LONDRES.- Astrónomos estadounidenses descubrieron nuevos indicios de la existencia de un agujero negro en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
Las radiaciones de rayos X observadas son hasta ahora la mejor prueba de que un objeto de enorme masa en el centro de la galaxia sería en realidad un agujero negro, dicen en la revista científica "Nature" Frederick Baganoff y colegas del Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge.
El equipo fue el primero en observar radiaciones de rayos X desde las cercanías del misterioso objeto.
Sobre la base de observaciones radioastronómicas, científicos sospechan desde hace más de 20 años la existencia de una compacta aglomeración de materia en el centro de la Vía Láctea.
No han podido, sin embargo, identificarla claramente, pues, por definición, un agujero negro es imposible observar de forma directa: ejerce en su entorno una fuerza de atracción tal que ni siquiera la luz puede escapar de él. Hasta ahora sólo podía suponerse que en el corazón de la Vía Láctea se anidaba una aglomeración extrema de estrellas de enorme masa.
El equipo de Massachussets registró las radiaciones procedentes de esta región mediante el satélite Chandra de rayos X, lanzado al espacio en 1999.
Puesto que las fluctuaciones de la luminosidad de las poderosas radiaciones X duraban sólo pocos minutos, los científicos conjeturaron que la fuente de radiación -una nube de gas de alta temperatura fuera del objeto central- sólo podía ser poco mayor que el diámetro que la órbita de la Tierra.
De hallarse una aglomeración de estrellas de gran masa en un espacio tan reducido, debían producirse continuas colisiones y, por tanto, también desprenderse violentas explosiones de radiación, cosa que no fue observada.
Así, la única explicación que queda es la de un agujero negro, cuya masa equivaldría a 2,6 millones de veces la masa del Sol.
Las explosiones de rayos X no resultaron del todo inesperadas, pues un grupo de investigadores del Instituto Max Planck de Radioastronomía en Bonn, sobre la base de consideraciones teóricas, había predicho ya tales sucesos en las cercanías de un agujero negro.
Gracias a las mediciones logradas ahora, el modelo de los investigadores alemanes proporciona también una descripción del suceso, ocurrido hace 25.000 años, el tiempo que tarda esa radiación en alcanzar la Tierra.
Según esto, la temperatura al borde del agujero negro, probablemente por la materia que es devorada en su interior, pudo haber alcanzado a entre 200 y 600 mil millones de grados, proceso en el cual parte de la nube de gas circundante se dividió en dos partes. Fue en esta materia a gran temperatura (plasma) que se produjo la radiación X observada.