importancia de los estudios y de que nos den las garantía para volver a ocuparlos", finaliza.

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