PEKÍN.- La mayoría de los internautas chinos se opone a la ley que se plantea el Gobierno chino para que los autores de bitácoras en Internet del país tengan que registrar su nombre real en la red, informó hoy la agencia estatal Xinhua.
Según una encuesta organizada por el rotativo “China Youth Daily”, el 85,3 por ciento de los usuarios chinos se opone a dicha medida, cuya implantación está estudiando la Sociedad de Internet de China (ISC, siglas en inglés).
Los autores de los “blog” se verían así obligados a dar su nombre real, el número de su documento de identidad, su número de teléfono y la dirección electrónica, para poder abrir una bitácora.
Además, los internautas que quisieran dejar comentarios en los mismos, también estarían obligados por ley a facilitar su identidad real a tal efecto.
Uno de los 1.843 encuestados, Huang Ying, editor de un boletín universitario en la red, recordó que “la virtualidad es la esencia de Internet”, y vaticinó un notable descenso en las visitas y en la actividad de su página web si se ejecutara definitivamente la norma.
Sólo el 15,6 por ciento de los 1.843 encuestados apoya el sistema, ya que a su juicio resultaría efectivo para forzar a que los internautas actúen con responsabilidad en sus comentarios en la red, circunstancia que para muchos implica un aumento de la censura.
La ISC defiende que, aunque los internautas tengan que registrar su identidad real, todavía serán libres de escribir bajo seudónimo, además, sus datos serán confidenciales y quedarán protegidos siempre y cuando no actúen de forma ilegal o dañina para la opinión pública.
Tras aumentar la cifra de internautas un 30 por ciento en 2006, China cuenta con 132 millones de usuarios de Internet, y se ha convertido en el segundo país con mayor cantidad de usuarios, sólo superado por EEUU.
Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos critican que la red china también destaca por la estricta censura sobre los contenidos que ejerce el gobierno comunista de Pekín.
Esta política censora se ve traducida en la detención de numerosos “ciberactivistas” y en la imposibilidad de acceder a informaciones sobre Tíbet, Taiwán o la masacre de Tiananmen, entre otras.