GINEBRA.- El Tercer Congreso Mundial sobre la Lucha contra la Falsificación y la Piratería concluyó con el llamamiento de autoridades y organismos internacionales a estrechar y simplificar la colaboración con el sector privado para combatir un mercado que supone ya cerca del 8 por ciento del comercio mundial.
Durante dos días, cientos de expertos en el combate de la piratería se han reunido en Ginebra para acordar estrategias y buscar vías más eficaces para reducir el costo que esa actividad supone para el comercio legal, que puede superar US$100 mil millones de dólares al año.
La Organización Mundial de Aduanas (OMA), una de las organizadoras de la reunión, asegura que de los millones de contenedores de mercancías que hay en movimiento en todo el mundo, únicamente se puede controlar cerca del 3 por ciento por falta de recursos.
Además, cada vez es más difícil distinguir las copias de los originales, porque la especialización de quienes practican la falsificación aumenta y cuentan con los mismos métodos que los fabricantes y distribuidores legales.
Tal es la dimensión de los negocios de falsificación que “se han convertido en una mafia tremenda, un monstruo del que sólo acertamos a adivinar una pequeña parte, como lo que ocurre con los icebergs,” advirtió en el Congreso el secretario general de la Interpol, Ronald Noble.
Éste es partidario de que la lucha contra la falsificación cuente con el mismo apoyo internacional que la encaminada a combatir el terrorismo internacional o el tráfico de drogas.
La globalización y crecimiento que está experimentando la piratería y la falsificación ha atraído el interés de muchas otras partes, además de las autoridades de defensa de la propiedad intelectual.
Un claro ejemplo es el del sector privado, que ve cómo pierde ventas a causa de la falsificación de sus productos, por lo que muchas grandes empresas ya tienen sus propios equipos de seguridad para detectar copias y denunciar a los responsables, o recurren a gabinetes de abogados que ofrecen ese servicio especializado.
Según los datos manejados en el Congreso, cigarrillos, CD, DVD, textiles, juguetes y alimentos son, por este orden, los productos más falsificados en el mundo.
Para mejorar el combate de esos delitos, la OMA propone, entre otras estrategias, crear grupos de trabajo formados por agentes de aduanas y especialistas de sectores concretos y promover la figura de la “demanda de intervención” para que el sector privado pueda hacer uso de ella cuando detecte falsificaciones de sus productos.
Durante la reunión se ha dedicado especial atención al creciente tráfico de medicamentos falsos, que, por ejemplo, sólo en 2001 estuvieron relacionados, directa o indirectamente, con la muerte de unos 190.000 ciudadanos chinos, según informó en su día el Gobierno de ese país.
Las autoridades han observado una preocupante extensión de la gama de fármacos que se falsifican -hasta el 30 por ciento de los que se venden en África- y que exceden de la clásica Viagra para afectar también a tratamientos contra el cáncer de seno, osteoporosis o tensión arterial.
Por ello, en el Congreso también se ha instado a que las autoridades aduaneras formen a especialistas, ya que “en el caso de los fármacos necesitamos analistas químicos para poder diferenciar los productos falsos”, explicó el director de Delitos Especializados de la Interpol, David Gork.
Otro sector muy afectado por la falsificación es el de la relojería, que ve como cada año circulan unos 40 millones relojes falsos, según datos de la patronal suiza del sector.
Sólo durante el año pasado la patronal bloqueó hasta 10.300 pujas de relojes falsos organizadas por eBay, la mayor casa de subastas en Internet, e identificó 300 plataformas en las que se venden habitualmente productos falsificados de relojería.
El principal productor de falsificaciones es China (cerca del 70 por ciento del total), por lo que no extraña que durante el congreso casi todos los oradores se hayan referido a ese país.
Según la Unión de Fabricantes para la Protección Internacional de la Propiedad Industrial y Artística, entre el 15 y el 30 por ciento de la producción china se dedica a la falsificación, lo que equivale a 40 millones de empleos, lo que da muestra del tremendo reto al que se enfrentan la autoridades locales e internacionales.