SANTIAGO.- "El embarazo no es una enfermedad y las personas que quieren retrasar o interrumpir el embarazo, tampoco están enfermas. Y no es responsabilidad nuestra solucionar un problema que no es de salud".
De esta forma, el director del Centro de Bioética de la Universidad Católica, doctor y profesor Mauricio Besio, explica en simple por qué en la Facultad de Medicina de su institución no se promueve entre los futuros médicos que al momento de ejercer receten anticonceptivos o la píldora del día después como solución al control de natalidad. Además de eso, les inculcan la conveniencia de recomendar entre los pacientes métodos naturales como el de Billings.
La postura del doctor Besio y de la Universidad Católica, según él mismo admite, responde a la visión valórica de la iglesia y no tiene fisuras en momentos en que el debate sobre el control reproductivo volvió al tapete tras conocerse que el Ministerio de Salud (Minsal) validó a través de las Normas Nacionales sobre Regulación de Fertilidad, la entrega de la píldora del día después a menores de 14 años sin previa consulta a los padres.
Álgido debate
Alcaldes, parlamentarios y representantes de la Iglesia salieron a defender o criticar la medida en duros términos. En medio de esta disputa en que se mezclan salud e ideología, con la participación de grupos que se oponen a cualquier tipo de regulación artificial de la natalidad y de otros que anhelan una ley de aborto sin "trabas", se encuentran las universidades con posturas valóricas cristianas, como la Católica y Los Andes, que defienden sus métodos de formación en esta materia.
El doctor Manuel Donoso, jefe de Departamento Obstetricia, Ginecología y Biología de la Reproducción de la Facultad de Medicina de la U. de Los Andes, explica que el plan de estudios de la carrera consta de áreas pre-clínicas, clínicas, y de un programa de formación general en el que se estudia al hombre y sus fundamentos filosóficos y teológicos.
"La sexualidad, la fertilidad y su regulación, y el aborto se abordan durante toda la carrera desde diversos ámbitos", sostiene, agregando que "promovemos entre nuestros alumnos una cultura de responsabilidad y libertad en el marco de los valores cristianos".
Respecto de los anticonceptivos, el académico señala que "cada médico egresado de la universidad tendrá las herramientas suficientes para recomendar a sus pacientes cuál es la mejor manera de regular la fertilidad... Cada médico verá si está dispuesto a indicar algún método anticonceptivo o si se abstiene de hacerlo por razones éticas".
El debate tampoco es ajeno entre estudiantes y profesionales recién egresados. Nicolas Pimentel (presidente del Centro de Alumnos de medicina de la U. de Los Andes) y José Tomás Gazmuri (egresado de medicina UC) señalan que en sus facultades les explican claramente la visión valórica de sus universidades y cómo debe resolverlo una vez ejerciendo, ya que muchas veces se produce un choque de posiciones con las leyes sanitarias.
"En el área de ginecología del Hospital Parroquial de San Bernardo (perteneciente al Arzobispado), la postura de la Universidad de Los Andes es muy clara y no está de acuerdo con el método de anticonceptivos, salvo para tratar determinadas patologías. Ahí no se aplican. Y de forma muy trasparente a las personas se les dice que en ese hospital no se trabaja con métodos anticonceptivos artificiales y se los deriva a otros centros asistenciales cercanos al lugar. Pero obviamente a los alumnos se les da toda la libertad de conciencia para cuando ellos estén laborando en otros centros asistenciales", explica Pimentel.
Agrega que los profesores "no restringen los contenidos", pero que "hacen énfasis en el método Billings como una solución natural".
Algo similar ocurre en la UC, dice Gazmuri: "Con los anticonceptivos se hace diferencia si es para prevenir el embarazo o para tratar algún problema de salud, como el síndrome de ovario poliquístico. Cuando se trata de una terapia, no hay problemas. Se indican todos los días, pero si es para regular la maternidad y prevenir los embarazos, la postura oficial de la facultad y de la iglesia es no darlo".
"Ahora si lo médicos después trabajan en una consulta particular y quieren recetarlo, no hay problema. Pero en la red hospitalaria de la UC no se hace eso y se respeta la formación de la universidad", señala Gazmuri.
Sin embargo, una enfermera UC, que recién está ejerciendo en un hospital público, considera que le faltó más formación sobre anticonceptivos.
"Como enfermeros tenemos sólo una clase explícita de anticoncepción, una clase larga y cansadora pues se abordan todos los métodos en una jornada", cuenta, señalando que las guías del Minsal sirven mucho para completar los vacíos académicos una vez egresados. También recuerda que entre los alumnos a esa jornada la llamaban la "clase prohibida de la UC" por los temas a tratar.
Mirada que comparte la tesorera del Sindicato de Salud UC, Leonor Cerón, quien dice que muchos estudiantes terminan de aprender sobre anticonceptivos una vez que ejercen con las matronas: "Nos hemos reunido con la FEUC, con Crecer, otro grupo dentro de la Universidad, y ellos efectivamente no tenían idea de que los ginecólogos no prescribían las anticonceptivos. Son alumnos de cuarto año de Medicina, que se supone debieran estar claritos en el tema. Pero no sabían".
El profesor Besio asegura que en el caso de los consultorios de Puente Alto o La Pintana, donde trabajan profesionales egresados de la UC, éstos derivan a los pacientes con otros profesionales contratados por el Minsal en caso de que las personas opten por métodos artificiales de anticoncepción.
"Generalmente en los consultorios los profesionales (UC) no los indican, pero si hay una matrona contratada por el Ministerio sí puede indicarlo. Y como ella no es parte de la facultad, se respeta un poco el principio de adherirse a los planes de Salud del Ministerio y se respeta a la vez la autonomía de la Facultad de Medicina (de la UC)", complementa Gazmuri.