MONTPELIER.- Chris Fitzhugh dedicó las vacaciones primaverales a la construcción de un artefacto con tuberías de cobre y policloruro de vinilo (PVC) para mostrar la forma en que las diferencias de temperatura en el océano pueden usarse para generar electricidad.
No se trata sólo de un proyecto personal.
El joven de 17 años, que cursa el penúltimo año de la educación secundaria en Peacham, y sus compañeros —dos en México, y uno en la St. Johnsbury Academy— compitieron en el Global Challenge, un concurso con sede en Vermont que busca impulsar el aprendizaje de matemáticas y ciencias entre los estudiantes adolescentes.
Durante el año escolar 58 equipos de estudiantes estadounidenses, junto con alumnos de China, India, Japón y otros países, presentaron soluciones tecnológicas para el calentamiento global. Conversaron mediante la internet, se dividieron el trabajo de acuerdo con los talentos de cada uno, consultaron con asesores y, en las últimas semanas, redactaron un plan profesional de negocios.
"La meta más importante consiste en involucrar a los alumnos estadounidenses en una colaboración internacional, recurriendo a la ciencia y la tecnología", dijo David Gibson, director general de Global Challenge y profesor suplente de investigación informática en la Universidad de Vermont.
La idea del concurso se le ocurrió al consultor administrativo Craig DeLuca hace un par de años, cuando uno de sus clientes tenía planes de contratar en otros países algunas tareas de diseño y manufactura. En tanto, su comunidad en Stowe pensaba posponer la compra de varios libros de texto sobre ciencias.
"Yo tenía que hacer algo para que nuestros chicos tuvieran una oportunidad dentro de la economía global", dijo entonces.
Así, organizó el concurso en Vermont. A finales del año pasado, recibió un fondo de 900.000 dólares de la Fundación Nacional de Ciencias y logró expandirse a todo el mundo. Los ganadores serán anunciados en junio.
Estudio de ciencias
El concurso no sólo alienta la interacción entre estudiantes de distintos países para resolver problemas, sino que los acerca a oportunidades para estudiar ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, dijo Gibson.
"Necesitamos proyectos como éste en toda la nación, a fin de que podamos motivar a estos chicos, porque las escuelas no lo hacen", explicó.
Con un firme apoyo empresarial, Gibson podía vislumbrar que un millón de estudiantes de todo el mundo participaría en el concurso.
Fitzhugh y otro estudiante en Saint Johnsbury comenzaron a trabajar con dos jóvenes chinos, quienes desertaron en las primeras etapas del concurso.
"El trabajo es muy duro, y algunos equipos se desintegran", dijo Gibson.
Luego, dos estudiantes de Puerto Vallarta, México, se unieron al equipo. Necesitaban mantenerse unidos para tener posibilidades de ganar el concurso, que otorga al menos 2.500 dólares en becas a cada integrante.
Todos los días, entre sus otras clases y los deberes, Fitzhugh avanzaba en el proyecto de conversión de energía térmica oceánica.
Al otro lado del mundo, Pan Yi, de Shanghai, completó las últimas páginas de un plan de negocios para hacer un manejo inteligente de la energía eléctrica, antes del 30 de abril, cuando vencía el plazo para terminar los proyectos.
El sistema transmitiría energía a un edificio sobre la base de la temperatura, la hora del día y el costo, utilizando inteligencia artificial para llegar primero a las secciones más importantes del inmueble.
El sistema “responde a variables internas y externas en el manejo de energía para el edificio, y permite que las empresas ahorren dinero y electricidad diariamente”, señaló Fitzhugh.
Otro equipo trabajó en un automóvil que funcionaría con electricidad, hidrógeno, combustibles fósiles y alternativos.
"Nos percatamos de que al ser estudiantes de este nivel, era prácticamente imposible e inviable aportar un gran avance tecnológico, así que decidimos usar los principios de la economía y la geopolítica", escribió Kun She, de Shanghai, en un mensaje por computadora.
"En una frase: Nuestro auto puede actualizarse", añadió.