CHICAGO.- Ryan Tracy pensó que había vuelto el Oscurantismo cuando se graduó de la universidad y entró al mundo laboral.
La empresa que le dio trabajo bloqueaba el acceso a Facebook, Gmail y otros populares sitios de internet. Tracy no tenía acceso inalámbrico para su computadora portátil y solía correr a un café cercano en horas de trabajo, a fin de utilizar su conexión Wi-Fi para enviar grandes archivos.
Desde luego, esas prohibiciones han logrado lo que quería el jefe: Impedir que Tracy y sus colegas dedicaran horas del trabajo para distraerse en la internet. Pero Tracy señala que las reglas también interfirieron en trabajo legítimo que necesitaba realizar como analista científico de una empresa de servicios de salud.
“Habí una batalla constante entre la gente que veía la tecnología como una ventaja y quien la consideraba un obstáculo”, dijo el joven de 27 años, originario de Chicago, quien trabaja ahora para otra empresa.
Tracy estaba seguro de que debía haber una mejor forma de conciliar ambas posturas. Su queja es común entre los jóvenes que se integran a la fuerza laboral con la expectativa de que sus jefes simpatizarán tanto con los avances tecnológicos como ellos mismos.
Luego, algunos descubren que los sitios en los que supuestamente deberían realizar investigaciones para el trabajo se encuentran bloqueados. O no pueden tomarse un tiempo para leer en la internet una noticia, revisar sus cuentas personales de correo electrónico, ni para consultar la página en su red social.
En algunos casos, terminan por usar sus propios teléfonos “inteligentes”, capaces de ingresar a la internet, a fin de consultar sitios bloqueados, ya sea para trabajar o para entretenerse.
Medida innecsaria
Así, algunos se preguntan: ¿Acaso las compañías pueden tomar una postura distinta, sin comprometer la seguridad o la eficiencia en el lugar del trabajo y permitiendo al menos parte del acceso online que los empleados más jóvenes ansían?
“Esto no es distinto a pasar demasiado tiempo cerca del botellón de agua o a realizar demasiadas llamadas telefónicas personales. ¿Acaso se llevarían el agua o los teléfonos? No”, dijo Gary Rudman, presidente de GTR Consulting, una firma investigadora de mercado que rastrea los hábitos de los jóvenes. “Estos dos mundos seguirán chocando a menos que haya un entendimiento mutuo de que el desempeño, no el uso de la internet, es lo que realmente importa”.
Esta es, después de todo, una generación de jóvenes conocida por lo que ha sido llamado “multiplicidad de medios” por Barry Wellman, sociólogo de la Universidad de Toronto. Los estudiantes a quienes ha estudiado le dicen que duermen con sus teléfonos multifunciones a un lado, y en algunos casos consideran que sus artefactos de alta tecnología son como una parte de su cuerpo.
También es menos probable que esos jóvenes se ajusten a la modalidad de trabajar de nueve a cinco. Estarían dispuestos a quedarse más tarde en la oficina a cambio de cierta flexibilidad, incluido tiempo en la internet.
Así, Wellman y otros preguntan: ¿Por qué no aceptar ese estilo de trabajo en la medida de lo posible, en vez de combatirlo?
Hay, desde luego, otra versión de esta historia. A los empleadores les preocupa desde el tiempo perdido en la internet hasta las posibles fugas de información confidencial y la responsabilidad por lo que hacen sus empleados en la red.
Esas preocupaciones tienen que tomarse en serio, especialmente en ámbitos altamente regulados, como el financiero y el de salud, advirtió Nancy Flynn, consultora empresarial, quien encabeza el ePolicy Institute, con sede en Ohio.
A raíz de una encuesta que Flynn realizó este año con la American Management Association, considera que casi la mitad de los empleadores en Estados Unidos tiene una política que prohibe las visitas a redes sociales o sitios de video en la internet durante las horas laborables. Muchos prohiben también los mensajes personales de texto durante el trabajo.
Flynn destaca que la creciente popularidad del BlackBerry, el iPhone y otros celulares que pueden ingresar a la Web han hecho más difícil la vigilancia de lo que se hace en las horas de oficina, particularmente en el teléfono personal de un empleado.
Frecuentemente, el personal utiliza aplicaciones no autorizadas de software para evitar los bloqueos en las computadoras.
Como resultado, más empleadores han decidido experimentar con un acceso abierto.
Eso es lo que Joe Dwyer decidió hacer cuando fundó Brill Street & Co., un sitio de empleos para profesionales jóvenes. Dwyer permite que sus empleados utilicen redes sociales y ha descubierto que, si bien pueden pasar algún tiempo en el “chat” con sus amigos, algunas veces piden a esos mismos amigos consejos para resolver un problema en el trabajo o suelen buscar contactos útiles para la compañía.
“Así, lo que parecería improductivo, puede ser bastante productivo”, dijo Dwyer.
Kraft Foods abrió recién el acceso a todos los sitios, desde YouTube hasta Facebook y Hotmail, con la salvedad de que el uso para fines personales sea razonable y no interfiera con las actividades laborales.