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Tecnología: Educando profesionales innovadores

Alfonso Gómez, decano de la Escuela de Negocios y de la Facultad de Ciencias y Tecnología Universidad Adolfo Ibáñez.

15 de Diciembre de 2006 | 13:09 | El Mercurio Online
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Alfonso Gómez, decano de la Facultad de Ciencias y Tecnología Universidad Adolfo Ibáñez.

El Mercurio

En las universidades y centros de vanguardia se respiran hoy aires de renovación y cambio, fuertemente inspirados en la necesidad de responder a los desafíos de formar profesionales capacitados para desenvolverse con éxito en la llamada economía de la creatividad o economía de la innovación.


Formar un profesional innovador es, en muchos sentidos, un desafío semejante al de formar un profesional emprendedor.  Para algunos, ser emprendedor es una condición que se trae desde la cuna y no es mucho lo que el sistema educativo puede hacer por modificarla. 


Siguiendo una lógica análoga, el mundo estaría dividido entre personas que cuentan con las condiciones de carácter y personalidad necesarias para ser innovadoras y otros que simplemente no heredaron esas dotes en su ADN.


En nuestra escuela de Ingeniería comienza a acumularse evidencia en un sentido contrario: si un joven universitario es formado en una sopa de nutrientes en donde los contenidos y las metodologías educativas se han pensado para reconocer, estimular y promover una cultura de innovación y emprendimiento, el resultado es un estudiante más propenso y más capaz de asumir un rol proactivo en la creación de valor a través de la innovación.


Para conseguir este clima pro-innovación ha sido necesario replantear algunas de las tradiciones que caracterizaron a la formación de las antiguas generaciones de profesionales e incorporar formalmente y por la puerta ancha algunos nuevos paradigmas de trabajo. Estos son dos de los más relevantes:



  • Foco en las personas:  A menudo se asocia innovación con cambio tecnológico, pero la innovación no está en las tecnologías ni en las cosas.  La innovación es una condición que le confieren a los productos y servicios las personas que los usan; sólo puede innovar con éxito por lo tanto, un profesional que sabe ver, escuchar, interpretar, anticipar las necesidades de personas.  Sólo puede percibir las señales del mercado un profesional contactado con su propia humanidad y con el resto del mundo.  Sólo puede innovar exitosamente un profesional -en el buen sentido de la palabra- culto.
  • Confianza en los actos de diseño: Innovar requiere de una aguda capacidad analítica (como la que desarrolla la matemática y el pensamiento científico) pero ello es tan sólo una cara de la medalla; la innovación está indisolublemente ligada también a la capacidad de síntesis y la combinación de ambas encuentra su expresión máxima en el diseño.  Para ello se requiere legitimar e integrar al pensamiento lineal y analítico, la intuición, la creatividad y otros temas “blandos” dejados de lado o subvalorados por los programas de formación profesional clásica.

En cada ser humano está latente un potencial de innovación y emprendimiento; los nuevos diseños curriculares tienen la responsabilidad ineludible de permitir la expresión de ese potencial al mayor nivel posible en cada profesional que se ve afectado por ellos.  Mal que mal, para las nuevas generaciones de profesionales, la innovación no es opcional, es el elemento central de su capacidad de diferenciarse y de valorizarse en el mercado.

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