SANTIAGO.- Factores culturales, estereotipos y hasta el tipo de preguntas que se hacen en los test. Distintas hipótesis intentan explicar la brecha de género que salta a la vista cada vez que se dan a conocer los resultados de las pruebas Simce, PISA, TIMSS y hasta la PSU, donde ya es tradición que los hombres superen a las mujeres en Matemáticas.
Si bien esta brecha –que en Chile se da de manera muy marcada– obedece a múltiples factores, un reciente estudio de la Universidad de Chile logró identificar un sorprendente fenómeno: Los profesores tienen mayores expectativas sobre el rendimiento de sus alumnos en Matemáticas cuando son hombres que cuando son mujeres, lo que podría repercutir en la forma como enseñan esa asignatura a las niñas.
El estudio incluyó a 208 estudiantes de Pedagogía General Básica de 15 universidades –públicas y privadas–, a quienes se les presentaron distintos casos de escolares con bajo rendimiento en Matemáticas, cambiando sistemáticamente el sexo y nivel socioeconómico de los alumnos.
Luego se les pidió completar un cuestionario sobre el estudiante, como si fuera su propio alumno, donde debían hacer un pronóstico de su rendimiento, señalando, por ejemplo, cómo le irá en las pruebas estandarizadas. También se les pidió sugerir medidas de apoyo hacia el estudiante.
Los resultados fueron elocuentes. El estudio concluyó que las expectativas de los entrevistados sobre el rendimiento de los alumnos difieren significativamente según el género. Es decir, consideran que, bajo las mismas condiciones, las mujeres tendrán un peor desempeño que los hombres en Matemáticas, diferencia que no se da en el caso de Lenguaje.
Marco Catalán, profesor de esa asignatura en un colegio municipal de Rancagua, ratifica esa percepción. "A mí me da la impresión que hay una cosa natural, una cosa biológica que hace que los hombres tengan más facilidades para las Matemáticas. No sé si será algo relacionado con su desarrollo a nivel neuronal o con las etapas del desarrollo cognitivo, que hace que los hombres sean más concretos y eso hace que tengan más habilidades para las Matemáticas", señala.
Esgrime que "es sabido que el pensamiento de las mujeres es más divergente y pueden hacer muchas cosas a la vez, y a lo mejor eso podría perjudicarlas a la hora de enfrentarse a un problema matemático. Mientras que el hombre es más enfocado en un solo punto, porque es más directo, más concreto y específico en resolver una situación".
De todas formas, cree que hay un factor "social", que hace que a la larga "esa diferencia se amplíe", como la presión para que los hombres estudien carreras vinculadas con las ingenierías, mientras que a las mujeres no se les exija tanto. "Si a ellas se les diese el mismo trato, por mucho que existieran razones biológicas detrás, quizás podrían estar al mismo nivel" que los hombres, afirma. Por eso, asegura que en sus clases les trata de exigir lo mismo tanto a hombres como a mujeres. "O si no yo mismo estaría avalando esa diferencia", comenta.
"Profecía autocumplida"
La investigadora Salomé Martínez, del Centro de Modelamiento Matemático (CMM) de la Universidad de Chile –una de las autoras del estudio–, si bien aclara que los resultados de la investigación no se pueden extrapolar a lo que finalmente ocurre en la sala de clases, dice que diversos estudios internacionales demuestran que las expectativas que tiene el profesor hacia el alumno pueden influir en su desempeño académico. "Hay un factor de profecía autocumplida", afirma.
Explica que las expectativas de los docentes se pueden traducir en algunas acciones concretas hacia los estudiantes, como por ejemplo que no les exijan tanto, les encarguen tareas más fáciles, interactúen menos con ellos o no los hagan participar tanto en la clase.
Dice que esa menor exigencia constituye un problema para el aprendizaje, ya que equivocarse es una pieza importante en ese proceso. "Si no me exigen mucho, no tengo oportunidades de equivocarme, entonces no tengo oportunidades de desafiarme. Los niños tienen que equivocarse, eso es muy importante, es parte del aprendizaje", subraya.
En esa línea, es enfática en señalar que, pese a la creencia popular de que los hombres tendrían capacidades innatas para los números, los recientes estudios de la neurociencia demuestran que "los hombres y las mujeres tenemos la misma capacidad para aprender Matemáticas".
"Las mujeres no vinimos cableadas para ser mejores para el Lenguaje que paras las Matemáticas. El cerebro es plástico y es el propio aprendizaje el que lo va modelando, no hay razones físicas por la cual las mujeres no puedan ser buenas para las Matemáticas", afirma Martínez, quien atribuye la brecha en los desempeños a razones culturales, ya que "la sociedad enfatiza distintos roles para la mujer y para el hombre y eso influye en el rendimiento de las niñas y los niños".
