PARIS.- La piel fabrica sus propios antibióticos para protegerse de las infecciones bacterianas, según investigaciones de científicos norteamericanos y alemanes.
El equipo de Richard Gallo, de la Universidad de California en San Diego, cuyos trabajos son publicados el jueves por la revista científica británica Nature, comprobó que los ratones a los que faltan fragmentos de un tipo de proteínas -denominadas catelicidinas- están mucho más expuestos a la infección provocada por la bacteria llamada "devoradora de carne" (estreptococo betahemolítico) que los ratones normales.
Esos roedores deficientes son también más vulnerables a las infecciones producidas por las formas genéticamente modificadas del estreptococo y resistentes a la acción antibiótica de las catelicidinas.
Pero el efecto protector de substancias naturales procedentes de la piel, como las betadefensinas o las catelicidinas, fue cuestionado porque algunas de ellas son facilmente inactivadas, señalan los científicos de San Diego.
El equipo norteamericano aporta ahora, gracias a la observación de roedores deficientes, la primera prueba directa en seres vivos del papel fisiológico de las catelicidinas.
Estas investigaciones, que pueden relacionarse con los trabajos de científicos alemanes publicados en el número de diciembre de "Nature Immunology" (grupo Nature), respaldan la idea de que los antibacterianos producidos por la piel y otros órganos de los mamíferos proveen una primera línea de defensa contra la infección.
La transpiración es en general poco apreciada, pero los descubrimientos de los científicos alemanes demostraron que el sudor no sólo sirve para regular la temperatura del cuerpo, sino también para luchar contra las infecciones producidas por bacterias y hongos.
El equipo de Birgit Schittek, del departamento de dermatología de la Universidad Eberhard-Karls de Tubinga, descubrió, en efecto, un gen, denominado dermcidin, que controla la producción de una nueva sustancia antimicrobiana producida por las glándulas sudoríparas.
El sudor participaría pues también en la lucha contra los gérmenes como el estafilococo áureo o el hongo candida albicans.
La bacteria devoradora de carne es responsable de la fascitis necrósica, enfermedad que destruye los tejidos llamada también gangrena subcutánea a estreptococo betahemolítico o síndrome de Meleney, el nombre del científico inglés que la describió en 1924.