Martínez advierte que los resultados del estudio son preocupantes, ya que los profesores, más que nadie, deben tener claro que todos los alumnos son capaces de aprender. "Un profesor tiene que creer y actuar sobre la base de que todos los niños pueden aprender, eso está en la esencia de lo que es enseñar. Los profesores deberían confiar en todos sus estudiantes, tener altas expectativas y exigir a todos los niños, porque todos tienen el potencial de aprender", subraya.
Por eso, dice que urge que este tema se aborde en las carreras de Pedagogía, para que los profesores sean conscientes de que tienen ese sesgo y lo puedan trabajar. "Los profesores tienen que ser instrumentos para romper este círculo y pueden ser agentes de cambio muy poderosos, siempre que en su formación se les prepare para eso. Los profesores pueden ser parte del problema o de la solución", afirma.
Miedo a las Matemáticas
Otro dato llamativo que arrojó el estudio es que en los futuros profesores de educación básica está presente, en distintos niveles, la ansiedad hacia las Matemáticas, es decir, que tienen una sensación negativa o miedo a esa asignatura, lo que no ocurre en otras áreas.
Martínez explica que esto se puede deber a que muchas veces los profesores no ingresan a estudiar Pedagogía Básica porque le atraigan las Matemáticas, sino más bien porque les gusta enseñar. Dice que son pocas las asignaturas que despiertan esa ansiedad –tal vez los idiomas–, y que ésta se suele generar por alguna experiencia negativa relacionada con las Matemáticas. "Uno conversa con gente y se acuerdan de la mala experiencia, te cuentan 'yo tuve un profesor, que yo no sabía y me pedía hacer el ejercicio rápido', y eso predispone respecto a la asignatura, lo cual hace tener malos resultados y se crea un círculo", señala.
Dice que también es importante analizar este fenómeno, ya que las investigaciones internacionales muestran que los profesores con mayor ansiedad son menos efectivos en la sala de clases y que muchas veces traspasan sus propios temores a los estudiantes.
Según arrojó este estudio en particular, mientras más ansiedad matemática tiene el profesor, entrega peores expectativas de desempeño futuro de los estudiantes. "O sea, su propia mala experiencia con las Matemáticas se la proyecta a los estudiantes", señala.
Asimismo, se comprobó que los profesores con mayores niveles de ansiedad son más proclives a sugerir medidas de apoyo mucho más drásticas para los menores que presentan dificultades en esa materia, como cambiarlos de curso o enviarlos a un colegio de niños con problemas, antes de probar acciones al interior del aula, como estudiar junto a un compañero. "La ansiedad del profesor los lleva a tomar medidas que van en contra de la integración y la equidad en los aprendizajes", subraya la experta. Sugiere que este tema también se trabaje en la formación docente y se adopten estrategias para revertir esa situación. "Son estudiantes que han tenido mala experiencia con las Matemáticas, no les gustan las Matemáticas y van a tener que enseñar Matemáticas, entonces es un tema complejo. La tarea del profesor es revertir eso y mostrar que, a pesar de que puede haber tenido una mala experiencia, todos podemos aprender", afirma.
Sofía Araneda, quien es profesora básica en un colegio de Bulnes, parece haber hecho suyo ese principio. Cuenta que cuando ella estaba en el colegio, "las Matemáticas eran algo terrible, siempre les tuve un poco de rechazo". Reconoce que incluso ahora, siendo profesora, "me cuestan mucho las Matemáticas, yo soy más del área Lenguaje".
Dice que por esa misma razón, "busco las estrategias más insólitas para poder enseñarles a los niños y que aprendan. Entonces a mis niños generalmente les va mejor en Matemáticas que en Lenguaje, porque donde a mí me cuesta, pienso que a todo el mundo le cuesta, entonces busco estrategias súper novedosas para enseñar, para que no les pase lo mismo que a mí, y a mis niños les encantan las Matemáticas".
Además de creer que la destreza para las Matamáticas es una habilidad innata o una herencia familiar, existen varios otros mitos en torno a esa asignatura que es necesario derribar, para que no interfieran en el aprendizaje.
Salomé Martínez dice que uno de los problemas más recurrentes es que se suele asociar la pericia en las Matemáticas con la velocidad, es decir, "el que hace los ejercicios más rápido es bueno para las Matemáticas".
Sin embargo, afirma que esto no sí y que, precisamente, pedirles a los niños que realicen operaciones con rapidez les genera ansiedad. "No porque alguien sea menos rápido significa que no puede aprender", remarca.
Otra creencia común es que para estudiar Matemáticas "hay que ser muy mateo, hay que aprenderse muchas fórmulas, hay que ser pillo y hay que saber hacer trucos", lo que también descarta.